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Mientras 2.7 millones de colombianos sufren hambre, 10 millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente

Publicado el Lunes, 24 Mayo 2021, en Divulgación académica, Destacados

Es paradójico hablar de cerca de 10 millones de toneladas de alimentos perdidos y desperdiciados anualmente en un país en el que 2.7 millones de colombianos sufren de hambre crónica. La responsabilidad es compartida: el gobierno nacional no ha formulado la política pública, los gobiernos locales no han diseñado planes de abastecimiento efectivos y los ciudadanos carecen de conciencia ante una problemática que empeora con la pandemia.

En Colombia cerca de 10 millones de toneladas de alimentos se pierden y desperdician al año / Foto Flickr

 

De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la pérdida es la disminución de los alimentos disponibles para consumo humano por ineficiencias en las cadenas de producción y está relacionada con carencias en infraestructuras, tecnología, manejo fitosanitario, destrezas y conocimiento. El desperdicio son las pérdidas derivadas de la decisión de desechar alimentos que todavía tienen valor y está relacionado con el comportamiento, los hábitos de compra y consumo y manipulación y gestión de los alimentos. 

En Colombia se pierde y desperdicia el 34 % de los alimentos disponibles para el consumo, lo que equivale a 9,76 millones de toneladas. El 40,5 % ocurre en la producción agropecuaria (3,95 millones de toneladas), el 20,6 % en la distribución y retail (2,01 millones de toneladas), el 19 % en la poscosecha y almacenamiento (1,93 millones de toneladas), el 15,6 % en el consumo (1,53 millones de toneladas) y el 3,5 % en el procesamiento industrial (342 millones de toneladas). 

En cuanto a grupos de alimentos que se pierden y desperdician, el DNP señala que el 62 % son frutas y verduras (6,1 millones de ton), el 25 % raíces y tubérculos (2,4 millones de ton), el 8 % cereales (772 mil de ton), el 3 % cárnicos (269 mil ton), el 2 % oleaginosos y legumbres (148 mil ton), el 1 % pescados (50 mil ton) y 1 % productos Lácteos (29 mil ton). 

¡Al rescate de alimentos! 

En pro de disminuir las pérdidas y desperdicios de comida los Bancos de Alimentos en Colombia trabajan contrarreloj para rescatar alimentos aptos para el consumo humano y distribuirlos en personas en condiciones de vulnerabilidad. El objetivo fundamental es acabar con el hambre en el país, una condición que se agudizó con la pandemia por la crisis social, económica y de salud pública que está generando. 

En Colombia hay 22 bancos de alimentos, 20 son liderados por la iglesia católica, uno es gestionado por la Alcaldía de Sincelejo y el otro por una organización sin ánimo de lucro. Estos bancos están presentes en 21 ciudades principales del país; Medellín es el único territorio que cuenta con 2 de estas organizaciones.       

Según Juan Carlos Buitrago Ortiz, director ejecutivo de la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco), en 2020 se lograron rescatar 48 mil toneladas. “Fue un año excepcional, en el que prevaleció la solidaridad y sensibilidad social”, expresa. El promedio de alimentos rescatados en el país antes de la pandemia era de 25 mil toneladas (2019), lo que ni siquiera equivale al 1 % de los alimentos que se botan.

La región que más genera pérdida de alimentos es la Centro oriental (compuesta por Cundinamarca, Santander, Norte de Santander y Boyacá) con una  participación del 27,7 %, equivalentes a 1,7 millones de toneladas, seguida por la región Caribe (compuesta por Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena, San Andrés y Sucre) con una participación de 18,2 %, equivalente a 1,1 millones de toneladas.

En cuanto al desperdicio de alimentos, la región con mayor participación sigue siendo la Centro-oriental con 48,3%, lo que representa 1,7 millones de toneladas; seguida del Eje Cafetero (compuesto por Antioquia, Quindío, Caldas y Risaralda) con una participación de del 18,3%, lo que representa 646.000 toneladas, de acuerdo con datos del DNP

"El hambre se convirtió en paisaje"

Es paradójico encontrar que la segunda región del país que más genera pérdida de alimentos es el Caribe colombiano cuando sus ciudades principales son las que más problemas de inseguridad alimentaria presentaron en el 2020, según la Encuesta #MiVozMiCiudad de la Red de Ciudades Cómo Vamos. Al preguntarle a los encuestados si ellos o alguno de los miembros de su hogar pasaron hambre por falta de recursos durante la última semana, el 39 % dijo que sí en Barranquilla, el 38 % en Montería, y el 36 % en Santa Marta y Cartagena.   

Pero la situación en todo el país es preocupante. La encuesta Pulso Social del Dane (febrero 2021), reveló que 2,4 millones de hogares ingieren menos de tres comidas al día; 2,2 millones de familias comen dos veces al día, 179.174 hogares una vez y 23.701 en ocasiones no tienen ni una sola porción de comida diaria. Ante este panorama vale la pena resaltar que esos 9.76 millones de toneladas de alimentos que se botan en el país son suficientes para darle de comer a 8 millones de personas durante todo un año. 

¿Qué pasa? Que “en Colombia el hambre se nos volvió paisaje; los colombianos somos muy resilientes y nos vamos acostumbrando a las adversidades”, considera Juan Carlos Buitrago. De acuerdo con los datos de Abaco, el 54% de la población en Colombia vive en inseguridad alimentaria, 2.7 millones de personas sufren de hambre crónica, 6,5 millones están subalimentadas y más de 500 mil niños tienen desnutrición crónica. 

Este es un problema crítico tanto en lo económico, como en lo ambiental y social. El Banco Mundial estima que acabar con la desnutrición en Colombia podría generar un aumento de ingresos per cápita entre 4.3 % y 6.5 % por año.

Una ley sin política pública y otros desafíos 

La pérdida y desperdicio de alimentos es un problema en el que todos tenemos responsabilidad.  La huella ecológica asociada a la alimentación, la huella hídrica y de carbono siguen en aumento de manera alarmante frente a desafíos como el cambio climático y la explotación y manejo de los recursos naturales.

Para el profesor Óscar Alfonso, director del Observatorio Hambre Cero, de la Facultad de Economía de la Universidad Externado, el hecho de que alrededor del 36 % de la pérdida y desperdicio de alimentos ocurra en las etapas de distribución y consumo significa que los núcleos metropolitanos y el resto de ciudades deben participar decididamente en atender esta situación.  

En 2019 se promulgó la Ley 1990 para prevenir la pérdida y el desperdicio de alimentos en el país. “Esto generó expectativas positivas entre las organizaciones sociales, los académicos, algunos políticos y cuadros del gobierno que, de una u otra forma, han alentado el diseño de una política para intervenir activamente en la reducción de pérdida y desperdicio”, afirma el profesor Alfonso. Sin embargo, llegado el 2 de febrero de 2020, día en el que de acuerdo con el parágrafo del artículo 5º el gobierno debía promulgar el diseño, formulación e implementación de tal política, esta no se dio a conocer.

Por tanto, “el principal desafío es tener una política sobre pérdida y desperdicio de alimentos, construida de manera concertada. La pandemia ha demostrado que la gente le tiene más miedo al hambre que al coronavirus.  Con una política y una visión sobre el significado social de este fenómeno ningún hogar habría ni tendría que pasar hambre”, sostiene el director del Observatorio Hambre Cero.

Frente a la poca eficiencia de toda la cadena de producción, distribución y consumo de alimentos, las ciudades tienen la gran responsabilidad de implementar planes de abastecimiento robustos, de generar políticas, acuerdos u ordenanzas departamentales de disminución de pérdidas y desperdicios de alimentos “ancladas a las políticas que ya deberían tener, no la tienen todos, de seguridad alimentaria y nutricional”, dice Juan Carlos Buitrago.   

Según explica el director ejecutivo de Abaco, los países desarrollados cuentan con planes eficientes de abastecimiento, que permiten entender la demanda interna y externa de cada uno de los grupos de alimentos para así mismo planificar la oferta. “En Colombia esto no existe, prevalece el desorden. La pérdida de alimentos comienza por la falta de planes serios de abastecimiento y quienes tienen la responsabilidad más grande son los gobiernos locales”, señala. 

El profesor Óscar Alfonso considera que “el modelo territorial de Estado centralista/clientelista entorpece la coordinación de los entes territoriales para enfrentar eficazmente la pérdida y desperdicio de alimentos. La RAPE Región Central, por ejemplo, tiene su énfasis en la seguridad alimentaria, y la recién creada Región Metropolitana también. Ese traslape de funciones, que terminará en disputa política, ocurre mientras que los campesinos cundiboyacenses productores de tubérculos, siguen a merced de los distribuidores depredadores que son los auténticos causantes de su aguda crisis”. Otro desafío político administrativo a superar. 

También se requiere un compromiso decidido por parte de la ciudadanía. Cambios en los hábitos de consumo serían la clave: no comprar de más, cocinar lo necesario, verificar fechas de vencimiento, aprender sobre el buen almacenamiento de los alimentos y no botar comida, compartirla o donarla.

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    Escrito por Paola Medellín Aranguren

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

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