Escrito por:
Fernando Montenegro Lizarralde
Instituto de Estudios Urbanos
Universidad Nacional de Colombia
La Región Metropolitana Bogotá-Cundinamarca fue creada políticamente hace un año, el 22 de julio de 2020, bajo similares consideraciones a las existentes en otras áreas metropolitanas del país, en donde la participación municipal o distrital se hace de manera voluntaria por cada uno de los municipios que pueden integrarse a ella. En la actualidad cerca de quince municipios discuten el asunto. El concepto político de área metropolitana surgió con la Ley 128 de 1994, hace cerca de treinta años, concepto que ha venido evolucionando y tomando fuerza en la medida en que los municipios asociados han crecido y fortalecido sus nexos territoriales y funcionales. Ha sido una historia político-administrativa que ha caminado lentamente a la zaga de los hechos reales.
La noción metropolitana, tal como su denominación lo dice, se relaciona con el crecimiento de las ciudades, el aumento de la población, el fortalecimiento de la economía y especialmente el aumento dinámico de su influencia sobre el entorno próximo y sobre entornos más distantes, inclusive globales. Las primeras aglomeraciones metropolitanas se generaron en las grandes capitales imperiales del mundo merced a esa relación de influencias multiescalares que se producían en los procesos de dominio y concentración del poder. Con el desarrollo capitalista global este hecho se difundió como parte de las condiciones económicas del mercado en todas las latitudes.
El sistema de ciudades en Colombia es muy particular en el conjunto latinoamericano, surge como respuesta a una geografía difícil y compleja, pero curiosamente similar en producción y condiciones de vida, que se concentra en la cuenca del río Magdalena. Difícil por cuanto dispone de pocas tierras planas que le permitan el desarrollo extensivo de grandes ciudades, y compleja porque se desarrolla sobre un territorio quebrado de múltiples subregiones con enormes dificultades para la relación física entre ellas y entre el conjunto de sus núcleos con los mercados internacionales, hecho que obligó a soluciones basadas en la multiplicación de las aglomeraciones y a la construcción priorizada de nexos de comunicación con efectos enormes en la segregación y la marginalidad.
Bogotá se constituye en el primer paso hacia la formalización metropolitana en Colombia. En 1954, durante la dictadura y sin una clara idea de la autonomía municipal, se crea el Distrito Especial, un conjunto de siete municipios se integran a una nueva noción urbana y se acelera el proceso de crecimiento de la capital. Es un hecho que se relaciona con el inicio de un fuerte proceso de urbanización y con el cambio del crecimiento demográfico que a mediados de la década del sesenta se centra en la ciudad.
Durante los siguientes cincuenta años que cierran el siglo XX, Bogotá y su entorno se convierte en una de las mayores regiones metropolitanas del continente latinoamericano y jalona un proceso similar en las demás subregiones del país, pasando de un sistema de relaciones interurbanas a un sistema de relaciones multi metropolitanas, muchas no formales institucionalmente, pero reales y efectivas en la economía imperante de mercado.
En un principio la posibilidad de un Área Metropolitana fue negada en la Constitución de 1991, intención que se basaba en la oposición al carácter centralista que el país político mantuvo hasta entonces y a cierto convencimiento subjetivo que buscaba la desescalada demográfica de una gran ciudad. En Colombia y en el mundo las ciudades no crecen por convicciones o imposiciones políticas, crecen debido a los procesos sociales y económicos que las comunidades generan.
Desde la creación del Distrito Especial se han sucedido varios hechos que aún no se comprenden en toda su magnitud y que seguramente van a influir en las relaciones político-administrativas que intenta el acto legislativo de 2020. Lo primero que hay que recordar es que una región metropolitana surge a partir de una gran ciudad central, pero se desarrolla a partir del crecimiento armónico y regulado en múltiples relaciones, del conjunto de municipios que le sirve de soporte territorial; en este sentido, la noción multiescalar de los vínculos regionales es evidente.
La ciudad central tiene una gran influencia en los procesos de crecimiento y conurbación con los municipios de la Sabana de Bogotá, la más evidente con Soacha, la octava ciudad más grande del país. Es un crecimiento y un proceso de conurbación que no tiene un simple carácter polarizador central, algunos de ellos se manifiestan en forma aislada, generando grandes manchas urbanas y económicas semi independientes en el entorno más inmediato, como los de Cota-Chía-Cajicá y Sopó-Tocancipá-Gachancipá en el norte o Funza-Mosquera-Madrid en el occidente.
La influencia de este conglomerado central se extiende hacia entornos más distantes y se produce sobre condiciones económicas múltiples y diversas, cotidianas o rítmicas y a veces periódicas o decrecientes. La relación más permanente se relaciona con el soporte ambiental y alimentario que la cordillera oriental y el altiplano cundiboyacense presta a la aglomeración central, a Bogotá y su entorno inmediato y el retorno económico y de servicios que se obtiene a cambio. La segunda relación en importancia se relaciona con el crecimiento turístico y de esparcimiento, relación periódica pero intensa que se genera en fines de semana y en períodos de vacaciones y que ha permitido transitar de la producción agraria de pan coger a una de las concentraciones turísticas más importantes del país. En las últimas dos décadas y gracias a la conectividad, las telecomunicaciones y el cambio tecnológico en los servicios, la vivienda ha surgido como una relación en aumento, ocupando suelos municipales que habían perdido su vocación agraria y su dinámica de relación económica.
La siguiente dimensión toca relaciones multidepartamentales. La influencia metropolitana, amén de la provisión alimentaria e industrial, se extiende hoy en día a los entornos de Ibagué, Tunja y Villavicencio, generando una interacción social y económica entre las localizaciones industriales de la región metropolitana y los mercados de estos vecindarios, fundamentada en la economía de escala y en la creciente conectividad vial.
La región metropolitana Bogotá-Cundinamarca es un hecho social y económico. Es un hecho en permanente estado de crecimiento y consolidación, en donde los agentes privados han encontrado los caminos de la formalidad mucho antes que los agentes políticos y han permitido la construcción de nuevos caminos de emprendimiento y prestación de servicios antes de solucionar los temas ambientales, de planificación de transporte o de inversión pública, propios de los agentes públicos. Es fácil entender en donde se encuentra el reto de la necesaria acción política regional y si es posible un vínculo administrativo más moderno y adecuado.