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Cali Panamericana: cinco décadas a caza de grandes eventos urbanos (1971-2021)

Publicado el Lunes, 21 Junio 2021, en Divulgación académica, Destacados

A cincuenta años de la realización de los Juegos Panamericanos, y con Barranquilla y Bogotá en la puja por acoger la edición de 2027, es fundamental hacer una revisión del caso de Cali, pues forma parte de una pequeña (y discreta) élite de ciudades que han apelado a este tipo de eventos para lograr una transformación significativa en corto tiempo.

Escenario de los Juegos Panamericanos de 1971 en Cali / Foto archivo

 

Escrito por: Erick Abdel Figueroa Pereira*
Profesor Asociado. Tiempo Completo. Facultad de Arquitectura, Universidad del Atlántico (Barranquilla) 

 

Un reto, una ciudad, tres motivos

Entre el 30 de julio y el 13 de agosto de 1971, Santiago de Cali (Colombia) celebró los VI Juegos Panamericanos, el más importante certamen multideportivo del continente americano, perteneciente al ciclo olímpico. Antes los habían acogido Buenos Aires (1951), Ciudad de México (1955), Chicago (1959), Sao Paulo (1963) y Winnipeg (1967). A cincuenta años de su realización, y con Barranquilla y Bogotá en la puja por acoger la edición de 2027, es fundamental hacer una revisión del caso de Cali, pues forma parte de una pequeña (y discreta) élite de ciudades que han apelado a este tipo de eventos para lograr una transformación significativa en corto tiempo. Las motivaciones de la candidatura de Cali para ser sede de los Juegos Panamericanos de 1971 eran: a) afianzarse como capital regional, b) dominar los municipios colindantes, y c) ganar estatus internacional respecto de Bogotá y Medellín, ciudades rivales en el contexto colombiano. 

La realización de los Juegos Panamericanos de 1971 produjo una alteración apreciable, en términos cuantitativos y cualitativos, en las formas de proceder del planeamiento urbano en Cali. La logística del certamen generó una suerte de “planeamiento paralelo”, esto es, los instrumentos del planeamiento tradicional vigente se subordinaron transitoriamente a los procesos de gestión urbanística del evento. Sin embargo, su significado en términos urbanísticos no ha trascendido. Aunque se reconfiguró la imagen de puntos clave de la ciudad, dejando algunos edificios emblemáticos de cierta complejidad técnica y estética, tales construcciones tuvieron escasa relevancia para la crítica arquitectónica.

Los Panamericanos de Cali, un urbanismo sin plan

La importancia del urbanismo en Cali, como disciplina técnica y como discurso político ordenador de las relaciones económicas, fue aumentando a mediados de la década de 1930, alcanzando su punto más alto a comienzos de la década de 1960. Entre 1943 y 1971 se contabilizaron al menos nueve tentativas de regular el crecimiento de la ciudad mediante diversos instrumentos y políticas de planeamiento urbano, siendo la más significativa de ellas la adopción formal del Plan Piloto de Wiener y Sert, ocurrida en 1954, y que fue la norma urbanística vigente hasta 1969. A finales de la década de 1960, el peso político del urbanismo también fue haciéndose más difuso y menos efectivo, al ampliarse su área de influencia desde el ámbito de la ciudad hasta el territorio de la región. Tal situación estaba en concordancia con el nuevo rol que tendían las ciudades medias e intermedias en el desarrollo económico del país, según la teoría de los “polos de desarrollo” que fundamentaba creación de las áreas metropolitanas. El territorio intermunicipal se convertiría en la nueva unidad administrativa, en lugar del área que tradicionalmente se encontraba dentro del perímetro urbano.

A mediados de la década de 1960, existían demandas latentes en la agenda urbana de Cali, que fueron abordadas con ocasión de los Panamericanos: aquí la política, el urbanismo y la arquitectura se pusieron a su servicio, teniendo un impacto positivo en la provisión de servicios públicos, en la construcción de infraestructuras viales, en la pavimentación de barrios, en la legalización y en la creación de barrios, así como en los nuevos equipamientos urbanos. La mayoría de las obras se ejecutaron en el período 1969-1971, completándose varias de las restantes tras la realización de los Juegos y hasta el final de la década de 1970. No obstante, los Juegos actuaron como cortina de humo ante tensiones sociales que son connaturales a la realización de estos eventos.

En este escenario, hay que decir que el plan de las obras para los Juegos no obedeció a una estrategia global de ciudad, ni se limitó solamente a los escenarios deportivos requeridos. Un repaso a la gestión del evento en materia de arquitectura y urbanismo, que el “plan” se alimentó de las diversas necesidades y realizaciones aplazadas de la agenda urbana: la Ciudad Universitaria, un nuevo hotel, los palacios de gobierno local y departamental, el nuevo aeropuerto, entre otros. El documento de la candidatura de la ciudad (1967) y la memoria oficial del evento (1972) consolidaron tal visión. Ante la ausencia de este plan, al cual fueron sumándose diversas obras entre institucionales, residenciales y de negocios, las obras para los Juegos Panamericanos tuvieron un efecto importante sobre las tendencias de crecimiento de la ciudad, por una parte, y con la puesta al día en infraestructuras y equipamientos, por la otra. Es decir, fue consecuente con su pretensión de catalizar otras operaciones urbanas. 

El examen de la planta urbana de Cali entre 1967 (año en que se concedió a la sede) y 1972, años de los cuales se hizo cartografía específica a partir del registro aerofotogramétrico, permitió constatar dos aspectos clave de la transformación urbana resultante: 1) que los desarrollos de crecimiento urbano se dieron en torno a vías principales, tales como la Calle Quinta (principal vía de conexión entre el sur y el centro de la ciudad) y, en menor medida, las nuevas autopistas del Sur y Oriental; 2) que la expansión no estuvo limitada al entorno de los principales escenarios deportivos. Los Juegos afianzaron un modelo de crecimiento hacia el sur; éste siguió una directriz lineal, marcada y enfatizada por las distintas intervenciones, generalmente localizadas en cercanías de la calle Quinta, pero también hizo visibles otros desarrollos dispersos por la ciudad, en especial urbanizaciones de vivienda unifamiliar y bifamiliar.

Los Panamericanos fueron otorgados a Cali en un momento en que estaba gestándose un ambiente político nacional relativamente favorable, liderado por el presidente Carlos Lleras Restrepo (1966-1970). La injerencia del Gobierno Nacional no se limitó a legislar en materia urbanística: impulsó una ruptura con el modelo vigente de gestión del crecimiento de las ciudades, que se caracterizaba por el uso de un modelo de planeamiento urbano local débil, cuya base aún era la definición de áreas de actividad (zonificación), y por el predominio del trazado vial como instrumento de crecimiento urbano. Se modificó la forma de pensar el planeamiento urbano, integrándolo a la planificación económica y social. A esto se sumó la presencia de destacadas personalidades de Cali y el Valle del Cauca en cargos ejecutivos relevantes para la definición, la financiación y la ejecución de las obras a realizar en la ciudad, tales como el Ministerio de Obras Públicas. Incluso había un alto cargo directivo colombiano en la junta directiva del Banco Interamericano de Desarrollo, así como un ex ministro de Obras Públicas (Virgilio Barco Vargas) en la junta directiva del Banco Mundial. A ellos se dirigieron distintas entidades locales, a fin de lograr empréstitos para obras de infraestructura, como la Ciudad Universitaria. Sin embargo, la literatura oficial del evento minimizó la participación del Gobierno Nacional como un actor relevante en el proceso. 

Cali, ¿un modelo de urbanismo de eventos a seguir?

La historia urbana muestra casos significativos donde la asociación entre la política, la arquitectura, el urbanismo y los grandes eventos ha sido más bien la excepción antes que la norma. Entre estos casos, existe una clase de grandes eventos que, aunque de segundo orden comparados con las Expos o los Olímpicos, han sido eficaces para el cumplimiento de ciertos objetivos relacionados con las agendas urbanas. Uno de los mayores énfasis en la literatura reciente sobre los grandes eventos descansa en su concepción como experiencias singulares para capitalizar dos tipos de procesos urbanos: por una parte, serían instrumentales en la clarificación de las tendencias de crecimiento de la ciudad o en el reforzamiento de enclaves urbanos, con un potencial de transformación proporcional al grado de concentración de las actuaciones. Por el otro, tendrían un potencial de incidir en importantes procesos de regeneración urbana, razón por la cual la concentración de edificaciones en una zona reducida de la ciudad no tendría el efecto deseado. 

El acierto en la elección del evento y de los lugares donde tendrá lugar, se mide por dos aspectos de capital importancia. Primero, su integración a la cotidianidad de la ciudad. Es decir, la manera en que, tras el evento, el edificio o el recinto responden a las demandas de la comunidad que se ha visto afectada con su construcción. Segundo, su capacidad de constituirse en un punto de referencia histórica. Al lado de los edificios emblemáticos, son las obras complementarias las que inclinan la balanza hacia el lado de los hechos positivos en lo urbano, puesto que se trata de necesidades aplazadas, que se sirven del evento como la excusa perfecta para acometer su realización. La continua realización de grandes eventos deportivos en una ciudad permite evidenciar los problemas del uso intensivo de un conjunto de edificaciones cuyo sostenimiento es cada vez más difícil y costoso. Esto genera un círculo vicioso de búsqueda de eventos que justifiquen invertir en la reforma y adecuación de los escenarios existentes, así como en la construcción de otros más.

El análisis de las intervenciones en las ciudades que acogieron los Juegos Panamericanos, antes y después que Cali, no arrojó evidencias de una relación directa alguna entre la localización de las infraestructuras y la transformación urbana. En lo que sí coincidieron fue en la importancia que adquirió la ejecución de la infraestructura de movilidad, en particular cuando se trataba de medios de transporte colectivo, como trenes metropolitanos o metros, o aeropuertos. Notable por demás fue constatar el carácter de pieza urbana con grandes repercusiones en una escala urbana, de la Villa de los atletas (la Villa Panamericana). Se encontró que es más importante el emplazamiento del equipamiento y su relación con la infraestructura de movilidad que el tipo de equipamiento o escenario que se construya según el evento a realizar.

Entre las sedes panamericanas, Cali tuvo la mayor transformación urbana en razón de su tamaño, estructura urbana, provisión de servicios públicos, localización de equipamientos deportivos y alojamientos, afectación de la infraestructura de movilidad y nuevas construcciones de iniciativa privada. Aunque aún hace falta refinar algunos parámetros de comparación, ahondando en la historia urbana de cada una de las sedes, está claro que este descubrimiento es incontestable e incontrovertible. Queda la inquietud de precisar por qué esto ocurrió solamente en Cali. El camino está abierto a nuevas interpretaciones.

  • *Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos. Magíster en Filosofía. Licenciado en Filosofía. Arquitecto.

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    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

     

    • Etiquetas: Cali, Juegos Panamericanos, transformación urbanística, Urbanismo
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