El jueves miles de ciudadanos salieron a las calles para rechazar la gestión del gobierno nacional en cabeza de Iván Duque. “Se trató de una manifestación policlasista y sin una organización única”, dijo Zambrano. “Fueron tan masivas y dicientes en el rechazo que era difícil que el Gobierno no las escuchara, no las entendiera y no las convirtiera en políticas públicas”. (Lea aquí: La irrupción de la protesta social en la agenda política del país)La irrupción de la protesta social en la agenda política del país) 

Al final del día, se desató una oleada de vandalismo en las calles de Bogotá, que dejó daños en estaciones de Transmilenio, saqueos y enfrentamientos con la fuerza pública. Frente a este escenario, el alcalde Enrique Peñalosa decretó ley seca en la ciudad.

El historiador Fabio Zambrano recordó que en el imaginario de los mandatarios en el país está intacto el mito de que “el pueblo borracho destruyó a Bogotá el 9 de abril de 1948, la quemó y desde entonces, en ocasiones la aplican”. (Lea aquí: ¿Por qué se decreta la ley seca en situaciones especiales en el país?)

En efecto, tras los tres disparos que ese día retumbaron en el momento en que el reloj de la torre de la iglesia de San Francisco, en el centro de Bogotá, marcaba la 1:05 de la tarde, y el líder Jorge Eliécer Gaitán Ayala se derrumbó de espaldas sobre la acera occidental de la carrera 7.ª frente al número 14-35 del edificio Agustín Nieto, la ciudad fue epicentro de una violencia que se conoció como el Bogotazo.