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"Tras la pandemia la educación debe ser una simbiosis entre la presencialidad y la virtualidad", Fabio Jurado

Publicado el Martes, 13 Octubre 2020, en Divulgación académica, Destacados

La nueva normalidad en Colombia implica retornar a nuestras labores de manera paulatina. Por ello se propone un mecanismo de alternancia para que los estudiantes y profesores vuelvan a las aulas de clases.

Foto referencial AFP

 

Sobre los retos, implicaciones y aprendizajes en términos de educación tras la pandemia, el Instituto de Estudios Urbanos dialogó con el profesor Fabio Jurado Valencia, docente especial de la Universidad Nacional de Colombia, quien fue director del Instituto de Investigación en Educación de la misma institución.  

¿Cuál es el principal reto para la educación tras la pandemia? 

La pandemia ratificó las debilidades que tiene el sistema educativo colombiano. Por un lado, la calidad de los docentes se ha puesto en juego, al igual que la de los materiales impresos y digitales, que a nivel ministerial circularon entre 2015 y 2018, como los derechos básicos de aprendizaje, las guías de trabajo, entre otros. Estos textos son considerados un retroceso porque no se ajustan a los avances planteados en los lineamientos curriculares de 1998.  

También se debe hablar de las instalaciones físicas de las instituciones educativas en el sector público, y sobre todo aquellas condiciones de masificación de las aulas, porque hay docentes que tienen 200 estudiantes, donde cada grupo lo conforman 40 alumnos. Según Pisa el ideal de estudiantes por salón es de 25 y un máximo de 28, condición que el país no cumple. 

Otra debilidad son las infraestructuras digitales y la calidad de la conectividad, las cuales no han tenido el desarrollo esperado. Después de dialogar con varios docentes a lo largo del país, encontramos que lo más delicado sin duda es la ausencia de los medios digitales más adecuados para continuar con el ritmo de los aprendizajes desde el confinamiento social. 

¿Se puede afirmar que el país pudo superar satisfactoriamente las medidas de confinamiento en relación con el sector de la educación? ¿Qué diferencias podemos identificar?

Los gobiernos locales en general supieron proceder ante esta situación, en especial las ciudades capitales donde se tuvo el criterio para determinar qué hacer frente al coronavirus. Sin embargo, las clases medias y bajas no tuvieron las mismas oportunidades que las altas, porque el coronavirus puso al descubierto qué tan agudas eran las desigualdades que ya existían en el país.

En los sectores más desfavorecidos no se tuvo acceso a los libros, porque se quedaron encerrados en las escuelas y tampoco se contó con herramientas digitales fuertes, entonces no se pudo ejecutar la educación remota. Se dificultó realizar  actividades mínimas: subir y descargar materiales; acceder a bibliotecas virtuales o tener redes potentes.

Un asunto que nos llama la atención sobre la educación primaria y secundaria tiene que ver con el programa del Ministerio de Educación Nacional, Todos a aprender, el cual lleva 10 años y debía mejorar la calidad de los docentes, pero no ha dado los resultados esperados. Las guías de trabajo que los profesores entregaron a los niños fueron más cuestionarios para resolver, los cuales agotaron a los estudiantes y sus familias, muchos decidieron no resolverlos porque estaban totalmente descontextualizados frente a lo que se esperaba de una coyuntura como ésta. Otros profesores trataron de mantener el contacto con sus estudiantes y diseñaron guías propias, pero se encontraron con el obstáculo de la debilidad en la conectividad. 

El Ministerio ha hecho esfuerzos, pero se le cuestiona la manera como los ejecuta. Por ejemplo, la entrega de tabletas en zonas rurales, con el apoyo del gobierno de Corea, fracasó porque estas fueron usadas para tomar fotos y jugar, debido a que no se les dieron herramientas a los niños y jóvenes, para crear bibliotecas digitales.

Teniendo en cuenta que según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y del Laboratorio de Economía de la Educación, solo el 43 % de las personas tienen acceso a internet móvil o fijo, solo el 17 % de los estudiantes de colegios rurales cuentan con internet y computador y el 96 % de los municipios no estaban preparados para implementar clases virtuales ¿Es posible superar estas brechas para integrar la virtualidad a la educación o la solución es volver a la presencialidad? 

La modalidad presencial y virtual constituyen una simbiosis inevitable, es decir, la pandemia propició las condiciones pedagógicas y sociales para reconocer que la educación remota va a permanecer en el sentido del uso de herramientas digitales para incorporarlas en las dinámicas de trabajo presencial.    

Esto debía haber existido desde antes, pero siempre hubo resistencia, tal vez por la conectividad. Desde el Instituto de Investigación en Educación a través de la Maestría en Educación, hemos visto un cierto desencanto de los maestros en regiones como Guaviare, Arauca, Casanare y Tumaco, frente al uso de herramientas digitales, porque cuando tratan de entrar para tener una interacción virtual con los profesores, la red se cae y cuando se les envían materiales para que los descarguen, también se manifiesta una resistencia por los mismo.  

Los profesores consideran que se invierte mucho tiempo esperando que la red funcione adecuadamente. Existe una serie de prejuicios que toca ir rompiendo con los apoyos logísticos e infraestructurales necesarios para que haya  fluidez en la conectividad y así hacer realidad esta simbiosis entre lo virtual y lo presencial. 

Las características de la escuela tradicional se van a ir rompiendo por lo vivido con la pandemia. La intersección entre las herramientas digitales y las pedagogías presenciales no serán una dicotomía, sino que establecerán una relación de comunicación ágil, cooperación y retroalimentación, para que dejen de ser modalidades alternas.     

Es un compromiso para los gobiernos futuros, tanto locales como nacionales, de garantizar herramientas digitales con la calidad que se requiere. En una investigación de 2014 del Instituto en Educación, publicada en el libro La lectura en las escuelas de la periferia, mostramos casos de zonas rurales como el Tambo Cauca, donde se encontraron cuartos con ordenadores viejos del programa Computadores para Educar, los cuales se dañaron y no se pudieron arreglar porque no habían técnicos preparados. Por otra parte, son lugares donde no llega la electricidad ni el internet, entonces hay una serie de circunstancias para analizar y mejorar la educación a todo nivel (preescolar, primaria, secundaria, media y superior). 

Según la OCDE el 91,9% de los docentes tienen título profesional, 9% son normalistas y técnicos o tecnólogos y el 41,1% tiene títulos de posgrado.  A pesar de estas cifras muchos docentes no estaban preparados para la virtualidad, por ello debieron en poco tiempo aprender y plantear estrategias para superar este obstáculo. Incluso han tenido que invertir más tiempo laboral  ¿Cuál es el panorama  para los docentes tras la pospandemia?

 

Colombia es un país que le da más valor a los certificados y diplomas que a los dominios de las competencias aprendidos por las personas. A nivel mundial somos la nación con el mayor número de universidades, pero esto no se ve reflejado en el desarrollo de la ciencia y tecnología..Por ejemplo, en esta pandemia no se ve que en los docentes haya una masa crítica necesaria para tomar decisiones con el fin de mantener los contactos académicos y pedagógicos con los estudiantes en la educación remota.

Este dato que suministra la OCDE hay que asumirlo con reserva y cuidado, porque el hecho de que el 91,9% de los docentes tengan título universitario no implica que haya calidad en la educación. Desde la maestría encontramos que hay debilidad en la formación de los docentes que cursaron licenciaturas a distancia, porque el monitoreo y la retroalimentación que se requiere en torno a la lectura y la escritura no existen. Eso lo detectamos en las pruebas de admisión a la maestría,  por eso el primer año está dedicado a ayudarles a dominar semánticamente los textos de carácter teórico.

Además estos pregrados a distancia son de universidades que ni sabíamos que existían, los mismos docentes reconocen que lo importante era pagar el semestre y eran promovidos sin mirar su desempeño. Aquí los cuestionamientos son: ¿Qué pasa con el ministerio y las secretarías de educación en la regiones?, ¿por qué no intervienen de tal modo que haya criterios rigurosos para determinar a quienes van a formar desde las distintas regiones?

Ahora, la OCDE incluye en los posgrados las especializaciones, las cuales son ofrecidas por universidades que ni siquiera tienen Facultad de Educación, faltando a la ley la cual señala  que los programas deben estar en una unidad académica especializada en educación. Los docentes las toman porque eso implica un mejoramiento en el escalafón y muchas veces no tenían nada que ver con sus desempeños profesionales, por ejemplo profesor de matemáticas en secundaria, cursando especializaciones en educación sexual. 

En las maestrías hay un mayor control para su aprobación y algunas han hecho una importante labor en las regiones. Pero el dato de la OCDE, está enfocado en las especializaciones, porque cuando hubo recursos se invirtieron en ellas pensando que se  iba a dar una mejoría en las prácticas pedagógicas, sin embargo, no fue así por la falta de monitoreo y control de la calidad.

¿Cuáles son los retos para los estudiantes al retornar a los entornos escolares urbanos y rurales teniendo en cuenta que de cada 100 niños que ingresaban al colegio, solo 44 se graduaban en el país antes de la pandemia? ¿Podemos prever un aumento de la deserción escolar a partir de la pandemia?

Es relativo hablar de deserción escolar en esta coyuntura de la pandemia, porque en el caso donde las instituciones educativas no tuvieron interacción con sus estudiantes, se podría considerar que los abandonó.  Las secretarías de educación municipales no hicieron monitoreo de los colegios y entonces no es responsabilidad de los niños ni de los jóvenes la deserción. 

Muchos docentes fueron casa por casa llevando las guías de trabajo, cuya calidad también debe ser revisada. Hubo casos, especialmente de los profesores de la red de lenguaje, quienes presentaron materiales innovadores y didácticos para mantener el entusiasmo de los estudiantes en esta coyuntura. Pero los cuestionarios que sólo eran para responder generaron el rechazo de los alumnos.    

El Ministerio tiene un programa llamado 'Todos a aprender', en el cual un docente acompaña a otro e identifican las interacciones en el aula, para buscar mejores mecanismos de aprendizaje con los estudiantes. Sin embargo, no tiene el nivel que se requiere. Todavía persisten métodos como que los niños de transición pinten la O y realicen planas, cuando los enfoques socioculturales y socioconstructivistas en América Latina han avanzado de manera tal, que son los niños los que aprenden a leer y escribir cuando sienten que lo necesitan y para ello preguntan y hay una persona que los acompaña a describir este sistema. 

La pandemia favorece el hecho de reflexionar sobre los problemas y las fisuras del sistema educativo colombiano, porque el dato es catastrófico de cada 100 niños que ingresan a transición solo 44 terminan el grado 11. Es necesario analizar cómo está estructurado el sistema educativo para comprender porque se va abandonando en el trayecto. Cuando se termina el grado noveno, los jóvenes ven que décimo y once es casi lo mismo. Si se matriculan sólo van un tiempo y luego no vuelven.

¿Cuál es el papel que desempeñan los padres en este proceso educativo, tras la pandemia?

La pandemia condujo a que la escuela se encontrara con las familias y viceversa, hemos observado cómo la familia logró entronizar con lo que la escuela ofrece y por lo tanto entender estas contradicciones y paradojas. Es un aprendizaje por parte de las familias cuando son conscientes de que por allí no es y deciden acompañar a sus hijos en otras posibilidades.

Pueden pronunciarse frente a ese tipo de tareas que colapsó la relación familiar, porque se enviaron una guía para cada asignatura, es decir, 9 o 12 en total, entonces es ilógico responder todos los cuestionarios, cuando el decreto 1860 invoca por la educación de  proyectos y la integración curricular, a partir de problemas o de centros de interés. Las familias también necesitan de tiempo para trabajar desde la casa y regularmente solo se cuenta con una unidad digital. Además, si al mismo tiempo hay varias herramientas en uso, la conectividad se hace más débil.

Este encuentro entre la escuela y la familia ha sido de cierto modo positivo y ojalá se mantenga porque lo que seguramente vendrá es pensar la educación a partir de la integración de las áreas fundamentales, problemas, proyectos y preguntas. Eesto dependerá del tipo de acompañamiento que las entidades territoriales en educación garanticen para las instituciones y también cómo las universidades que tienen trayectoria se comprometen en ese proceso.

En conclusión, las familias constituyen un aporte valioso, pero en Colombia tenemos que preguntarnos de qué familias estamos hablando. En las comunidades más vulnerables la familia está desajustada, entre otros, porque el conflicto armado atañe a las condiciones de construcción afectiva y emocional de las mismas. Cada institución educativa tendrá que revisar el perfil de las familias, porque esto no es homogéneo.

¿Cuál puede ser el resultado de los planes de alternancia propuestos por los gobiernos locales y nacional? 

La alternancia es factible según sean las condiciones reales de cada territorio e  institución educativa. Hay que reconocer la madurez de los directivos, de los gobernantes locales, quienes son los que tienen que tomar determinaciones, según los análisis en bioseguridad hechos para controlar este virus. No puede ser una decisión de carácter etnocentristas la que oriente el paso a la alternancia porque es un país con muchas diferencias a nivel social y cultural y esto hace que se reconozca la iniciativa de las comunidades frente a esta circunstancia.  

Hay un asunto muy delicado y es la masificación de las aulas, no es posible hablar de alternancia cuando los grupos oscilan entre 35 y 50 estudiantes, porque se necesitaría de tres horarios para que sean 15 alumnos por grupo. Pero es importante considerar el estado de ánimo de los niños y jóvenes que quieren encontrarse e ir a la escuela, porque lo más valioso es la interacción con los otros, es decir, la amistad, el juego y los lenguajes múltiples que circulan en la escuela, esas son las pedagogías invisibles que se dan más allá del aula.

¿Teniendo en cuenta el panorama general, qué futuro viene para el sector educativo después de la pandemia? 

No basta con aumentar el presupuesto para educación, hay que mirar cómo se invierte. Infortunadamente en algunos casos los recursos se invierten de una manera muy improvisada, sin consultar a las comunidades académicas, regionales ni a los padres de familia, sobre lo que requieren las instituciones. Eso de enviar desde Bogotá lo mismo para todos, es necesario detenerlo, porque de acuerdo con la ley general de educación se declara que según el proyecto de educación se determinarán los materiales de trabajo. El ministerio es el primero que rompe esa condición que hace parte del contrato social para lograr procesos educativos que estén a tono con lo que está ocurriendo hoy en el mundo.

Es necesario, reconocer la autonomía de los municipios. El ministerio debe monitorear y contribuir como una entidad interlocutora, pero tiene que parar la actitud etnocentrista de enviar los mismos libros de contexto para un país con tantas diferencias y diversidad cultural. Una prioridad es enderezar el sistema educativo, comenzando por el Ministerio de Educación, el cual está atomizado desde que se suspendió la planta de profesionales que desde la década 80 existía. Ahora cada gobierno lleva su grupo y eso hace que se afecte la calidad. 

La otra prioridad tiene que ver con la recomendación que la OCDE le hizo a Colombia en 2014: hacer realidad que el ciclo de la educación preescolar sea la prioridad, porque es una etapa determinante y decisiva para el desarrollo en el pensamiento de las personas. Colombia tiene un sector de transición en el sector público y que no es educación preescolar, porque pretende enseñarle al niño a leer y a escribir cuando eso no es propio de este ciclo. 

En la parte superior del sistema educativo tenemos la otra fisura, que es la educación para los jóvenes porque no responde a sus expectativas, En casi todos los sistemas educativos del mundo hay preparatorias, gimnasios hi school, es decir, educación media diversificada. Pero en Colombia no lo tenemos, décimo y once es llamado como educación media, pero está divida entre lo académico y lo tecnológico, no hay una diversidad de áreas para que los estudiantes en la última etapa ubiquen rutas antes de llegar a la educación superior.

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    Entrevista realizada por Claudia Sánchez

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Covid 19, educación, Educación Virtual, Pandemia
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