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"Restringir el consumo de drogas y alcohol en el espacio público es una medida inviable, fracasada y populista": Julián Quintero

Publicado el Domingo, 16 Agosto 2020, en Divulgación académica, Destacados

En esta legislatura se tiene prevista la discusión en el Congreso de la República de una iniciativa dirigida a prohibir el consumo de drogas y alcohol en el espacio público, medida que en su momento fue declarada inexequible por la Corte Constitucional ¿Qué eficacia podría tener esta estrategia en la lucha contra las drogas?

Foto referencial

El Instituto de Estudios Urbanos consultó a Julián Quintero, sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia con Maestría en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en la Universidad de Salamanca; fundador de la Corporación Acción Técnica Social (ATS) y autor del libro "Echale cabeza", quien ha abordado el tema de drogas en Colombia desde el consumo con énfasis en la prevención, mitigación y reducción del riesgo.   

Además, el proyecto 'Échele cabeza cuando se dé en la cabeza' que hace parte de ATS realizó un informe sobre el consumo de sustancias psicoactivas legales e ilegales en cuarentena, tras realizar una encuesta a 1239 personas sobre su consumo y el tráfico de sustancias. Esta investigación concluyó, entre otras cosas, que “ni una pandemia puede acabar con las drogas”.

¿Por qué abordar el tema de drogas desde el consumo y no desde el tráfico? 

Porque el consumo de sustancias psicoactivas es tan inherente a la humanidad como la existencia de ella misma. Nosotros consumimos drogas desde que somos homosapiens, siempre nos han acompañado. La idea del tráfico, y sobre todo del narcotráfico, es cultural y de un momento histórico. Las drogas van a estar hasta el final con nosotros, el prohibicionismo no. Teniendo en cuenta que las sustancias psicoactivas siempre nos han acompañado como seres humanos, lo que tenemos es que gestionarlas para sacarles el mejor provecho con el menor riesgo y daño posible. La prohibición y todas las medidas que han querido acabar con ellas han fracasado en todos los momentos de la historia. 

¿Cómo se convierte Colombia en un país consumidor? 

Colombia siempre ha sido un país consumidor; ha tenido un consumo proporcional a sus desarrollos como cultura. Se ha consumido yagé y chicha hace varios siglos, se tiene registro de consumo de cocaína hace más de siglo y medio, heroína y marihuana después. Colombia siempre ha sido un país consumidor pero la carga de la intervención de drogas se ha ido al cultivo y a la producción y tráfico en los últimos 40 años. Hemos sido más productores y exportadores pero el país siempre ha consumido con unos picos interesantes en la época del hippismo en los 60 con la marihuana y el LCD; otro pico interesante con el bazuco iniciando los 80; un bum de la cocaína en los 90; la heroína entró en los 2000 al país y en la última época hemos visto un auge muy fuerte de las drogas de síntesis. 

Frente a ese panorama, ¿cómo considera que ha sido tratado el consumidor dentro de las  políticas públicas sobre drogas en el país? 

En términos de política pública Colombia es un país innovador y progresista. Desde los años 2004 - 2005 ya se hablaba de abordar el consumo como un asunto de salud pública; en 2007 ya había una política pública que así lo orientaba. Desde el 2012, la Ley 1566 dice que el consumo de sustancias debe tratarse como una enfermedad, y actualmente la Ruta Futuro (política integral para enfrentar el problema de las drogas) y hasta los lineamientos de Covid-19 tratan el tema desde esta perspectiva. 

El problema es que hay un lastre muy fuerte de tratar el tema desde el delito y por eso el eslabón más débil para ejercer este poder, que es la Policía, le cae al eslabón más débil que es el consumidor. El eslabón más débil de la cadena de persecución al narcotráfico es la polícia, es la que tiene que poner el pecho, y le cae al consumidor de a pie, que no tiene una estructura, ni tiene poder. 

En el papel está muy bien, se han hecho avances significativos, pero en la realidad todavía queda el lastre del síndrome de Pablo Escobar: creer que esto solo se resuelve con guerra. 

Para esta legislatura se tiene prevista una discusión en el Congreso de la República sobre el acto legislativo que busca prohibir el consumo en el espacio público ¿Cuál podría ser la eficacia de tal prohibición? 

Las medidas que buscan restringir el consumo en el espacio público como libre desarrollo de la personalidad son medidas que no solo han mostrado su fracaso en la práctica, sino también su inviabilidad constitucional y legal. Cualquier medida en ese sentido no deja de ser populista, que busca, con el uso de la fuerza, aplausos y votos, y que una vez más va a ser derrotada como ha pasado en los últimos 15 años. Nada más hace un mes lo ratificó el Consejo de Estado y hace un año la Corte Constitucional lo había advertido. Estas son ‘patadas de ahogado’ del prohibicionismo, una generación víctima del narcotráfico que ya está llegando a su fin y que frente a una nueva generación, menor de 30 años, para quien el narcotráfico es una historia, el camino no va ser el mismo. 

¿Qué tipo de medidas podrían ser más interesantes y efectivas para abordar el tema de las drogas en el país? 

Existen medidas que ya están dando resultados en otras partes del mundo, que buscan alternativas, regulación del mercado, que el Estado paute las normas para que las drogas se exploten comercialmente, que tratan el tema desde la salud pública como si fuera una enfermedad crónica cualquiera, que garantizan derechos a los consumidor, reducen el estigma y aumentan la investigación. 

¿Qué tanta relación comprobada tiene el consumo de sustancias psicoactivas con el delito? 

Lo que puedo decir es que la mayoría de los consumidores no son delincuentes. Según nuestros datos, menos del 3 % de personas han cometido un delito para consumir drogas; pero la mayoría de quienes cometen un delito consumen drogas. No es que los consumidores seamos delincuentes, es que los delincuentes consumen sustancias, especialmente en edades tempranas, en las que las tasas de consumo son de hasta del 80 %. 

La pandemia ha transformado nuestra manera de vivir y convivir ¿qué datos arrojó el informe sobre el consumo de drogas en cuarentena? 

El mercado ilegal de las drogas ya era clandestino y subterráneo, y no le quedó muy difícil acomodarse a las restricciones que implicó la pandemia. La heroína desapareció dos días de la calle y al tercero ya estaba ahí; los lugares para consumo de basuco cerraron dos noches, después ya estaban abiertos sin problema. La distribución se redujo un poco, pero en una semana ya estaba todo nivelado. 

Hubo una disminución del consumo, sobre todo en el rango poblacional de 18 a 24 años, que muchas veces viven en casas en donde todavía no saben que consumen. Hay un aumento significativo de drogas de sustitución, la marihuana es la droga de mayor consumo, pero también aparecieron la cafeína, bebidas energéticas y cigarrillo, que implican una alta estimulación y que en algunos casos estaban relacionadas con el teletrabajo y el insomnio. Desaparecieron sustancias de fiesta y socialización como el éxtasis, el MDMA y la cocaína. El 91 % de las personas dijeron que las sustancias les ayudaron a sobrevivir la pandemia y el trauma que esto implica. Y se aceleraron los procesos de compra por internet y entrega a domicilio.  

¿Qué tan complicada ha sido la convivencia en los hogares o con el vecindario en relación con el consumo, dada la imposibilidad de usar el espacio público por el virus? 

Se sabe que el alcohol ha producido alteraciones en la convivencia familiar, hay muchos reportes de violencia intrafamiliar, de consumo de cannabis y humo en propiedad horizontal. 

No hay que echarle la culpa al alcohol, los consumidores son personas que tienen problemas en su estructura, su personalidad, sufren de frustración y rechazo, y con el alcohol explotan, teniendo esas consecuencias en el hogar. El consumo de alcohol en el espacio público o en lugares especializados se llevó a la casa y lo mismo pasó con el cannabis. Ahora tenemos otros problemas relacionados con las pequeñas fiestas clandestinas que se están haciendo y también con el alcohol adulterado e ilegal que está generando daños que se suman a los del Covid.  

¿Qué impacto tiene para la ciudad, y en últimas la ciudadanía, restricciones y prohibiciones respecto a qué se hace y qué no en el espacio público, a propósito de la pandemia pero también considerando esta vieja discusión de si prohibir el consumo o no? 

Todo lo que vaya a ser prohibir, es la medida más mediocre de la institucionalidad frente a la incapacidad de educar. Educar siempre va a ser más costoso, largo, humano y, sobre todo, más efectivo. Prohibir simplemente entrega resultados en el corto plazo, y la gente no está dispuesta a asumir la medida porque viene desde una restricción e imposición, lo que debemos es buscar la concertación, convivencia y diálogo entre todos los actores del espacio público y los actores del hogar. Prohibir siempre es la peor decisión.   

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    Entrevista realizada por Paola Medellín 

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

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