En tiempos de pandemia la política de quedarse en casa para disminuir la propagación del virus hace evidente la necesidad de que la vivienda cumpla unos estándares mínimos de calidad y confort. Para Camilo Torres Parra, ingeniero Ambiental e investigador de la línea en gestión y tecnología para la sustentabilidad de las comunidades de la Universidad Católica de Colombia, la vivienda debe promover  salud en términos de, por un lado, el tamaño de la unidad habitacional, una adecuada distribución del espacio y el uso correcto de materiales para su edificación (calidad) y, por el otro, el confort lumínico, térmico, acústico, entre otros. 

“El confort es el estado de dignidad de una persona cuando la vivienda le aporta bienestar, salud y comodidad; es la percepción de satisfacción que siente un individuo cuando está en su casa”, explica el ingeniero Torres. “Muchas personas pueden fomentar la transmisión del coronavirus porque las viviendas, formales e informales, están mal diseñadas y no cumplen con los mínimos de calidad y confort”, advierte. Pero además, “si no nos contagiamos del virus, nos vamos a enfermar de ansiedad y depresión, o vamos a sufrir afecciones respiratorias o gastroenterológicas” por las malas condiciones de las viviendas.

Para el profesor Camilo Ríos Fresneda, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia, el problema de la vivienda en el país se ha enfocado en el acceso y la calidad de construcción y no en el confort. “Estamos preocupados por el tema de la resistencia, construimos las casas pensando en el riesgo sísmico como el gran enemigo”, dice. Así queda reflejado en el Reglamento Colombiano de Construcción Sismo Resistente (NSR-10) que establece las condiciones mínimas que debe tener una construcción. 

Sin embargo, el ingeniero Torres Parras considera que esto no es suficiente y que en Colombia, como en otros países, debería existir una robusta regulación en términos de habitabilidad. Si bien reconoce que se cuenta con una estrategia de vivienda saludable, esta solo se enfoca en las buenas prácticas dentro de la vivienda y no en los problemas de salubridad. El profesor Ríos Fresneda prevé que esta pandemia “pondrá de manifiesto la calidad y el confort de la vivienda para poder permanecer en ella mucho más tiempo del que estábamos acostumbrados”. 

Los problemas de habitabilidad no se reflejan solo en las unidades habitacionales, otros espacios donde pasamos la mayor parte de nuestros días como el trabajo o los centros educativos también tienen serias dificultades. De acuerdo con una investigación del ingeniero Camilo Torres Parra, uno de los autores del libro “Habitabilidad de la vivienda: una perspectiva de salud pública”, la habitabilidad en el país, en relación a la satisfacción de las personas, es entre precaria y semiconsolidada, no solo por las condiciones internas del espacio, sino por su entorno inmediato en el que se puede evidenciar contaminación atmosférica y auditiva, mal manejo de residuos sólidos, inseguridad y patrones de consumo de sustancias alcohólicas y psicoactivas. 

Déficit cualitativo de vivienda

De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda (2018), en Colombia hay 16.070.893 unidades de vivienda y 14.243.223 hogares particulares. Del número total de unidades habitacionales, el 61,53 % es de tipo casa, el 32,75 % tipo apartamento y el 4,38 % de tipo cuarto. Aunque la cifra oficial del déficit de vivienda cuantitativo y cualitativo en el país no se conoce, la profesora Adriana Parias, del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional y PhD en Urbanismo, estima que la cifra es de alrededor del 24 %, equivalente a aproximadamente 2 millones de hogares. 

En el caso de Bogotá estudios recientes dan cuenta que el déficit de vivienda ha venido disminuyendo de manera permanente en los últimos años. Según la profesora Parias, el déficit cuantitativo es del 3,6 % de hogares y el cualitativo de 5,5 %, para un total de 9,1 %. Este último hace referencia a tres componentes: diseño, construcción y materiales; hacinamiento y servicios públicos domiciliarios. 

Para la profesora del IEU lo que más preocupa es el hacinamiento, es decir, la densidad poblacional. En este sentido, explica que en el déficit cuantitativo se tiene en cuenta el hacinamiento no mitigable (hogares que habitan en viviendas con cinco o más personas por cuarto), mientras que en el cualitativo se considera el mitigable (hogares que habitan en viviendas con más de tres a menos de cinco personas por cuarto). “Estas son unas proporciones muy elevadas para espacios tan pequeños”, dice. 

En cuanto al tamaño del hogar por número de personas, el Censo de 2018 estableció que el 18.56 % de los hogares particulares es de 1 persona, el 21.77 % de 2 personas, el 23.27 % de 3 personas, el 19,53 % de 4 personas y el 16,87 % de 5 personas o más; el tamaño promedio de los hogares en Colombia es de 3,1 personas, sin embargo, lo que llama la atención es el tamaño en metros cuadrados de las unidades habitacionales en el país. 

“Hay intentos de ir introduciendo ese tipo de parámetros en la normatividad, porque hasta ahora no hace parte de la ley. La norma habla de topes en cuanto al precio que es el único condicionante, sobre esto trabajan los constructores, quienes adaptan materiales de construcción y tamaño al precio de la vivienda y su ganancia”, señala la académica.

El acceso a servicios públicos domiciliarios es otro de los problemas del déficit cualitativo de la vivienda en el país. En momentos de pandemia, cuando la recomendación más importante es lavarse las manos y realizar jornadas de limpieza permanente en los hogares, el agua se convierte en el elemento más preciado. 

La situación de los hogares de viviendas en alquiler también llama la atención de la profesora Parias en medio de esta emergencia por el Covid 19. “Los arrendadores están en peores condiciones que los propietarios de una vivienda y esto se debe a que en la informalidad hay una tendencia constante a crear una oferta de vivienda en alquiler que no cumple con las mejores condiciones en términos de calidad; esta forma de tenencia genera altos índices de precariedad”, argumenta. 

En este sentido, considera que son “desafortunadas” las medidas que ha tomado el gobierno nacional para dar un respiro a quienes no puedan cumplir con sus obligaciones de arriendo durante la emergencia. "Los arrendadores en todos los estratos sociales son del mismo nivel de ingresos que sus arrendatarios, e incluso comparten la misma vivienda”, advierte la profesora Parias. “Sería mejor pensar en un subsidio al arrendatario para que le pueda pagar a su arrendador”, agrega.

Son varios los aspectos a tener en cuenta en términos de vivienda, más allá de la política de “Quédate en casa” que ha abanderado el gobierno nacional. Sin condiciones adecuadas de calidad y confort pareciera imposible evitar el contagio y disminuir la propagación del virus. Como posible enseñanza para la política de vivienda en el país, la profesora Adriana Parias señala que habría que diversificar la política, es decir, no concentrar todo el esfuerzo del Gobierno Nacional en estrategias para el subsidio y la producción de nuevas unidades de vivienda sino destinar recursos importantes para su mejoramiento integral; y  crear una oferta de vivienda para arrendamiento en condiciones no precarias.