¿Cómo se desarrolló este estudio?
Hace parte de una investigación más grande, a escala latinoamericana dirigida por la profesora Francisca Márquez de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile. El trabajo conjunto inició en 2019, porque Francisca estaba buscando hacer un estudio comparativo desde la antropología de ruinas urbanas en diferentes ciudades de América Latina.
Llegó a Bogotá precisamente porque yo había escrito un trabajo, hace unos años, sobre la desaparición de la “Calle del Cartucho” y el impacto urbano que eso había tenido en la ciudad. Me contactó, en esa época yo trabajaba en el Museo Nacional, asesoraba la curaduría de etnografía. Estábamos haciendo un trabajo de memoria sobre lo que fue la “calle del Bronx”, que fue la que sucedió al “Cartucho” y heredó muchos de sus problemas. Uno de ellos es la complejidad urbana que tiene que ver, por un lado, con el deterioro arquitectónico y por otro con los problemas de exclusión social y los impactos de la guerra contra las drogas y de la vida de los consumidores y habitantes de calle en Bogotá.
¿Por qué se desarrolla en la antigua calle del Bronx en Bogotá?
El “Bronx” fue desalojado en el año 2016 como una estrategia de seguridad urbana. También tiene que ver con una estrategia de renovación del centro de Bogotá y de llevar un nuevo tipo de mobiliario arquitectónico para renovar unos sitios que históricamente habían sido muy deteriorados y degradados. Estos eran entendidos como focos de inseguridad y se necesitaba construir nuevos tipos de infraestructura pública.
Empecé a trabajar allí por nuestra labor de memoria en el Museo. Consultamos a varios jóvenes que habían vivido en el “Bronx” y reconstruimos las historias del lugar. Nos imaginábamos cómo era, porque iniciamos en el año 2017, cuando ya había sido demolido. A través del contacto con Francisca comenzamos a desarrollar la lectura del “Bronx” como una ruina urbana contemporánea con todas sus paradojas.
¿Qué tipo de items analizaron en la llamada Calle del Bronx?
Utilizamos la categoría teórica de ruina. Esta tiene un origen romántico del siglo XIX, que tiene que ver con la idea de preservar los lugares que tienen y cuentan historias. Las ruinas siempre están relacionadas con la preservación y con el cuidado de esa materialidad y hay un trabajo social para detener su estado de deterioro. Pero esas son las ruinas que tienen un interés patrimonial.
Hay otras ruinas que nadie cuida y en las ciudades se olvidan. Este trabajo tenía que ver con estos sitios, tanto en Chile como en Bogotá o en Quito, que fueron unos lugares muy importantes para ciertos procesos sociales, en determinados momentos históricos, pero con dudas respecto a su condición patrimonial o si deberían ser recordados.
Hay un concepto de ruina como ese lugar que está en el presente pero que evoca el pasado. A veces hay pugnas políticas para que esa materialidad residual se recuerde o se olvide. Por ejemplo, las llamadas “Calles del cartucho o del Bronx” son más una lucha por su olvido. Esos lugares se renuevan y se piensa en otro tipo de uso del espacio. En el caso del “Bronx” está siendo un lugar de memoria.
El otro concepto importante es el de topofilia, que tiene que ver con la relación afectiva de las comunidades con el espacio. Analizamos dos ruinas: la Villa San Luis en Santiago de Chile y el Bronx en Bogotá, un lugar lleno de significados asociados con la marginalidad y la contaminación.
La gente que vivió allí tiene una visión muy diferente a la de los medios de comunicación y del resto ciudadanos que veían eso como un infierno. Sus habitantes sí establecieron vínculos afectivos con él. Para los habitantes de calle, ese era el único lugar en la ciudad, en donde no eran discriminados. Para los usuarios de drogas era el único lugar donde podían consumir tranquilamente, en medio de tanta represión e hipocresía con los que se ha manejado el programa de las drogas en este país. Allí se hacían amigos y relaciones de solidaridad, aunque también había mucha violencia.
Ese tipo de afectos no se ven cuando se analiza un lugar de estos desde afuera. Lo que hicimos fue un trabajo etnográfico y de memoria, de recuperar lo que fue ese lugar para muchos que lo veían de otra manera: los usuarios de drogas, los habitantes de calle y las personas del común que estaban allí, porque como sociedad se les negó cualquier otro tipo de participación dentro de las instituciones, las ofertas de trabajo e inclusive dentro de la libertad que deben tener para poder hacer uso de su tiempo, vida y cuerpo.
Trabajamos entonces esos dos conceptos importantes. El concepto de ruina y el concepto de topofilia como la relación afectiva con el espacio.
¿Cuáles son las principales conclusiones?
Hay varias conclusiones. Una tiene que ver con otro concepto denominado ruimificación o devenir ruina y es cuando hay una postura política, de los agentes de Estado y de gobierno orientada a que las cosas se arruinen. Consiste en dejar que ciertos lugares se deterioren hasta que se vuelvan escombros, para que no haya un recuerdo de lo que allí pasó. La idea es que nadie se acuerde de ese lugar y que el suelo se vuelva barato para hacer proyectos inmobiliarios o de renovación urbana como en el caso de Bogotá.
Sin embargo, la gente se organiza para que ello no suceda y así enfrentar una cosa tan compleja como son los procesos de abandono, que tienen unas implicaciones políticas. En el caso estudiado las comunidades se unieron a través de estrategias artísticas. Los museos son muy importantes como lugares de debate que pueden generar reflexiones profundas sobre el patrimonio, la memoria y el rol de las comunidades para que sus voces se escuchen. Tenemos esos diferentes ejercicios museológicos con fines políticos y artísticos. La gente se organiza para no dejar olvidar cómo fueron esos lugares que quisieron.
Por otro lado, el abandono tiene que ver con proyectos de corte neoliberal en América Latina, relacionados con la recuperación de ciertos lugares centrales con diferentes fines: de especulación inmobiliaria y renovación urbana en lugares que fueron voluntariamente abandonados por las élites para que se perdieran. Pero son sitios donde se crearon tejidos sociales y la gente vivió su propia historia en condiciones muy difíciles.
¿Cómo se podrían incorporar los resultados de este estudio en el diseño de políticas públicas de Bogotá?
El “Bronx” tiene unos grandes desafíos y una gran complejidad. Lo que se hizo ahí, en un comienzo se realizó sin ningún tipo de consulta a las comunidades, lo mismo pasó con el “Cartucho”. Eso es un problema gravísimo de planeación urbana, hacer una intervención tan grande sin ningún plan de contención con los habitantes de calle, o los usuarios de drogas y toda la gente que estaba en ese espacio provocó la dispersión de la problemática por toda la ciudad.
La respuesta fue pensar únicamente la cuestión desde el punto de vista de la renovación del espacio, sin ningún tipo de reflexión, primero sobre la gente que vivía allá y segundo sobre la gente del perímetro inmediato.
En el caso de Bronx, hoy en día se está creando un Distrito creativo que al inicio no tuvo ningún tipo de consulta. Sin embargo, puede ser una cosa interesante en términos de generación de oportunidades y de ingresos para la gente.
Pero ¿quiénes van a ser los beneficiarios de ese Distrito Creativo como un lugar de memoria, que estamos ayudando a construir con el Museo Nacional? Esperamos que sea una institución museal abierta, para la gente de la comunidad, que no se elitice, sino que sea para la gente del barrio de los Mártires. Que allí puedan seguir contando sus historias.
Eso garantiza, en términos de política cultural, que por lo menos haya un balance entre lo que se quiso hacer y lo que fue antes. Un reconocimiento también del impacto y de la agencia de las comunidades.
Otra parte importante de lo que se está haciendo en el Bronx es una infraestructura urbana. Van a construir un SENA, la Alcaldía Local de los Mártires y otras instituciones que van a ser importantes, en términos del desarrollo local. El desafío de todos estos proyectos es encontrar la conexión verdadera con las comunidades tanto en una fase de consulta como en la implementación, para que no generen más exclusión social.
Sobre todo en un territorio tan vulnerable, porque la localidad de los Mártires de alguna manera contempla los problemas sociales más graves que tiene Bogotá. Ahí se encuentra la zona de trabajo sexual más grande del país ypoblación migrante que llega del extranjero y otras poblaciones del país. También residen allí indígenas que viven en la pobreza, la gente que paga la pieza al día, que viven en inquilinatos, que no tiene que comer.
Están los comerciantes que de alguna manera se han visto afectados y no han sido completamente consultados. Es un ejercicio que la Alcaldía está intentando hacer, pero que debe ser mucho más fuerte para que este Distrito Creativo y todas estas obras de infraestructura puedan tener un impacto positivo para las comunidades.
Ese es el desafío. Es una cosa compleja, pero las investigaciones de alguna forma tienen que aportar elementos para entender desde el punto de vista social e histórico ¿Cuáles han sido los efectos de este tipo de intervenciones? y ¿Cuáles han sido las causas?.
Las investigaciones nos ayudan a comprender desde los puntos de vista del desarrollo urbano, antropológico e histórico, cómo es que se configuran y se vuelven ruinas estos lugares, ubicados en puntos estratégicos de la ciudad. El “Bronx”, en medio de una precariedad total, se encontraba a cinco cuadras de la Casa de Nariño, del Congreso y de toda la zona cultural.
Ahora, cuando se está construyendola obra continuamos viendo una precariedad, un aumento en la población habitante de calle, en los usuarios de drogas y en la gente de la misma localidad. Los problemas supuestamente se intentaban superar con ese tipo de intervenciones continúan.
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