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De la reforma tributaria al “reparto de lo sensible”

Publicado el Domingo, 13 Noviembre 2022, en Divulgación académica, Destacados

La significación del paso hacia el cambio que dio la ciudadanía colombiana el 19 de junio pasado es de tal magnitud que la mayoría de la población todavía se debate entre una expectante ilusión y la confusión de los opositores por encontrar una manera sensata de confrontar al nuevo gobierno. No es para menos: cada propuesta y cada actitud, por insignificante que parezca, puede tener una enorme incidencia tanto en el inmediato futuro como en la proyección en el largo plazo.

 

Fernando Viviescas M1

A eso se agrega que, como resultado del trabajo del gobierno para establecer la base política -y técnica en los ministerios- con la cual empezar a implementar los planteamientos de campaña, se conformaron muy rápidamente las mayorías parlamentarias que se requieren para aprobar las leyes y las disposiciones que darán soporte institucional a las transformaciones, con lo cual se introdujo una dinámica inédita al debate político en los primeros cien días de la gestión que tomó por sorpresa a todas las agrupaciones con respecto a la manera de asumir -y negociar- cada rol actitudinal con respecto a la función administrativa. 

Todo esto se ha precipitado por el anuncio del Ministro de Hacienda sobre la aprobación por parte de las plenarias de Senado y Cámara de la “Reforma Tributaria para la Igualdad y la Justicia Social” con lo cual, según el funcionario, se aseguran los recursos para financiar la “Paz Total” -que también ya ha sido sancionada- incluyendo los programas que disponía el “Acuerdo de Paz” suscrito por el Estado colombiano en 2016. 

Igualmente, además de mostrar la solvencia fiscal que garantiza el pago de la deuda externa, tranquilizando los mercados internacionales, potencia la posibilidad de la Reforma Agraria con la consiguiente transformación de la economía agrícola del país y la consolidación de la soberanía alimentaria nacional.

Varios elementos son importantes de resaltar en el sentido inaugural histórico que encierra la aprobación institucional del par de estandartes más determinantes de la propuesta política que escogió la mayoría colombiana a mediados del año: la apuesta definitiva por la paz como ámbito de desarrollo de la sociedad y la instauración a su interior de la equidad tributaria para proyectarla inteligente y responsablemente como construcción colectiva. 

No solo se ha dado paso a la reforma tributaria más progresista (y progresiva) de la historia colombiana sino que, además, su combinación consciente con la instauración de la “Paz Total” le insufla un sentido inteligente y sensible pues con ella se puede soportar el desarrollo de  programas económicos estructurales que -más allá de la coyuntura- van a fortalecer el devenir de la producción nacional, modernizándola para que con ella se atiendan -en la perspectiva estratégica- no sólo los más elementales necesidades de la gente sino la dinamización del emprendimiento empresarial, tanto en el campo como en las urbes, de tal manera que pueda atender la demanda de empleo y, por ese camino, se logre una mayor y mejor distribución de la riqueza material que construimos todas y todos los colombianos en un marco de responsabilidad e inteligencia con el medio ambiente.

Ese es el horizonte -complejo, extendido en el tiempo y demandante de conocimiento- que abruma a las élites colombianas que nunca tuvieron la inteligencia ni la sensibilidad para concebir conscientemente la construcción de un proyecto de sociedad más o menos decente.

Llenar ese “vacío proyectual” (que diría Gui Bonsiepe) es el reto que, ahora, una mayoría de la población colombiana, en permanente crecimiento, consolidación consciente e inteligente, ha venido asumiendo en las últimas décadas y que en las plaza, avenidas, en las calles, carreteras, en las urbes, en el campo y en las regiones ha dado contenido filosófico y cultural a la superación de la guerra y de la confrontación armada como formas de expresión política.

Como lo muestra el Informe de la “Comisión de la Verdad”, en una trayectoria material e intelectual de más de cuarenta años esas multitudes, que se han tenido que desplazar por millones del campo a la ciudad, no sólo han denunciado lo absurdo de la explotación de la naturaleza desarrollada por los grandes capitales mineros, por la deforestación desaforada y por la ganadería extensiva, sino que con las mujeres y los hombres que las han integrado han construido las grandes metrópolis que hoy constituyen el albergue de la gran mayoría de la población colombiana.

Con el determinante fundamental de que esa construcción no se ha limitado a lo meramente físico, a la morfología espacial de la edificación: en realidad, en una producción eminentemente autopoiética, a medida que se daba la constitución de la ciudades colombianas desde los años treinta del siglo pasado -y como uno de los resultados más potentes de esa misma edificación- se fue instituyendo la cultura ciudadana que hoy, a su vez, constituye la base de la identidad compleja y diversa de las mayorías colombianas.

Ellas mismas, y en comunicación física y temática con las corrientes políticas y culturales del mundo contemporáneo, han constituido imaginarios que les permitieron configurar -y hacerlo triunfar en las urnas- un ideario programático que contempla tanto la responsabilidad en las relaciones con la Naturaleza como la consciencia clara de luchar contra cualquier forma de discriminación y de subyugación motivada en la diferencia de origen económico o geográfico, étnico, etario, sexual o de género.

Es esta dinámica constituyente, que por supuesto sigue funcionando en el país, la que condensa la fuerza y la coherencia de la relación de  la aprobación de la Reforma Tributaria con la Paz Total y con la aspiración a “vivir sabroso”.

Pues, en efecto, el horizonte del Cambio que ha entronizado con su voto la mayoría creciente de la ciudadanía no se limita solo a cubrir las falencias y carencias que han dejado doscientos años de absurda limitación cultural y política; ni se trata, como lamentablemente han sostenido algunos funcionarios del gobierno y el mismo Presidente, de la simpleza de “que los ricos paguen para atender a los pobres”.

Su visión es mucho más amplia: la solvencia técnica y cultural de los funcionarios que han estado al frente de la consolidación de las propuestas que estamos comentando permite pensar que con ellas se aspira a crear condiciones de existencia que permitan a la mayoría de la población acceder a lo que Jacques Rancière llama el “reparto de lo sensible”, tal como lo reclamaban los manifestantes que se tomaron las calles y bulevares de nuestra ciudades el año pasado cuando, además de reclamar por el empleo, la educación y la salud, reivindicaban la cultura, el arte, el medio ambiente, las igualdades de género y la diversidad étnica. 

El horizonte marcado por esta visión existencial motivó la furiosa reacción del gobierno pasado que actuó en connivencia con la incapacidad de comprensión de esas nuevas formas de reivindicación por parte de  las organizaciones políticas tradicionales y de cierta élite intelectual y académica que las tacharon de “caóticas, utópicas y populistas” porque no se acomodan a los petitorios consignados en los manuales institucionales de “necesidades básicas insatisfechas”.

Todos ellos estaban lejos de entender que las danzas y canciones, las pancartas y esculturas que acompañaban a las arengas en el espacio público colombiano entre el 2020 y el 2021 apenas expresaban lo que Ranciere refiere: “… la práctica artística no es lo exterior al trabajo sino su forma de visibilidad desplazada. El reparto democrático de lo sensible hace del trabajador un ser doble. Saca al artesano de ‘su’ lugar, el espacio doméstico del trabajo, y le da el ‘tiempo’ de ser en el espacio de las discusiones públicas y en la identidad del ciudadano deliberante…”2

Esa es la proyección existencial que al parecer puede alcanzar la coincidencia de miras que tienen la Paz Total y la Reforma Tributaria y por ello es que vale la pena persistir -y vigilar su cumplimiento- en el intento de implementarlas conjuntamente en la hora actual de la nación colombiana.

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    Realizada por: Fernando Viviescas M

    1Arquitecto Urbanista. Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia, vinculado al Instituto de Estudios Urbanos (IEU) y al Centro para la Educación Política (CEP) de la misma universidad y Profesor Externo de la Maestría PEGPAU, de la Universidad de Guadalajara, México.

    2Jacques Rancière, El reparto de lo sensible. Estética y política (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2014), p. 68.

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Ciudadanía, Colombia, Economía, Reforma Tributaria
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