La recomendación de las Naciones Unidas es que las ciudades cuenten con al menos un árbol por cada tres habitantes. Sin embargo, los datos muestran que ninguna ciudad o área metropolitana del país alcanza esta meta. Bogotá y Medellín son las mejor posicionadas, con una tasa de un árbol por cada 5,75 y 6,80 personas, respectivamente. En contraste, Bucaramanga y Cali reportan cifras de un árbol por cada 10,64 y 23,81 personas, respectivamente (Suret, 2022).
Aunque en Colombia no existe una normativa nacional específica para regular las políticas de arbolado urbano, se han desarrollado diversos esfuerzos a nivel local para promover la expansión y el mejoramiento de la cobertura verde en las ciudades. Sin embargo, estas iniciativas no presentan coherencia ni estándares comunes en sus lineamientos y decisiones (Pinzón Saavedra & Gómez Porras, 2023). A pesar de algunos avances y de la inclusión del tema en políticas públicas locales, aún se requieren mayores esfuerzos para garantizar la justicia urbana, la sostenibilidad y la conservación.
Justicia urbana
La distribución del arbolado urbano no es equitativa. Diversos estudios, tanto públicos como privados comprueban que la mayor parte de las zonas arboladas se ubican en áreas con mejores índices de desarrollo humano (Solorza-Bejarano, J. & Avendaño-Arias, J. A. 2021). Esta situación se agrava cuando se observa que parte del arbolado en zonas con menor desarrollo corresponde a áreas de expansión de la frontera urbana o a espacios intervenidos por infraestructura, por lo que, antes que mejorar, el riesgo es que aumenten las brechas en acceso a espacios verdes.
Sostenibilidad
Un aspecto relevante es la proporción de especies nativas en los censos de arbolado. Por ejemplo, el último censo de Santiago de Cali evidenció un aumento de arbolado nativo, pasando de un 34 % a un 54 % entre mediciones hasta 2015. Medellín reporta un 51 % de población arbórea nativa, mientras que Barranquilla apenas alcanza un 34 % (considerando como nativas a las especies suramericanas). Bucaramanga, por su parte, muestra un mejor desempeño con un 57 % de uso de especies nativas.
La falta de políticas de arbolado basadas en el reconocimiento de la riqueza, importancia y belleza de las especies nativas amenaza no solo la supervivencia de la biodiversidad local, sino también la sostenibilidad del entorno ecológico urbano y la conservación de los recursos hídricos.
Conservación
Más allá de la sostenibilidad, el registro e identificación del arbolado urbano permite reconocer especies endémicas en riesgo de extinción. En Cali, por ejemplo, se tienen registros de especies con apenas dos ejemplares, y en Medellín se ha identificado que el 3,5 % de las especies están en alto riesgo de desaparecer. La identificación, protección y conservación de estas especies debe formar parte integral de la planeación del arbolado urbano, en articulación con las estructuras ecológicas principales.
Sistematización de datos
Otro reto pendiente es la actualización constante de los sistemas de información sobre el arbolado. De un municipio a otro, la calidad y frecuencia de actualización varían. La veracidad y actualidad de los datos son fundamentales, pues los registros dependen de factores dinámicos como la urbanización, renovación de andenes o la construcción de infraestructuras. Sin datos precisos y actualizados, resulta imposible generar alertas efectivas para responder a las aceleradas transformaciones urbanas.