Para muchos bogotanos, el sur comienza en la calle 72; para otros, en la calle 19. He conocido habitantes de Ciudad Bolívar que argumentan que el Norte de Bogotá comienza en ciudad Tunal. Además, es frecuente encontrar que muchos no saben que existe una nomenclatura que divide la ciudad en Norte y Sur.
Las diferencias entre el norte y el sur de Bogotá, que hoy son de notoria evidencia, tienen su origen en una compleja construcción social que comenzó en el siglo XVIII y que continúa hasta el presente.
El 2 de marzo de 1777, al concluir la misa mayor en la iglesia doctrinera del pueblo de indios de Usaquén, Joseph de Chávez, corregidor y juez ordinario del corregimiento de Bosa, comunicó a los indios de su traslado a Soacha. Muy a su pesar, los indios solicitaron un plazo para hacer efectivo el desalojo de su resguardo, tiempo en el cual esperaban cosechar los cultivos de trigo y turmas. Las autoridades españolas les dieron dos meses, y el traslado se realizó el 20 de mayo de 1777.
A su vez, los vecinos blancos, que empezaron a habitar las tierras desocupadas por los nativos solicitaron la constitución de una parroquia, como primer paso para crear un poblado de ‘españoles‘. Una vez delimitada la tierra del pueblo, el resto del resguardo se remató y pasó a engrosar las haciendas que se estaban consolidando al norte de la ciudad.
La razón fundamental del traslado de los indígenas de Usaquén radicaba en las pésimas condiciones de vida, debido a la pobreza de la tierra y la extensión de los humedales, que dificultaban el sostenimiento de esta población. Al contrario, en el corregimiento de Bosa, gracias a la fertilidad de las tierras, los cultivos de pan coger permitían una mayor sostenibilidad de la población indígena, fuerza de trabajo indispensable para el funcionamiento de la ciudad de los blancos.
Esta es una de las razones para comprender que al sur occidente de la capital se fuera incrementandom la presencia de la población indígena, que oficiaba de hortelanos y cultivadores, en general, definitivos en el abasto de productos de pancoger para la ciudad.
En el norte, caracterizadas por contar con tierras de regular calidad y humedales, poco aptas para la agricultura, pero sí para la ganadería. Así, se fue despoblando de gentes y poblando de vacas. De esta manera se inició una definición de un poblamiento diferenciado del sur y del norte: indios al sur y vacas al norte; pancoger al sur y haciendas al norte.
Las haciendas del norte, dedicadas a la cría de ganados y caballos, fueron idealizadas por la literatura costumbrista, lo que a su vez fue una de las razones para la construcción social del espacio entre un norte, sin amenazas étnicas, sin indios que ‘contaminaran el paisaje’, pero sí con posibilidades de disfrutar de deportes, como los ecuestres que comenzaban a ponerse de moda.
Sur, materia prima de la construcción en Bogotá
Otra razón histórica de la ‘devaluación del sur’ fue la abundante oferta de materias primas para la construcción que había en las lomas del sur oriente. Desde la ermita de Egipto al sur, la riqueza de gredas y la presencia de chilcos, arbusto utilizado en la cocción de ladrillos y tejas, así como la oferta de arenas y piedras, dio origen a una urbanización de arrabales de aquellos trabajadores de los chircales.
Por contraste, desde las faldas del cerro tutelar de Monserrate hacia el norte se comenzaron a establecer los primeros parques de la ciudad: el de la Independencia y el Parque Nacional. Más tarde, el hallazgo de los yacimientos de gredas y gravillas, en las vegas del río Tunjuelo, va a dar origen a las explotaciones de estos materiales, definitivos en la construcción de la ciudad moderna, pero dejando un daño ambiental de gran magnitud.
Más tarde, un momento que contribuyó a la diferenciación del sur y el norte de la ciudad fue la conformación de Chapinero. Este espacio urbano comenzó a consolidarse alrededor del culto mariano en los años setenta del siglo XIX. El culto a la virgen de Lourdes es visto como una reacción al liberalismo radical que gobernaba la ciudad, y también como un abandono de la ciudad que estaba siendo invadida por los indígenas, que migraron a la ciudad como resultado de la disolución de los resguardos y la supresión de los ejidos. Así, se fue consolidando una especie de refugio de algunos miembros de la élite bogotana que consideraban que Santafé estaba desapareciendo.
Posteriormente, cuando se inició la modernización de los transportes desde finales del siglo XIX, las primeras vías de comunicación modernas que se construyeron en la capital privilegiaron el norte. Así, los dos primeros ferrocarriles, el del Norte y el del Nordeste, o el primer tranvía y luego la primera carretera moderna, la Central del Norte, permitieron que Chapinero contara con una excelente oferta de transporte, mientras que el sur tuvo que esperar hasta mediados del siglo XX para que el transporte moderno conectara la incipiente urbanización que allí surgía con la ciudad.
La primera vía carreteable en el sur fue la vía construida en 1938 hacia Usme, cuando se hicieron las obras de la represa de La Regadera. Ya para entonces Chapinero contaba con tren de cercanía, carretera y tranvía, que le permitieron contar con una valorización del suelo urbano, muy al contrario de lo que sucedía en el sur. Más tarde, la ‘fiebre’ de las avenidas se inició por el norte y tardíamente se proyectaron luego al sur. Nada más contrastante que comparar la autopista al Norte con la del Sur.
Cuando en 1938 se inauguró la planta de tratamiento de aguas de Vitelma, el primer acueducto moderno que tuvo la ciudad en los altos de San Cristóbal Sur, que procesaba aguas traídas del sur profundo, de La Regadera, el primer lugar a donde llegó el líquido fue a las residencias de la calle 72. Las urbanizaciones informales de Tunjuelito tuvieron que realizar instalaciones clandestinas para poder acceder al servicio de agua potable.
En la segunda mitad del siglo XX la acción del Estado no ha hecho sino profundizar las desigualdades de estos dos espacios. Por ejemplo, cuando en la alcaldía de Virgilio Barco se establecen los grandes parques, en el sur se inauguró el parque de El Tunal; pero, mientras el resto de los parques fueron dotados, como en el del Salitre y La Florida. El Tunal tuvo que esperar hasta comienzos del siglo XXI para recibir una dotación adecuada.
Además, la intervención que realizó el Estado con el relleno sanitario de Doña Juana terminó de confirmarnos que las políticas públicas han contribuido sustancialmente a desvalorizar el Sur. La ubicación en el Sur de este gigantesco bausero, causante de un grave daño ambiental, además de la afectación en la salud pública, decisión que hasta el día de hoy no tiene reversa, confirma que ha sido la acción del Estado una de las causas de la formación de estas desigualdades, que el paisaje se encarga de mostrarnos con las mayores densidades de árboles y avenidas ajardinadas en el norte y los eriales en el Sur.
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