La urbanización como hecho global es un fenómeno del siglo XXI. En 2007 la población urbana mundial superó la rural, en 2014 llegó al 54% y la proyección al 2050 se estima en 60%, mientras en América Latina para 2014 representó el 80% y se proyecta el 85% para el 2050 (UN 2014). Esta situación advierte sobre los problemas de las ciudades contemporáneas, sus constantes procesos de consolidación con relación a sus territorios, las realidades sociales y la administración y control institucional de las mismas, lo que marca particulares relaciones con el Estado, como lo propone Saskia Sassen, se fundamentan en tres criterios: “el ejercicio de la autoridad, el control de un territorio específico y el otorgamiento de derechos específicos” (Patiño 2015). Aunque estas grandes áreas urbanas tienen lógicas particulares según las relaciones con su territorio y los recursos de sus áreas de influencia, existen problemas inherentes que son características comunes en las ciudades contemporáneas más dinámicas, como las condiciones que demandan sus habitantes en seguridad, ingresos, productividad, acceso a servicios, conectividad e infraestructuras; todo en miras de una buena calidad de vida urbana.
Estas demandas han generado, una inquieta tensión entre los procesos de formalización estatal y la presencia de la informalidad en las comunidades y pone en el debate problemas comunes (Patiño 2015), entre otros, como: 1) La urbanización desborda los límites geográficos de las áreas urbanas; incorporando dentro de sus dinámicas a poblaciones vecinas, lo que supera el marco administrativo y político de las ciudades. 2) Estas dinámicas poblacionales, tanto al interior como en relación con sus vecinos y bien formales o informales, determinan los lazos productivos de la sociedad y por ende las evidentes brechas sociales. 3) Las dinámicas internas de las áreas urbanas, resultado de las dos anteriores, determinan panoramas particulares de control territorial paralelos a los esquemas de control estatal que configuran escenarios de violencia urbana. Este panorama plantea retos de cara al desarrollo urbano, como la relación consciente con el territorio y el fenómeno de la marginalidad como hechos vertebrales en los procesos de planificación del territorio que claramente son resultado de patrones históricos.
En este contexto, el interés no está tanto en las formas de marginalidad, pero sí en las causas de la marginalidad que, cómo fuerzas históricas, generaron formas de desventaja que mantienen al margen históricamente a grupos de la sociedad y desencadenan múltiples conflictos urbanos con un enorme impacto en el tejido social, cultural, ambiental, físico y político de las ciudades contemporáneas. Así, la revisión del fenómeno de la marginalidad urbana incluye la comprensión y caracterización del territorio a la luz de tres condiciones urbanas históricas: 1) los procesos de poblamiento, 2) las actividades económicas y de producción, y 3) las lógicas socio-culturales, todo en relación con el Estado y la apropiación del territorio. Contexto que debe permitir identificar tendencias y retos en el proceso de consolidación del gobierno urbano.