Escrita por:
**Fabio Zambrano Pantoja
Esta película, considerada como una de las diez mejores del cine estadounidense, se ha convertido en un referente para ilustrar la metáfora de la repetición y de la imposibilidad del escape a las situaciones y a la regeneración del tiempo presente.
Hoy, al entrar de lleno en la recta final de la justa electoral por la alcaldía de Bogotá, siento que vivimos como Phill, atrapados en un bucle del tiempo con el temor que el día después de elecciones volvamos a la repetición y que el nuevo alcalde sea más de lo mismo. Este futuro es poco atractivo. Como pocas veces en las últimas décadas, la ciudad vive un momento de crisis que se ha extendido de manera generalizada, afectando profundamente la imagen que el himno de la ciudad busca expresar como un lugar donde reina la concordia cuando reza que…” desde entonces no hay miedo en tus lindes / ni codicia en tu gran corazón”. Lejos del contenido de esta frase, nos encontramos en un momento de inflexión de la ciudad, donde, precisamente, el miedo a vivir la ciudad, a usar el espacio público, se ha convertido en una sensación generalizada, cuyo origen no es gratuito.
El actual proyecto de ciudad, que comenzó a gestarse desde el Frente Nacional (1958-1974) ha empezado a agotarse. El mismo éxito de la ciudad, como centro de una pujante economía de servicios financieros, educativos, de comercio, y nodo de comunicaciones del país, empieza a pasar la cuenta de cobro en los atascos resultantes de una movilidad infartada, el alto costo de la vivienda, y, en particular, en la disparada de la violencia, que, con distintas manifestaciones, agobian el día a día de los urbanitas capitalinos. Por algo el tráfico en la ciudad es considerado como el peor del mundo.
En un momento en que la crisis de la seguridad, la invasión de las basuras, el caos del tráfico, los altos costos que se pagan por los tiempos del desplazamiento, vemos a los candidatos que se han presentado para concursar por la alcaldía capitalina, que de manera insistente argumentan que van a construir sobre lo construido. Como si no fuera necesario replantear, poner en discusión, dudar al menos que algunas políticas públicas no funcionan y son un fracaso. No se trata solamente de una dificultad de movilidad, consideramos que el problema es el proyecto de ciudad. Ese es el que hay que poner en discusión.
Podemos hacer referencia a dos casos, uno es el de la inseguridad rampante que agobia a toda la ciudad. La escalada delictiva ha venido creciendo y ha evolucionado al uso de armas que hasta ahora se empleaban en los enfrentamientos de la guerra irregular que azota al país. Se registran el uso de armas largas y pistolas de alto calibre para robar en los semáforos y las extorsiones se cobran con granadas de fragmentación. Además, de manera sorprendente, cuando se registra que el uso de la motocicleta está asociado a numerosos casos delictivos, una red CUIDAdana vincula a 3.500 moteros que se unieron a la gestión de la Policía Metropolitana de Bogotá. Es una medida extraña, puesto que, en este momento en el que la supresión de la restricción del parrillero hombre registra un incremento en los casos de sicariato, se pasa a apoyar la seguridad como moteros; si bien no podemos hacer la relación directa de causalidad, lo cierto es que mientras se mantuvo la restricción, la frecuencia de los delitos cometidos en una motocicleta se redujo.
La insistencia de los candidatos a construir sobre lo construido sin discutir cuáles son las políticas públicas que funcionan y cuáles son las que han fracasado, nos mete en el bucle del “Día de la Marmota”. La solución que nos ofrecen, que es el de aumentar el pie de fuerza, de incrementar el número de policías, es continuar con el argumento de la actual administración, que el problema de la seguridad pasa por esa medida. Recientemente, el hurto a personas creció 29,7%, el de residencias 27,2%; el robo a entidades financieras se incrementó 25%, el robo de carros el 18,8% y homicidios se trepó en 9,2%, y el de secuestro, flagelo en algo superado saltó un 80 por ciento. (El Tiempo, 15 de agosto). Todos estos números rojos nos hablan a gritos que estas políticas no han funcionado. Un salto al vacío lo constituye la propuesta de crear una propia policía dependiente de la alcaldía Mayor, que en el fondo implica replantear las relaciones de la alcaldía con la policía, tema que no se menciona de manera explícita. Estamos frente a nuevos grupos delictivos, quienes con armas pesadas están gestionando nuevas rentas criminales.
Otro tema que consideramos que no se puede continuar tal cual existe, es el de la movilidad urbana, pues desde 1951, cuando se suprime el sistema de tranvías, el transporte público depende de la prestación del servicio controlado por empresas privadas. Hoy, el proyecto del Metro, en su versión elevada de la Línea 1, en el fondo, más allá del tema de la movilidad, termina siendo otra estrategia de salvamento del sistema Transmilenio, el cual está naufragando en Bogotá y en las ciudades donde se implementó. En la propuesta actual, el Metro elevado termina siendo un alimentador de los buses articulados que transitan por la Avenida Caracas.
Así, la propuesta electoral de construir sobre lo construido nos amarra a la repetición de propuestas urbanas que están demostrando no solo sus limitaciones, sino sus fracasos. En la película “El Día de la Marmota”, el escape del bucle, de la trampa de la repetición se logra gracias a aceptar la realidad, tal cual es, y esto es lo que no se percibe en los discursos electorales de los candidatos que hoy compiten por el segundo cargo público colombiano. En este momento de decisiones deberíamos preguntarnos cuál es la Bogotá que queremos, y lo que tenemos claro es que más de lo mismo no es precisamente lo que se necesita.