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"La performance 'Un violador en tu camino' marcó un hito respecto al lugar que tiene el movimiento feminista en Chile": investigadora Javiera Cubillos Almendra

Publicado el Lunes, 03 Mayo 2021, en Divulgación académica, Destacados

Las desigualdades, exclusiones y violencias contra las mujeres requieren aún mayor investigación y reflexión para complejizar la diversidad de realidades que viven en los países latinoamericanos. 

Performance 'Un violador en tu camino' realizado en Santiago de Chile

 

Entre los aspectos a mejorar están la capacidad de diagnóstico en los diferentes territorios, el fortalecimiento de las instituciones encargadas de velar por la igualdad de género, la asignación de recursos suficientes para la implementación de programas acorde y en diálogo con mujeres organizadas y no organizadas. 

Así lo expresó Javiera Cubillos Almendra, doctora en Ciencia Política y máster en Igualdad de Género en las Ciencias Sociales, en entrevista con el Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia. La profesora de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica de Maule se ha interesado por los estudios feministas, el análisis discursivo de la política pública de la salud sexual y reproductiva en Chile y la importancia de integrar la interseccionalidad al desarrollo de las investigaciones feministas, desde una perspectiva decolonial. 

¿Cuál es el panorama de las políticas públicas con perspectiva de género en América Latina? 

Las acciones en pro de la igualdad de género en América Latina aún requieren ser trabajadas, han existido iniciativas en la región, pero con una débil institucionalización y muchas veces carentes de recursos. Es evidente que las medidas actuales son insuficientes, es necesario seguir articulando reflexiones, estudios y acciones que permitan complejizar cómo se dan estas desigualdades de género en cada uno de los países y en cada territorio.

Parece haber un interés generalizado por parte de los gobiernos por avanzar en estos temas, pero en ocasiones evidenciamos discursos retóricos, que se muestran favorables a la igualdad de género, pero sólo porque en los últimos años se ha construido como relevante a nivel internacional. Existe una cierta deseabilidad social tras estos discursos, pues no podemos hablar de gobiernos democráticos sin apelar a los derechos humanos, la igualdad de género y el reconocimiento de las llamadas “minorías” raciales. Entonces, la brecha política entre lo que se dice y lo que se hace suele ser abismal.

Las inquietudes respecto a la realidad de la mujer y la interpelación por las desigualdades muchas veces han venido desde fuera de la región y desde planteamientos colonialistas, en una lógica de cooperación al desarrollo. Los organismos internacionales, teniendo como referencia los países del llamado Primer Mundo, han exportado sus reflexiones en torno al desarrollo a América Latina para hacer un llamado sobre lo importante que es el tema y sugerir que se tomen acciones. Estos discursos de igualdad, promovidos por lógicas desarrollistas a partir de los 70s, buscaron posicionar a la mujer, en singular, como una categoría homogénea, y la han construido desde la carencia principalmente. La racionalidad que opera es que, si América Latina quiere salir de eso que es considerado “subdesarrollo”, debe trabajar para que la mujer se “desarrolle” a la par. A priori no es errado que los organismos internacionales interpelen a los Estados, los países y la academia a que vean una realidad que probablemente no estaban abordando, pero esto no siempre se ha construido a partir de un diálogo, considerando visiones más amplias o complejas sobre desarrollo ni se ha adecuado a las características de cada país y cada territorio. 

Pasado el tiempo y cambiando los enfoques, los organismos internacionales han generado un aporte a lo que se vive en los países. La ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han interpelado a los países para implementar políticas públicas que permitan el desarrollo de las diferentes mujeres y de mujeres específicas, como las mujeres rurales, las migrantes, las niñas y las adolescentes. Sin embargo, la debilidad está en que los organismos solo han podido sugerir y por lo tanto queda pendiente verificar hasta qué punto se concretan estas medidas. 

En Chile tenemos algunos avances, pero no han estado a la altura de las demandas del movimiento de mujeres y feministas. Hay instituciones y cargos que se han ido creando, pero muchas veces quedan a la discreción política del gobierno del momento o las/os profesionales en ciertos cargos, al presupuesto o la prioridad que se le designa o los énfasis que se le da. Por ejemplo, el propósito del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género en Chile durante los dos gobiernos de Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018), quien creó la institución, fue establecer mecanismos de equidad de género, avanzar en la promoción de la autonomía de las mujeres y en la disminución de desigualdades. No obstante, cuando cambia el gobierno a uno más conservador, particularmente en los dos gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), el Ministerio se ha enfocado en reproducir un rol de “mujer madre” y reforzar su papel en el espacio privado. 

En conclusión, institucionalidad, recursos suficientes, voluntad política y continuidad serían tres aspectos importantes para proyectar políticas públicas más robustas con perspectiva de género.  

Mencionaba la importancia de implementar políticas adecuadas según las características de cada territorio. ¿Hacen falta diagnósticos para conocer la situación real de las mujeres en los países latinoamericanos? 

Uno de los aspectos a mejorar es el diagnóstico: cómo lo realizamos, bajo qué enfoques, a partir de qué metodologías, con qué intereses. También es importante la capacitación de profesionales y su disposición a integrar una perspectiva de género, necesitamos que estén abiertos a reconocer la diversidad de experiencias de mujeres, no desde una lógica victimista sino desde el reconocimiento de las agencias y las visiones de mundo que las mujeres tienen en relación a su propia realidad. No todo tiene que ver con un conocimiento experto o técnico, es importante reconocer la capacidad de diálogo, de co-construcción que se pueda establecer en ese proceso diagnóstico y en los procesos de construcción de alternativas para responder satisfactoriamente a dichos diagnósticos. 

¿Cuáles considera son las expresiones de la inequidad de género en las ciudades?  

Cuando buscamos evidencia sobre las desigualdades de género, de la que más se habla es de la referida a brechas salariales. El empleo es probablemente uno de los campos más estudiados. Son evidentes las dificultades que tenemos las mujeres para entrar al mercado laboral, para ascender a puestos de responsabilidad y liderar equipos; también son notorias las brechas salariales entre mujeres y hombres por el mismo trabajo realizado. La división sexual del trabajo también es una desigualdad visible, tenemos ciertas carreras y empleos feminizados y justamente son aquellos que más desvalorizados están socialmente y menos remunerados económicamente. 

También vemos expresiones en la seguridad pública. El acoso callejero, las violaciones, el abuso sexual que se da en las calles, la percepción de inseguridad que sentimos las mujeres al transitar por ciertos lugares y en ciertos horarios. Todo lo cual condiciona las libertades de movimiento de las mujeres en la ciudad, desplazamientos que son necesarios cotidianamente para acceder a servicios, derechos, recreación, acudir a redes, etc. Hay estudios que avalan que las mujeres somos blanco de acoso o violación en espacios públicos y semi-públicos, pero también es importante reconocer cómo las mujeres nos sentimos cuando habitamos otros espacios que no son necesariamente la vía pública, donde nos sentimos incómodas, intimidades, donde solemos ser inferiorizadas o menos valoradas en relación con los hombres, como puede ser el espacio universitario o en espacios de participación política a diferentes escalas.

Junto con la violencia sexual y el acoso en los espacios urbanos, laborales y educativos, también observamos desigualdades en torno a las labores de cuidado, las tareas del hogar y las llamadas labores reproductivas. Actividades básicas para la subsistencia humana, como el aseo de la vivienda, la alimentación y cuidar de otros, son tareas tradicionalmente asignadas a las mujeres y que efectivamente realizamos, aunque unas más que otras y en diferentes condiciones. Cuando las mujeres comenzamos a salir de manera masiva al mercado laboral, nos enfrentamos a lo que se ha llamado “crisis de cuidado”, se genera una superposición de actividades que ha implicado articular trabajo remunerado con el no remunerado, lo que tiene consecuencias en la salud física y mental de las mujeres. Aunque esta situación de dobles o triples jornadas laborales ha sido una constante para muchas mujeres, con la pandemia y el cambio de hábitos que implicó, por ejemplo, el teletrabajo quedó más en evidencia. 

Todo esto redunda en violencias de género. Muchas veces hablamos de este violencia de género cuando un hombre maltrata a una mujer o hay un feminicidio de por medio, pero estas expresiones que menciono también son violencias de género y muchas de ellas están avaladas por los Estados, los centros educativos, los servicios de salud, la publicidad, los medios de comunicación, entre otros. 

¿Qué tanto los movimientos feministas han fomentado la equidad de género en las políticas y programas? 

El movimiento de feministas y de mujeres ha cumplido un rol fundamental. Muchas veces cuando hablamos de los hitos sobre la consecución de los derechos de las mujeres en la región latinoamericana, solemos recordar los acuerdos y convenciones internacionales. Evidentemente, uno de los hitos en este camino por tomar acción en pro de la igualdad de género son las convenciones internacionales en las que se plantea el estándar que se espera tenga un país en el marco de los Derechos Humanos; esto se convierte en un respaldo importante para que podamos exigir a los Estados que actúen frente a violencias específicas contra las mujeres o en casos de violencia por razones de género. No obstante, muchas veces pasa desapercibido que desde la primera mitad de la década de los 80 se empiezan a realizar encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe. Desde entonces hay una reflexión permanente respecto al panorama de las mujeres en la región y las formas de accionar frente a ello, se hacen seguimiento a los gobiernos en el marco de los acuerdos a los que se comprometen e incluso se debate sobre el apoyo o no las decisiones gubernamentales o actuar de manera autónoma. 

Es el movimiento feminista el que está en las calles, con manifestaciones masivas, performance, buscando constantemente visibilizar las problemáticas que vivimos las mujeres para exigir que los gobiernos y otros actores tomen acción. El rol de visibilización y demanda del movimiento feminista ha sido fundamental. Aunque en la actualidad es algo más visible en la región, hablamos de décadas de lucha y reivindicación que se cristalizan en estos encuentros y que fuera de ellos están presentes en cada uno de los territorios. 

Ahora que menciona las performances, durante el estallido social en Chile de 2019 surgió una que le dio la vuelta al mundo: “Un violador en tu camino”, creado por el movimiento feminista denominado “Lastesis” y que rápidamente se repitió en los principales escenarios de las ciudades de América Latina y del mundo…

Sin duda fue una performance muy viralizada y aplaudida. Hemos visto espacios en los que incluso se analiza la letra de esta obra que, aunque es breve, logra dar cuenta de manera certera de la realidad que vivimos las mujeres cotidianamente; probablemente se haya escrito y debatido mucho sobre este tema, pero la forma en que fue sintetizada en aquellas frases es inigualable. Además propone una puesta en escena corporal en el espacio público. Aquí hay dos elementos que han devenido como fundamentales para el debate feminista, para el movimiento feminista y también desde la reflexión académica. Por un lado, la importancia del cuerpo, vemos en la performance cuerpos en escena, ojos vendados, una manera de vestir, que sindica a las instituciones opresoras; en el cuerpo se cristaliza la violencia hacia las mujeres, es la experiencia la que se encarna, el cuerpo sexualizado de la mujer es el blanco de desigualdades, discriminaciones y violencias. Probablemente sea difícil dar cuenta hoy de las manifestaciones feministas sin tener en cuenta los conceptos de corporización y performance. 

Por el otro lado, está el uso del espacio público; históricamente a las mujeres se nos ha inscrito en un cuerpo sexuado, inferiorizado y vulnerado, y al espacio privado, en el hogar. Apropiarse del espacio público, al atreverse a salir sin miedo a espacios donde hemos sido inferiorizadas, calladas y violentadas, es una forma de mostrar que ahora estamos juntas, nos cuidamos y estamos aquí para hacer frente a lo que venga. El miedo probablemente no se ha ido, pero hemos podido expresarlo en diferentes lenguajes, se le da un nombre y se expresa en lo público. Podemos decir a viva voz quiénes son los responsables de la vulneración de nuestros derechos, de las desigualdades y las discriminaciones: el Estado, la policía, el juez, no es un hombre cualquiera que tiene un desequilibrio psicológico, sino que son todas las instituciones que constantemente han reproducido violencia heteropatriarcal. 

¿Qué logró esta performance en Chile? 

Pienso que, por un lado, cristalizó una especie de consenso; algo que se sabía o más bien se sentía, pero no era tan sencillo expresar. Por lo mismo, muchas mujeres nos identificamos y reprodujimos la performance, no solo en Chile sino en diferentes latitudes, porque estuvimos de acuerdo con el mensaje. Por otro, reafirmó la visibilización del movimiento feminista en la esfera política y en el espacio público. Esta performance se realizó el 25 de noviembre de 2019 en la ciudad de Santiago, en conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, en medio de una revuelta social que se inició en Chile en octubre del mismo año. La performance también marcó un hito respecto al lugar que tiene el movimiento feminista en Chile: en la revuelta y en el actual proceso constituyente.

Habrá paridad en la redacción de la futura Constitución, sin embargo, no basta con tener igual número de hombres y mujeres si en la práctica no tienen el mismo peso de decisión. 

Una cosa es la paridad y otra una Constitución que recoja las reivindicaciones feministas. Primero, porque no todas las mujeres somos feministas, paridad no quiere decir que ese 50 % de mujeres que participe en la redacción de la constitución vaya a reivindicar las necesidades más urgentes de las mujeres o que vaya a tener una impronta feminista en el discurso. Segundo, los miembros que conformen el órgano constituyente deben tener igual capacidad de decisión, entiendo que será así y debe ser así. Otro aspecto a tener en cuenta es que, aunque haya mujeres feministas en el proceso, no necesariamente representan a la diversidad de mujeres que habitan el territorio nacional, por esto la articulación y diálogo que tengan las y los constituyentes con las bases (movimientos sociales, feministas, quienes no están organizadas o no son feministas) va a ser fundamental. 

¿Cuáles considera son los principales desafíos que tiene hoy la equidad de género en las políticas públicas? 

El tema más urgente son los crímenes hacia las mujeres, los feminicidios; la sensibilización, la prevención y la generación de estrategias de abordaje oportuno. La violencia de género engloba diferentes manifestaciones de discriminación y exclusión que vivimos las mujeres, y la más grave es el feminicidio. Existen, además, necesidades materiales que deben atenderse, las altas condiciones de pobreza en las que viven las mujeres, las precariedades en temas de salud, educación, empleo y vivienda. Y también hay necesidades simbólicas o estratégicas como las disparidades de ingreso, la desvalorización del trabajo doméstico o de cuidados, el irrespeto hacia las mujeres en ciertos espacios públicos y de poder, entre otros aspectos. La institucionalidad y un presupuesto acorde para promover acciones contra las desigualdades y revertir las violencias de género son fundamentales. También es importante el diálogo con el movimiento feminista, sus demandas, hallazgos, propuestas, para hacer un ejercicio de gobernanza que les permita articularse. Un rol importante del movimiento feminista ha sido cubrir los innumerables vacíos que ha dejado el accionar gubernamental. 

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    Entrevista realizada por Paola Medellín Aranguren

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

     

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