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El ordenamiento territorial, una metáfora del poder

Publicado el Domingo, 07 Mayo 2023, en Divulgación académica, Destacados

El establecimiento de la dominación española implicó la definición de un ordenamiento territorial que cumplía con los intereses del imperio. En primer lugar, se establecieron circuitos de comunicación que organizaban los corredores de intercambios siendo el prioritario el que conectaba el interior con el exterior, organización territorial que quedó hasta el presente.

Escrita por:
**Fabio zambrano Pantoja

El establecimiento de la dominación española implicó la definición de un ordenamiento territorial que cumplía con los intereses del imperio. En primer lugar, se establecieron circuitos de comunicación que organizaban los corredores de intercambios siendo el prioritario el que conectaba el interior con el exterior, organización territorial que quedó hasta el presente.

Definido esto, España organiza los espacios conquistados en unidades micro, como fueron las ciudades y las villas, luego en un nivel medio o meso, como fueron las provincias, y macro, representadas en las audiencias y virreinatos. Sin mayores modificaciones, esto perduró durante los trescientos años de la dominación imperial. De ello quedó la jerarquía de los puertos y de los corredores que drenaban las riquezas a estas ciudades, entre otras continuidades que heredamos de la dominación española.

Este ordenamiento territorial tenía un propósito bien definido, como era el de buscar la eficiencia tributaria. España no hizo otra cosa sino el establecimiento de un sistema de transferencia de riquezas de sus posesiones de ultramar a la metrópoli y para lograr esto impuso un ordenamiento territorial que resultara acorde con estos propósitos. Por supuesto, que esto no podía hacerse independiente de la geografía, como tampoco de los pobladores originales, eso es cierto, pero todo se resignifica, se renombra con una toponimia española, en un intento de creatividad espacial que perdura, así su significado original se haya diluido.

El establecimiento de la República, con la Constitución de la Villa del Rosario de Cúcuta en 1821, trajo consigo el establecimiento de otro paradigma del poder. Desde ese momento quien legitima el poder es el pueblo, y de él deviene la legitimidad del sistema político. Desde entonces, hasta el día de hoy, se ha realizado un esfuerzo por organizar el sistema de representación política que demandaba un ordenamiento territorial específico.

Desde entonces, en los doscientos años de vida republicana que llevamos recorridos de manera permanente se ha legislado para organizar el ordenamiento del territorio en las unidades micro, los municipios, meso, los departamentos y los estados federales y la nación como la unidad macro. Desde 1821 en adelante, el ordenamiento territorial busca establecer la eficiencia electoral. Todas las unidades como los municipios, en su momento los cantones y las provincias, luego los Estados Federales y por último los departamentos, surgen como parte del esfuerzo por establecer mapas electorales.

La cartografía cambiante que nos muestran los mapas de la República de Colombia o Gran Colombia, de los Estados Unidos de Colombia y finalmente, desde 1886, Colombia, todos representan los esfuerzos por organizar en los territorios las clientelas controladas por los caciques y gamonales locales y provinciales, estructuras de organización política construidas gracias a los sistemas de compadrazgo, de vecindad, de circuitos económicos y étnicos, como también de las redes culturales y religiosas, sin dejar al lado las guerras y las recomposiciones de las filiaciones partidistas.

Por esta vía, los partidos políticos, el conservador y el liberal, se convirtieron en sistemas que permitieron sumar pequeñas y medianas clientelas, de organizaciones políticas que controlaban pequeños y medianos territorios y fueron definiendo las adscripciones partidistas de manera homogénea a nivel micro, y entreverado a nivel medio y macro. En otras palabras, en los municipios las militancias se fueron definiendo por un partido u otro de manera mayoritaria y buscando las alianzas con sus vecinos inmediatos.

En esta lenta y constante definición de los mapas electorales se encuentra el control de los recursos, el manejo de los tribunales de justicia, la apropiación de los presupuestos y otros intereses materiales, como también la defensa de principios, sea la salvaguardia de la religión católica o de las ideas de separación de la Iglesia y el Estado. Las divergencias en los discursos fueron profundas y muchas veces ocultaban los conflictos por el control de recursos.

Las dinámicas poblacionales, las transformaciones económicas y la transformación de los partidos políticos fueron creando nuevas necesidades en la administración territorial y es por ello que empezaron a surgir las áreas metropolitanas siendo la primera de ellas el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (1980) que asocia a diez municipios ubicados en este valle. Se trata de una ciudad que se extiende en diez municipios y que su funcionamiento continúa bajo los principios de las municipalidades y no se ha logrado una integración administrativa efectiva. Posteriormente surgieron otras áreas metropolitanas que siguieron el mismo camino, como es el de agregar municipios sin delegar funciones.

Entre tanto, en las últimas décadas surgieron diversas propuestas de modificar el ordenamiento territorial heredado de la Constitución de 1886, el cual no fue alteradopor la Carta de 1991. Luego de numerosos proyectos de crear una nueva ley orgánica, por fin en el 2011 entró en vigencia la ley orgánica de ordenamiento territorial (LOOT) como una norma que regula la distribución de competencias, funciones, recursos y servicios entre las entidades territoriales y la Nación. Uno de los resultados de la LOOT ha sido que por fin la región ha comenzado a ser reconocida. Sin embargo, las regiones no pasan de ser la sumatoria de departamentos.

En conclusión, continuamos organizando el ordenamiento territorial desde los mapas electorales, ya sean las áreas metropolitanas, las regiones o las novedosas propuestas de creación de ciudad región como acaba de aparecer. Todas estas nuevas formas de ordenar los territorios mantienen sin modificación alguna a los mapas electorales. Como una aplicación del conocido principio que nos legó Tomás de Lampedusa en El Gatopardo, hay que cambiar todo para que nada cambie. El gatopardismo que estamos viendo en las profundas reformas del ordenamiento territorial, los recipientes electorales se mantienen intocables, sean estos municipios o departamentos, y de esa manera se le asigna nuevos nombres a realidades antiguas.

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    ** profesor titular y director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Bogotá, ciudades, Ordenamiento, Territorial
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