Bogotá a finales del siglo XIX tenía aún una estructura colonial, en palabras de Fernando Rojas, director de Planeta Bogotá, de Mesa Capital, era un pueblo pequeño con nombre de ciudad. Y por estar situada al interior del país, las vías de comunicación eran muy pocas.
“La gente cuando viajaba de la Costa Atlántica a Bogotá hacía un testamento antes de venirse porque el camino era incierto”, contó Doris Tarchópolus Sierra, urbanista.
Con el pasar de los meses, la llegada de los medios de comunicación y del tren mejoraron las alianzas con las otras ciudades y así se volvió el centro de las transformaciones agrícolas del país y le ganó en evolución a Barranquilla, que era considerada la puerta de Colombia hacia mediados del siglo XIX.
La consolidación de un sistema financiero también catapultó a Bogotá como el motor decisivo de Colombia.
“Hacer dinero a la sombra del Estado es algo que en este país sigue funcionando, porque se puede incidir en las decisiones del Estado, por algo el hombre más rico de Colombia a finales del S. XIX, Pepe Sierra invierte aquí”, relató Fabio Zambrano, historiador.
La primera carretera que se construyó en Bogotá fue en el 1900, con vía a Boyacá, porque había población y alimento; así la capital se fue conectando con la mayor densidad demográfica que tiene el país y fue construyendo su economía y diversificando el alimento.
¿Cómo se construyó Bogotá?
La cultura de construir ciudad se dio en 1923 y se proyectó hacia el futuro con la planeación de barrios y la consolidación de universidades que sentaron las bases de la capital. Desde entonces Bogotá estaría soportada por un sistema natural compuesto por los cerros y las quebradas que fluyen por las cuencas, esos serían los cinturones verdes y no deberían tocarse para que quede una estructura ecológica en medio de la ciudad.
En la actualidad, los citadinos piensan que Bogotá no tuvo la planeación adecuada y por eso colapsó en aspectos como la movilidad e infraestructura.
“Quizá la percepción de que Bogotá no es planeada provenga del fracaso de los planes de ordenamiento territorial que se han vuelto como un arma política, que está sirviendo para cambiarlo según cada alcalde; desde hace mucho tiempo se han emitido por decreto y no por acuerdo”, expresó Doris Tarchópolus Sierra, urbanista.
Esto conlleva a una falta de interés por el territorio que se habita y según el historiador Fabio Zambrano, la capital no tiene identidad, porque ni en los barrios hay una historia que los ciudadanos tengan como propia.
Bogotá tiene un aparato de salones comunales repartidos en toda la ciudad que proyectan obras culturales; para el analista, se queda en eso, porque algunos citadinos no autoconstruyen identidad.
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