El invitado es Doctor en Geografía y Ordenamiento Urbano; consultor experto en movilidad urbana; Director para América Latina, Instituto para la Ciudad en Movimiento (2007 – Actualidad); Director Ejecutivo, Consejo de Planeamiento Estratégico, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2006 – 2014); y Subsecretario de Transporte y Tránsito, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2003 – 2005).
A partir de su experiencia académica y de los procesos de toma de decisión en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, así como de su labor como director para Latinoamérica del Instituto para la Ciudad en Movimiento —think tank orientado a priorizar los temas de movilidad desde el urbanismo—, el profesor Andrés Borthagaray habló de su gestión activa para reflexionar, desde una perspectiva latinoamericana, sobre la conceptualización y evolución de la idea de “la calle”. Dicho trabajo se materializó en el libro Ganar la calle: compartir sin dividir(2009), proyecto que, a su vez, resultó inspirador para dos momentos clave en los procesos de ordenamiento territorial recientes de Bogotá, en términos de la reconceptualización de lo que significan las normas urbanísticas y el espacio público para la movilidad de la ciudad: (1) el intento de modificación del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la ciudad en 2013, y (2) la modificación y adopción del POT vigente en 2021.
El libro trata sobre once ciudades de América Latina en las cuales se propuso analizar cinco tipologías de calles entre ellas las de origen colonial, las construidas durante las grandes intervenciones de la República o aquellas desarrolladas a partir de los cambios de siglo. El proceso de investigación procuró que cada uno de los casos estudiados estuviera acompañado por un actor local. Los insumos obtenidos del trabajo se emplearon en cursos y talleres basados en el proyecto, además de servir como material para las presentaciones realizadas en el Foro Urbano Mundial de Nápoles en 2012 y en el Foro Urbano Mundial de Medellín en 2014. Como aspiración más ambiciosa, desde el ámbito académico se buscó elaborar un manual de diseño de calles orientado a mejorar la calidad urbana.
En esta línea, y en una publicación posterior titulada La fábrica del movimiento: 16 casos de políticas públicas para la movilidad urbana (2013), se buscó aprender de las lecciones y experiencias en materia de transporte, espacio público y movilidad implementadas en distintas ciudades del continente. Dicha investigación dedicó dos capítulos al estudio de caso de Bogotá, en los que se discutieron, por un lado, las oportunidades perdidas para generar espacio público a partir de la implementación del sistema TransMilenio, y, por otro, las razones que explican por qué Bogotá aún no cuenta con un sistema de metro. Otro caso de gran interés, aunque conflictivo, fue el de Santiago de Chile con la implementación del Transantiago (actual Red Metropolitana de Movilidad), donde se evidenció el paso repentino de un sistema de ómnibus tradicionales a una red estructurada de troncales y alimentadores, proceso que derivó en una crisis política y de gobierno.
A lo largo de la intervención del profesor surgieron preguntas sobre los conflictos y tensiones entre el automóvil y el peatón, las competencias de las entidades territoriales, así como sobre las características que deben analizarse en torno a la calle. La reflexión condujo a afirmar que la calle constituye el espacio público por excelencia, al representar aproximadamente el 80% del espacio público de una ciudad y ser determinante en su estructura y planificación. La situación se vuelve más compleja cuando se olvida el conjunto de funciones que la calle debe cumplir: ser espacio de intercambio e intersección, soporte de infraestructuras, medio de escurrimiento de aguas y hábitat para la fauna y la flora. Reducir su función exclusivamente a la circulación del automóvil suscita un debate clásico de la gestión urbana en torno a las decisiones que se adoptan y a las tensiones persistentes entre los espacios públicos y privados.
Como complemento, a lo largo de todo el proyecto Ganar la calle: compartir sin dividir se planteó que la infraestructura física, aunque no es el único elemento, puede contribuir a generar mayores condiciones de seguridad o, por el contrario, de inseguridad. La calidad de la iluminación, las condiciones del espacio público, el mobiliario urbano y las posibilidades de uso de estos espacios se identificaron como factores determinantes, en tanto inciden directamente en la manera como las personas perciben, ocupan y se apropian de la calle.
Al aterrizar la discusión a una experiencia local, el profesor Borthagaray destacó la Avenida Jiménez, o Eje Ambiental, como un caso relevante de conformación de espacio público. Este ejemplo puede contrastarse con las opiniones de algunos ciudadanos que cuestionan los niveles de comercio y la intensa circulación de bienes y personas en la zona, así como el grado de endurecimiento del suelo resultado de las intervenciones urbanas. A pesar de ello, la avenida ha evidenciado una mejora en los niveles de seguridad y en la calidad del espacio urbano, al transformar un antiguo corredor ocupado por los denominados “buses chimenea” en un eje de circulación peatonal y ambientalmente cualificado. No obstante, se reconoce la falta de gestión urbana posterior a la renovación de su infraestructura, lo que ha permitido la ocupación de espacios en y alrededor del corredor por actividades vinculadas a la economía informal o de calle.
Discusiones de este tipo también han recaído sobre la Avenida Caracas en Bogotá, una vía emblemática que originalmente no fue concebida como calle, sino como un corredor férreo. A lo largo del tiempo, este espacio ha experimentado diversas transformaciones: primero se convirtió en una vía para un sistema de buses segregados, luego en el corredor del sistema Transmilenio y, actualmente, es objeto de una intervención de gran inversión en infraestructura. Estas transformaciones recientes han suscitado debates en torno a la ausencia de una reflexión integral sobre la calle y las múltiples funciones que esta debería cumplir, reduciéndola a la condición de simple viaducto para el tránsito. En este contexto, y considerando la construcción de la primera línea del Metro de Bogotá, el profesor Borthagaray señaló la conveniencia de promover intervenciones urbanas complementarias orientadas al mejoramiento del espacio público —proyectos “de paramento a paramento”— que incluyan la renovación y adecuación integral de los entornos adyacentes. Esta necesidad cobra mayor relevancia si se tiene en cuenta que el sistema Transmilenio sobre la Caracas no logró generar una verdadera revitalización urbana en su área de influencia.
La discusión ambiental no puede desligarse de los temas previamente abordados. El estudio de los ríos urbanos como parte del paisaje de la ciudad guarda estrecha relación con la evolución de las calles y las autopistas, en la medida en que muchos de estos cuerpos de agua han sido enterrados, socavados o entubados, desconociendo los ordenamientos territoriales asociados al agua y a la gestión del riesgo —ejes piloto en la planificación urbana—. El valor del agua, como resaltó el profesor Borthagaray, constituye un factor estructurante de la ciudad, cuyo reconocimiento y reintegración a la trama urbana resultan fundamentales para la sostenibilidad y el equilibrio del territorio.
Finalmente, las reflexiones derivadas de la clase magistral apuntan a nuevas realidades y desafíos que emergen con los cambios en los patrones de movilidad urbana. La creciente presencia de usuarios de bicicletas, motocicletas y patinetas eléctricas, así como las transformaciones en los modos y modalidades de desplazamiento, plantean la necesidad de repensar las infraestructuras y los usos del espacio público. A ello se suma la persistente desigualdad de género en el acceso y uso de los sistemas de movilidad, evidenciada en la predominancia masculina entre los usuarios del transporte privado y de gran parte de la infraestructura vial. Estos elementos abren el camino hacia una reflexión más amplia sobre la necesidad de construir ciudades más inclusivas, seguras y sostenibles, donde la movilidad y el espacio público sean entendidos como componentes esenciales del bienestar colectivo.
Instituto de Estudios Urbanos - IEU