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El cambio ya venía por la calle. Las primeras líneas de un nuevo discurso

Publicado el Domingo, 14 Mayo 2023, en Divulgación académica, Destacados

Mucho ha cambiado en la sociedad colombiana desde hace noventa años cuando, por primera vez, se pretendió salir institucionalmente de las junglas feudales en las cuales las castas legatarias del poder de la dominación española mantenían violentamente sometida al conjunto de la población.

 

Al Profesor Hernán Henao Delgado.
In memoriam, a 24 años de su asesinato

“Se practicaba la oposición entonces con caracteres de barbarie y de ferocidad… Quienes hoy miran con malos ojos la existencia de cualquier brote de inconformidad pregonaban la consigna de hacer invivible la República. Las vías de hecho, el atentado personal, la acción intrépida, en una palabra, la violencia,… se abría camino en los círculos más altos y responsables. Con razón se ha dicho que la violencia no tuvo su origen en el pueblo, sino que, como filosofía y como práctica, vino desde lo alto…”
Alfonso López Pumarejo.[1]

“Podemos contar hasta el fin, aquí en Colombia, nuestro regodeo en la violencia, pero también nuestras saboteada y redentora vocación a la paz.”
Ricardo Silva R.[2]

 

Escrita por 

Fernando Viviescas Monsalve

I
La transformación cultural ha sido trascendental; tanto que por parte de la actual dirigencia política, económica y social no se tiene la capacidad analítica y crítica para interpretarla correctamente. Para la gran mayoría de los dirigentes y para muchos académicos contemporáneos la población, el “pueblo”, la gente sigue siendo una masa de hombres y mujeres sin criterios para comprender cuáles son sus condiciones de vida y, menos, para decidir inteligentemente cuáles serían las mejores perspectivas de existencia hacia el futuro.

Es la versión contemporánea de una miopía que, al decir de un brillante pensador hace cuarenta y cinco años, es ancestral. “Significa esto que los grupos superiores, antes que ser los conductores de una empresa civilizadora, han centrado sus mayores energías vitales en afirmar una distinción radical en relación con unas masas profundamente despreciadas, que ayer eran las castas de la tierra y hoy componen el populacho…”[3]

Esa falta de entendimiento y de sensibilidad les impide comprender el enorme avance cultural y político que han realizado y consolidado las nuevas ciudadanías mientras han venido construyendo material, sensible y racionalmente la formación social que hoy se presenta mayoritariamente jugada en el siglo XXI hacia la consolidación de la democracia -económica, social, de género, étnica-. Crecientemente consciente de su responsabilidad con la naturaleza; comprometida con la extensión y profundización de la convivencia pacífica y, en consecuencia, copartícipe en la búsqueda ahora globalizada de las posibilidades de vida humana digna sobre la tierra.

En esa incapacidad de interpretación y en la pobreza imaginativa de esas dirigencias estriba fundamentalmente el recurso a agitar la idea de “incertidumbre y caos” del momento actual con el cual sus plumíferos pretenden tergiversar la fascinante situación que vive hoy Colombia[4] e impedir que se sigan desarrollando los procesos intelectuales, proyectivos, culturales y de concreción con los cuales han trasegado los millones de mujeres y hombres que, durante los últimos cincuenta o sesenta años, han forjado las situaciones que apenas ahora empiezan a ser tangibles para esa limitada capa dominante, pesar de que ha sido delante de sus ojos, y día a día, donde se ha dado esa enorme edificación que tenemos hoy al frente.

Tanto los sectores tradicionales como sus nuevos áulicos: las clases medias, incluidos los “altos” empleados, intelectuales y, hasta, académicos que fueron surgiendo durante los últimos sesenta años y que, cómodos en un statu quo que los subsumía, fueron constituyendo la base ideológica sobre la cual se montaba la narrativa de la “democracia más estable de América Latina”. A pesar de los cientos de miles de asesinados por cuestiones políticas (la gran mayoría civiles) sobre los cuales está montada esa “democracia”- se sienten ahora “hundidos en el estupor y la desorientación” porque después de doscientos años no controlan el Estado y, particularmente, sus recursos, como les correspondería a ellos por ser (eso han creído siempre) los depositarios de la única forma de gobierno que merece Colombia.

II

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La misma expresión del Presidente Gustavo Petro, formulada recientemente, señalando que “el Cambio es más difícil de lo que pensaba” [5] refuerza la idea -equivocada- de que las transformaciones apenas comienzan ahora con su gobierno. Sin embargo, desde otro ángulo, puede proyectar la complejidad de la transformación cultural y política que se produjo en Colombia para que en los comicios del 19 de junio de 2022 resultara vencedor el Pacto Histórico.

En efecto, aunque bien pudiera pensarse que fue de manera inconsciente, tanto él como la Señora Vicepresidenta Francia Márquez se habían referido, el 1 de mayo, a una de las últimas y más potentes concreciones de esa revolución cultural: con una sentida convocatoria “al pueblo” para que manifestara activamente en las calles su apoyo a las reformas que por mandato popular está planteando y gestionando el gobierno, inmediatamente, aludieron a la “Primera Línea” como el referente esencial de los movimientos reivindicatorios contemporáneos[6] en el país.

Esa alusión activó inmediatamente la reacción grosera de la prensa tradicional que dejó ver de manera nítida su resentimiento y, al lado de reeditar el manido relato de que el “populista Petro” está convocando a las masas para iniciar “su dictadura”, repitieron su apelación al miedo gritando que las movilizaciones populares solo “significan la destrucción de las grandes y excelentes instituciones que ha configurado nuestra próspera sociedad”.

Esas simplificaciones, que vergonzosamente encuentran eco en muchos ámbitos “intelectuales” e incluso en algunos “académicos”, siguen desconociendo que las nuevas ciudadanías -esas que, si, rompieron el cerco inhumano que se les impuso por el brote de la pandemia, pero que ya habían hecho presencia en el espacio público a finales de 2019 cuando se presentó el llamado “cacerolazo” e incluso antes cuando, para superar el fatal resultado del Plebiscito de 2016, ocuparon durante semanas las plazas de nuestras urbes y particularmente la de Bolívar en Bogotá, para presionar al Congreso y constitucionalizar el acuerdo de la Habana- constituyen un conglomerado humano cuya consciencia del entorno y del devenir contemporáneos les da un conocimiento que soporta una posición política y cultural no sólo autónoma sino muy inteligente.

Inteligencia y sensibilidad que fueron forjando y agudizando esas multitudes durante los últimos ochenta años cuando se tuvieron que dedicar, prácticamente solas, a construir la más grande obra que ha hecho la sociedad colombiana materializada en las metrópolis y grandes urbes que hoy constituyen el albergue de casi el 80% de más de cincuenta millones de hombres y mujeres.

En la edificación de esos gigantescos hábitats, aquellas mujeres y esos hombres iban configurando los complejos referentes interpretativos y de comportamiento que hoy -además de mantenerlos, como lo muestran los informes de la Comisión de la Verdad, totalmente conscientes de las causas y procesos que los expulsaron de sus regiones ancestrales y en comunicación con quienes aún permanecen en esos lares- los presentan con una identidad cultural y política concatenada -a través de la instantaneidad de las redes sociales- con los horizontes que se han establecido en todo el orbe como los soportes de definición de las agendas emancipadoras mundiales: Los movimientos feministas y sus derivaciones contra todo tipo de discriminación de género; las movilizaciones contra el racismo; la lucha mundial contra el calentamiento global y la búsqueda profunda de la equidad económica y la consolidación de la paz.

Estas fueron precisamente las banderas con las cuales, las multitudes que instituyeron La Primera Línea en el espacio público colombiano, pusieron contundentemente en evidencia la obsolescencia programática de todo el espectro político nacional y mostraron la inutilidad de establecer con el mismo cualquier tipo de relación.

La forma como el establecimiento “resolvió” esa problemática no hizo más que confirmar las denuncias que las ciudadanías del siglo XXI habían escrito en las calles de nuestras urbes con música, danza, escultura, pintura, poesía, debates, esto es, con creatividad: “la policía nacional reaccionó de forma desproporcionada, ilegal y apartada del principio de humanidad… Su actuación causó una masacre que acabó con la vida de 11 jóvenes , dijo Carlos Negret, exdefensor del pueblo y coordinador de la investigación, ordenada por la alcaldesa de Bogotá, Claudia López”.[7]

Después, con la animación de un presidente que se disfrazaba de policía para “darle apoyo a los agentes del ESMAD” (Escuadrones Móviles Antidisturbios) se contaron en decenas los manifestantes muertos y los mutilados específicamente de sus ojos.


III.
Así las cosas, por la contextura organizativa, cultural y política que mostró la Primera Línea durante la coyuntura habrá que mirar cuidadosa y críticamente la manera cómo se desarrolle la convocatoria presidencial a esas nuevas expresiones políticas y qué consecuencias pueda tener la eventual interactuación con las mismas dado que, desde sus enunciados públicos, han dejado claro que no solo no pertenecen a ninguna organización del espectro político colombiano sino que, por el contrario, surgieron efectivamente al margen y, muchas veces, en contra del mismo.

En el fondo, con esta interactuación se estaría inaugurando una nueva era en las relaciones del Estado con la sociedad civil pues sería un absurdo que, en pleno siglo XXI, el llamado tratara de conseguir un seguimiento mecánico y acrítico a los planteamientos del ejecutivo.

Para empezar, la Primera Línea -como lo demostró durante los coyunturales meses de abril a julio de 2021- estaría hablando, debatiendo y actuando políticamente desde los referentes intelectuales, analíticos, críticos y organizativos sobre los cuales se generaron los procesos autopoiéticos que, a la vez que permitieron la edificación autónoma de los barrios, de las comunas, de las localidades, etc., fueron creando y profundizando unas concepciones de la existencia en la cuales se forjaron los caracteres y las formas de comportamiento, los sentimientos y las maneras de establecer y desarrollar la existencia cotidiana y de largo plazo de las experiencias urbana y metropolitana contemporáneas.

Especialmente en las declaraciones emitidas durante el segundo trimestre de 2021, la dirigencia de la Primera Línea -en cuya constitución, es indispensable consignarlo, resaltaba el aporte femenino. Dejó en claro que eran conscientes de que constituían una forma política de nuevo tipo porque representaban una población que no solo tuvo que abocar la construcción de su hábitat, en general de las urbes, sin ayuda del Estado y que nunca ha formulado un proyecto de ciudad y, por ello, siempre llegan tarde sus intervenciones- y sometida a las leyes de un mercado monopolizado por un capital hirsuto y hostil sino, y esto es fundamental, en medio de una experiencia, única en América Latina, determinada por la violencia generalizada tanto en los lugares de origen como en los sitios de destino- que, según la Comisión de la verdad, solo desde 1958 hasta hoy ha producido más de 700.000 asesinados por la violencia política.

Que sus enunciados políticos provienen no de discursos manidos o anacrónicos sino de la reflexión y crítica cotidianas de la experiencia colectiva forjada en ese terrible contexto, que les permiten construir, por ejemplo, referentes culturales, psíquicos y comportamentales que potencian el desarrollo vivencial de sus niños y niñas y jóvenes dentro de parámetros de dignidad.

Que sus horizontes programáticos hace mucho rato dejaron atrás la coyunda de las “necesidades básicas insatisfechas”, para establecer un programa reivindicativo señalado por la educación y la cultura en el cual el reclamo por el tiempo libre y su disfrute creativo es fundamental, como lo demuestra la enorme y estética dotación que el trabajo comunitario -en el cual el liderazgo femenino ha sido determinante- ha extendido en los millones de metros cuadrados de sus barrios con bibliotecas, centros de estudio y del cuidado, salas de exposiciones artísticas, teatros, locaciones deportivas, etc. para establecer el referente de la vida digna, individual y colectiva, y ganarle al asedio de las bandas criminales y de los “gota a gota” crediticios.

IV. 

unnamed 1Por la experiencia política, administrativa y vivencial que han construido tanto la Señora Vicepresidenta como el Presidente es seguro que conocen esta realidad y saben que el interlocutor que acertadamente han convocado está dotado de un conocimiento que, puesto sobre la mesa, no sólo les va a revolucionar el discurso tradicional sino que les va a permitir elevar el horizonte reivindicativo, esto es, el nivel político de la discusión ubicándolo en un estrado en el que nunca ha estado en Colombia.

Allí se verá claro que al mismo nivel de importancia de la economía, de la reforma agraria y del rescate de la salud como un derecho -indispensables, sin la menor duda- habrá que poner y atender de manera inmediata a la instrucción pública y, fundamentalmente, a la cultura como ejes esenciales de este gobierno de transición: es imperativo empezar a propiciar el “reparto de lo sensible” del que habla Jacques Rancière.

Se revelará nítido que, por ejemplo, es inaplazable pensar y diseñar una política urbana que reglamentando el problema de las plusvalías, al mismo tiempo, contemple y haga vinculante la redefinición del espacio público en las nuevas territorialidades para que se resuelva, por poner un caso, el terrible déficit de bibliotecas públicas que tienen nuestros centros poblacionales: es inaplazable elevar y cualificar nuestro pensamiento crítico y eso no se alcanzará sino hasta cuando la lectura se haga costumbre. En la consecución de esas calidades de existencia es donde radica consecuentemente la sustentación teórica y política de la paz total.

Es de esperar que en ese escenario de interlocución con la Primera Línea se aboque la redefinición del concepto mismo de necesidad para sacarlo de la relación con el precario “mínimo vital” y ubicarlo en la órbita de la dignidad de la existencia -individual y colectiva- avanzando por el camino que, para ello, han tomado las mujeres y los hombres que han configurado este nuevo continuum territorial en el cual estamos viviendo, después de noventa años de avanzar demográficamente de una población mayoritariamente ruralizada a una netamente urbana.

En acuerdos como ese, si se logra, se fortalecerá la coherencia política que tiene que existir entre las medidas que el gobierno vaya proponiendo y la presión política que para su aprobación -compitiendo con el lobby que siempre han ejercido en los corredores y salas legislativos los capitales y riquezas dominantes- se despliegue en las calles animada y orquestada con los tambores, los cánticos, las danzas, los poemas, las pinturas y los videos que últimamente han hecho una fiesta de las manifestaciones ciudadanas.

Así se alcanzará la garantía de que el cambio cognitivo y cultural que la población mayoritaria ha venido consolidando hace décadas se profundice hasta naturalizar el vivir sabroso por el disfrute creativo del tiempo libre que el Presidente reclamaba al final de su discurso en el balcón del palacio de Nariño el pasado primero de mayo.

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    [1] . Discurso de Alfonso López Pumarejo, el 4 de mayo de 1959, cuando recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Colombia. Álvaro Tirado Mejía, El Pensamiento de Alfonso López Pumarejo (Bogotá: Biblioteca Banco Popular, 1986), p. 126.
    [2] . Su Columna “Purgatorio”, en Periódico El Tiempo (Bogotá, 12 de mayo de 2023).
    [3] . Mario Arrubla en, AA. VV. Colombia, Hoy (Bogotá, México 20, E.F., Madrid: Siglo Veintiuno editores, 1978), p. 8.
    [4] Ver la columna de Ricardo Silva R., citada anteriormente.
    [5] . Pepa Bueno, El País, Madrid, 3 de mayo de 2023 . https://elpais.com/internacional/2023-05-03/gustavo-petro-el-cambio-es-mas-dificil-de-lo-que-pensabamos.html?autoplay=1
    [6] . Con respecto a la relación de la calle y los movimientos reivindicatorios en el mundo actual, he propuesto una visión en un artículo reciente: Fernando Viviescas M., La restitución del espacio público: el ámbito de la protesta social, Revista Formación Política No. 1, Centro para la Educación Política; en https://centro-educacion-politica.org/wp-content/uploads/2023/03/R1-4.-La-restitucion-del-espacio-publico-el-ambito.pdf
    [7] . Informe independiente apoyado por el sistema de Naciones Unidas sobre lo ocurrido en Bogotá los días 9 y 10 de septiembre de 2020. Catalina Oquendo, Periódico El PAÍS, España, 13 Dic 2021. https://elpais. com/internacional/2021-12-13/ una-investigacion-de-la-onu-concluye-que-la-policia-colombianamato-a-11-jovenes-en-las-protestas-de-bogota.html

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    *100

    ** Arquitecto Urbanista; Master of Arts, University of Texas at Austin. Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia, adscrito al Instituto de Estudios Urbanos (IEU) y al Centro para la Educación Política (CEP) de la misma institución. 

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Bogotá, ciudades, País
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