Sebastián Martínez Botero, PhD.
sebastian.martinez@utp.edu.co
El Área Metropolitana de Centro Occidente – AMCO- está ubicada en la vertiente occidental de la Cordillera Central de los Andes colombianos. Se enmarca entre las cuencas de los ríos Otún, Consota y Barbas que corren en sentido oriente a occidente, y el río Cauca que lo hace en sentido sur a norte. Se encuentra conformada por los municipios de Pereira que cuenta con un área de 60.766 ha. y 409.760 habitantes; Dosquebradas con 7.058 ha. y 194.890 habitantes; y La Virginia con 3.247 ha. y 25.900 habitantes.1
Según estos datos el AMCO cuenta en la actualidad con 630.550 habitantes y un área de 71.071 ha., que corresponde a 805,64 Km22. Es importante señalar que las autoridades locales presentan de manera oficial cifras diferentes a las que entregó en 2018 el Departamento Administrativo de Planeación Nacional. Partiendo de proyecciones del mismo DANE, los municipios muestran que para el 2020 Pereira tenía 590.554 habitantes, Dosquebradas de 196.352 y La Virginia de 32.330. Esto daría un total para el Área Metropolitana de 819.236 habitantes.
José García Jaramillo / Río Otún años 60 / Archivo Fotográfico Javier García Jaramillo
Con una altitud promedio de 1450 metros sobre el nivel del mar, Pereira y Dosquebradas se ubican en el cañón de la cuenca media del río Otún, en la margen sur y norte respectivamente. Están conectados por el viaducto “César Gaviria Trujillo”, el cual se constituye en un paso frecuente entre los departamentos de Valle del Cauca, Quindío, Risaralda, Caldas y Antioquia. Esta condición posiciona al AMCO en el centro de la región cafetera y en una localización estratégica a nivel nacional, quedando comunicada y en medio de los tres centros urbanos más importantes del país como lo son Bogotá, Medellín y Cali. Por su parte, con una altitud de 890 msnm, el municipio de La Virginia se encuentra a orillas del río Cauca en un sector que hasta la década de 1920 sirvió de puerto fluvial y que en la actualidad se utiliza para actividades turísticas y deportes acuáticos. Su ubicación en la margen izquierda del Cauca lo posicionan muy próximo al eje vial 4G que conectará el noroccidente del país (Antioquia) con la salida al mar por el puerto de Buenaventura. Así mismo, es la puerta de entrada al Chocó.
El territorio del AMCO está rodeado de una región densamente poblada e interconectada sobre la cual el municipio de Pereira ejerce una primacía gracias a su rol de eje de distribución de servicios y comercio. Santa Rosa de Cabal (Risaralda) con 71.174 habitantes y limitando al norte de Dosquebradas y Pereira, es de facto parte del AMCO. Las relaciones entre sus habitantes, e incluso las dependencias que se han establecido en servicios públicos, bienes y mercado laboral, hacen que por naturaleza este municipio participe del Área Metropolitana; sin embargo, desacuerdos de índole político le han impedido su ingreso.
Adicionalmente, el AMCO ejerce una fuerza de atracción sobre municipios de varios departamentos. De Caldas tiene conexiones con Chinchiná, que está próximo a Santa Rosa de Cabal; así como con Belalcázar, Risaralda, Viterbo e incluso Anserma, que están más próximos a La Virginia. Del Valle del Cauca tiene una estrecha relación con Cartago, que también podría decirse que de facto hace parte del AMCO y que por situaciones similares a las de Santa Rosa no ha ingresado formalmente. Así mismo, hay relaciones con Ulloa, Ansermanuevo, Obando, Zarzal y otros del norte del valle en menor medida. Finalmente, por el Quindío hay una relación especialmente con Filandia, y del propio Departamento de Risaralda, con Marsella, Balboa y la ya mencionada Santa Rosa de Cabal.
José García Jaramillo / Archivo Fotográfico Javier García Jaramillo
La formación del AMCO se remonta al año de 1975 cuando el Departamento de Planeación Nacional promovió la conformación de lo que entonces se denominaba “Área Metropolitana de Pereira”, la cual estaría integrada por los municipios de Pereira y Dosquebradas, Santa Rosa de Cabal y La Virginia3. Apenas tres años antes, en 1972, Dosquebradas se había erigido como municipio escindiéndose de Santa Rosa de Cabal gracias al impulso que le dio la élite política de Pereira que recientemente había logrado, junto a 12 municipios más, crear al Departamento de Risaralda en un arduo proceso de tensión y confrontación política que produjo la división del viejo Caldas en 1967. El marco normativo para las áreas metropolitanas tiene su antecedente en la reforma constitucional de 1968 que solo tuvo desarrollo a partir del Decreto-Ley 3104 de 1979. Esta demora retrasó la puesta en funcionamiento de las áreas metropolitanas y sin duda influyó en el fracasado intento de 1975 para crear el Área Metropolitana de Pereira.
Si bien en aquella ocasión no se concretó la creación del área metropolitana, los procesos de urbanización y conurbación entre Pereira y Dosquebradas se venían dando de manera acelerada, en buena parte debido a la demanda de vivienda ejercida por la presión demográfica de quienes llegaban a la ciudad como resultado de procesos de migraciones internas; así mismo, como resultado de los intereses de algunos constructores pereiranos como Jaime Giraldo García quien diseñó y construyó numerosos barrios en Dosquebradas. Es por esta razón que en 1976 se recibieron recursos del Fondo Nacional de Proyectos de Desarrollo (FONADE) con la finalidad de que los municipios de Pereira y Dosquebradas realizaran un instrumento de planeación conjunto, el cual, fue contratado con la firma de consultoría “Mendoza y Olarte” con el objeto de “dar pautas y presentar alternativas para el desarrollo socio-económico y el crecimiento físico de la región, conformada por el área de Pereira y Dosquebradas y sus áreas de influencia”.
Desde la década del sesenta, el país había dejado de ser eminentemente rural y comenzaba a enfrentar los problemas desencadenados por el acelerado proceso de urbanización, los asentamientos informales y la falta de planeación urbana que impactaba sobre todo a las ciudades capitales y sus relaciones con los municipios vecinos. En ese contexto, el esquema de las áreas metropolitanas cobró vital importancia y una vez expedido el Decreto-Ley 3104 de 1979 que las autorizó y reglamentó, comenzaron a funcionar desde 1980 el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, seguida de las de Barranquilla y Bucaramanga en 1981 y finalmente la que se denominó en un principio Área Metropolitana de Pereira–Dosquebradas, para la cual destinó la Asamblea de Risaralda la suma de un millón de pesos en noviembre de 1982. Por las razones expresadas anteriormente no quedó incluido el municipio de Santa Rosa de Cabal, y habría que esperar casi 10 años para que ingresara el de La Virginia. Se sabe que desde el año 2017 el AMCO ha insistido en la incorporación de Santa Rosa de Cabal y de nuevos miembros como Chinchiná (Caldas) y Cartago (Valle del Cauca), pero hasta el momento no se ha logrado materializar ninguna.
1947: Aterrizaje del primer avión aeropuerto Matecaña / Donato García – Archivo Fotográfico Javier García Jaramillo
Durante la década de los ochenta no hubo reformas sustanciales al marco normativo de los esquemas de asociación metropolitana y esta etapa inicial contó para su desarrollo con el apoyo financiero de los departamentos. El 26 de marzo de 1991 ingresó al AMCO el municipio de La Virginia, con lo cual se amplió su jurisdicción transformando su nombre al de Área Metropolitana del Centro Occidente. En parte, esto fue posible gracias a la expedición de la Constitución Política de ese año, que introdujo cambios sustanciales en el procedimiento de ingreso de nuevos miembros y conformación de estos esquemas asociativos. De hecho, el proceso de descentralización administrativa tomó mucha relevancia con la constitución de 1991, siendo un camino que se había iniciado con varias dificultades desde 1945 con la creación del Distrito Especial de Bogotá y continuado con las reformas constitucionales de 1968 y 1986. Buena parte de la década del noventa implicó llevar a cabo un importante trabajo de armonización, actualización y modernización legislativa sobre ordenamiento territorial y que en materia de áreas metropolitanas llevó a la expedición de la Ley 128 de 1994.
En la historia del AMCO hay que mencionar tres momentos significativos. El primero se caracteriza por un proceso de transición de escala nacional en el que se están superando las prácticas políticas del Frente Nacional, para implementar un nuevo modelo relacionado con la elección popular de alcaldes. En el segundo, los hitos que detonó la Constitución de 1991 como la incorporación del municipio de La Virginia al AMCO y la llegada a la presidencia de un pereirano, César Gaviria Trujillo. Para el tercer momento, se puede apreciar un cambio que se inició en el segundo lustro del siglo XXI y que se hace más evidente con la llegada de fuerzas políticas emergentes a la alcaldía de Pereira. En este periodo se aprecia el debilitamiento de la AMCO debido a que se redujeron sus ingresos a causa de que ya no contaría con el porcentaje del 0,3 del impuesto predial.
Si bien no se puede afirmar que la burocracia administrativa de la entidad haya estado sometida a las prácticas clientelistas que son comunes en varios de los entes administrativos del Estado, la AMCO no ha sido ajena al influjo de la dinámica electoral de la política local. La primacía del partido Liberal en Pereira ha conducido a que el poder se distribuya entre facciones del mismo liberalismo. Durante el periodo del Frente Nacional se había impuesto una práctica de “clientelismo de Estado” que consistía en que los partidos en el poder se legitimaban con su electorado por medio de proyectos que llegaban con intermediarios hasta las Juntas de Acción Comunal. Este fenómeno de facciones liberales ha acentuado las prácticas políticas del caciquismo electoral, desdibujando la imagen del Estado, pues una vez en el poder, la ciudadanía no identifica instituciones sino individuos4.
El alcalde de Pereira, coloquialmente llamado “Alcalde Mayor”, será quien tenga la capacidad política para nombrar al director del AMCO. Hacia la década de 1990 esta tendrá en cuenta la condición política del momento a la hora de hacer dicho nombramiento pues para garantizar gobernabilidad, utilizará la dirección del AMCO para hacer concesiones con fuerzas políticas o con los alcaldes de otros municipios, especialmente con Dosquebradas. En este sentido hay que identificar las fuerzas electorales mayoritarias y sus periodos de influencia para saber cómo se establecen las alianzas y se ajustan a la dinámica del momento. Por ejemplo, hay que decir que el ascenso político de un sector del liberalismo conocido como “cesarismo”5 impulsó el nombramiento de directores, lo propio realizaría el “sotismo”, que sería la fuerza política de sectores emergentes que se instaló con mayor vigor en el tercer periodo.
Con la llegada del siglo XXI la AMCO consolidó su relevancia institucional gracias a nuevas competencias que asumió por la confianza de los municipios que la integran o por mandato legal. Es así que en el año 2001 se constituyó en Autoridad Única de Transporte Metropolitano por delegación de los concejos municipales de Pereira, Dosquebradas y La Virginia. A lo que se agregaría la delegación que haría un año más tarde el Ministerio de Transporte para que asumiera la administración del Sistema de Servicio Público Urbano de Transporte Masivo de Pasajeros “Megabús”.
Donato García / Teatro Caldas y Tranvía, carrera 8 entre 18 y 19 en 1950 / Archivo Fotográfico Javier García Jaramillo
Recientemente, la AMCO adquirió la responsabilidad delegada por el IGAC para implementar el catastro multipropósito en su jurisdicción. Un desafío que asumió a finales del año 2019 con el apoyo de los alcaldes de Pereira, Dosquebradas y La Virginia que le giraron cuantiosos recursos para su implementación, así como le aportaron su experiencia para poner en marcha toda la logística, preparación del talento humano, implementación tecnológica, divulgación y administración. Esta nueva función abre un nuevo episodio en la historia del AMCO que pese a las dificultades que ha tenido, ha sido un Esquema Asociativo Territorial con una larga experiencia de más de cuarenta años, lo cual ha permitido institucionalizar procesos de ordenamiento y planeación y ha servido de referente para el centro occidente colombiano en materia de áreas metropolitanas.
Su protagonismo en el futuro podrá ser mayor en una región que ha venido buscando mecanismos de asociatividad y de administración supramunicipal como lo fue en su momento la “ciudad región del eje cafetero” y en la actualidad la Región Administrativa de Planeación del Eje Cafetero que vuelve a reunir a los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío en una sola jurisdicción administrativa.