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Participación del IEU en el XIV Congreso Internacional Ciudad y Territorio Virtual -CTV-

Publicado el Saturday, 01 October 2022, en Divulgación académica, Destacados

Del 26 hasta el 30 de septiembre de 2022 se llevó a cabo en Bogotá y Cartagena de Indias, el XIV Congreso Internacional Ciudad y Territorio Virtual -CTV-, organizado por la Universidad Politécnica de Catalunya y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde se discutieron “tendencias, preocupaciones, desafíos prácticos y nuevos retos” del ordenamiento y desarrollo urbano de la ciudad contemporánea en el marco de ocho mesas temáticas.

 

Ana Patricia Montoya Pino*

El Instituto de Estudios Urbanos, de la Universidad Nacional de Colombia, hizo parte de dicho congreso, con la participación de la profesora Ana Patricia Montoya Pino como miembro del Comité Científico de la edición actual y como coordinadora, junto con el profesor Luis Fernando González de la Universidad Nacional sede Medellín, de la mesa Marginalidad, Hábitat y Desarrollo Urbano. En ese sentido, esta nota ¿Cómo entender la marginalidad? corresponde a la síntesis de la charla introductoria presentada por la profesora Montoya en dicha mesa. 

¿Cómo entender la marginalidad? 

La marginalidad se ha entendido a partir de definiciones generales como por ejemplo, la desintegración de un grupo poblacional de “los sistemas de funcionamiento social”; en ese sentido se mantiene entre lo permisible y lo aceptable en cuestiones sociales, culturales, económicas y políticas. Es decir, una separación no sólo espacial y geográfica, sino fundamentalmente social; lo que implica situaciones de desigualdad y por ende de discriminación en términos de distribución del ingreso, acceso a la vivienda, servicios básicos, soportes, salud, educación, alimentación, etc. En palabras de Amartya Sen, generada por la incapacidad del hombre de satisfacer sus propias necesidades para lograr su bienestar, lo que recae en la pérdida de su propia libertad. Digamos que esto no tiene objeción, pero no deja de ser una generalidad. Comprender la marginalidad es complejo porque obliga partir de las particularidades; implica reconocer el sistema de relaciones contextuales que la han originado y eso supone una clara condición local. En ese sentido, más que simplificar la noción, por el contrario, nuestra responsabilidad, como académicos y profesionales, es complejizarla. 

Podríamos partir del hecho que Marginalidad, Hábitat y Desarrollo son temas fundamentalmente políticos, que no son exclusivos del siglo XXI, y que además la marginalidad es el resultado de las perversas relaciones históricas entre el desarrollo y la construcción del hábitat. La marginalidad y la pobreza como temas históricos se han pensado y denunciado como una condición de lo urbano: Federico Engels, lo presentó en 1845 en el estudio detallado sobre la terrible condición de la clase obrera en Inglaterra; el sociólogo Patrick Geddes lo dijo en 1915 en Ciudades en evolución cuando escribió: “Degradación, semidegradación y superdegradación urbana... en esto se ha convertido la evolución de las ciudades”; idea que utilizó Lewis Mumford en su libro “La ciudad en la historia”, en 1961 y posteriormente la citó Mike Davis en el 2006 en su libro “Planeta de ciudades miseria”, para referirse a las áreas urbanas hiperdegradadas.

Sin embargo, el panorama contemporáneo sigue siendo igual o más complejo. En la primera mitad del siglo XX la marginalidad fue un tema espacial y de importancia territorial; se llamaron así, marginales a los asentamientos localizados en las periferias urbanas. Mientras que en los años 60´ la marginalidad fue un tema económico y de pobreza de la población; es decir, se hizo conciencia que los sectores pobres además de estar localizados en la periferia, también se ubicaban en los centros históricos de las ciudades. En ese sentido, el patrón de asentamiento no se fundamentó solo en la relación centro - periferia, por el contrario, quedó claro que los modelos de ocupación dependían de cada realidad particular, como lo muestran los casos de Buenos Aires, Lima y Bogotá. En esta época se construyó la idea de marginalidad urbana en torno a dos vertientes: la vertiente cultural basada en la teoría de la modernización y la vertiente económica fundamentada en la teoría de la dependencia; esto incluyó en el discurso, los temas de desigualdad y exclusión entre dos sociedades y dos economías, una central e integrada y otra marginal.

En los años 70´continuó esta lectura dividida, un camino fundamentado en los estudios sobre las conductas y modos de vida, y el otro camino sobre el principio de traslape del sector marginal con el informal; es decir, el discurso de lo marginal se convirtió en el discurso de lo informal. Situación compleja porque, si bien ambos están enmarcados en la idea de hábitat como un derecho, tienen connotaciones diferentes. Para los años 90´, con la introducción de la noción de ilegalidad al discurso y la concepción de la pobreza como un problema multidimensional, el escenario se volvió bien heterogéneo, se incluyeron temas productivos, de mercado laboral, desempleo, subempleo, desplazamientos forzados, seguridad, la calidad de la vivienda, la construcción del hábitat, nivel de vida, servicios, educación, salud, etc. El problema radicó en ¿cómo incluir esta situación a la ciudad formal? y de esta manera se incorporaron instrumentos como la regularización, la titulación o el mejoramiento de barrios con graves consecuencias económicas en la población.

Moravia, es un ejemplo, toda una construcción espacial, física, social, cultural, económica y política alrededor de la basura. El antiguo basurero a cielo abierto de la ciudad de Medellín, que en los años 90´ inició un proceso de mejoramiento integral desde la comunidad y hoy es objeto de procesos de renovación urbana desde el municipio. Otro ejemplo es la especulación inmobiliaria en el sector de la antigua zona de basureros a cielo abierto en Ciudad de México, hoy Santa Fe, uno de los centros de negocios más importante de Ciudad de México. Los complejos problemas medioambientales, de seguridad y especulación y venta de terrenos públicos; es el caso de la subdivisión de los bordes de la Ciénaga de la Virgen en Cartagena en el marco de la “ley de los cuatro palos”, o el asentamiento informal en el Parque Ecológico Distrital de Montaña Entrenubes, al sur de Bogotá, con la deforestación y venta de lotes por los famosos tierreros en zona de reserva.

Todo esto para plantear que la marginalidad es diferente a la informalidad; aunque su concepción y discusión se ha dado y se sigue dando en el marco de la dupla de lo formal-informal. Hoy la informalidad, en el sentido más amplio del concepto, tiene una connotación cultural y se ha convertido en una alternativa, en una opción, lo que determina otros mecanismos para pensar, habitar y planificar la ciudad en el siglo XXI. En ese sentido, propongo dos sistemas de relaciones que complejizan la noción de marginalidad hoy:

Urbanización de la población, pobreza y desarrollo urbano

Este primer sistema de relaciones se soporta en una realidad que sigue en aumento. Las ciudades continuarán siendo centros de atracción, de servicios y de concentración de riqueza (Según el Banco Mundial, más del 80% del PIB mundial se genera en las ciudades); las áreas “informales” seguirán en aumento, y un alto porcentaje de estas serán “áreas hiperdegradadas”, como las nombró Mike Davis; lo que convertirá a las ciudades de los países en desarrollo en “megaciudades”. Todo un proceso de urbanización, pero sin industrialización, que llevará al aumento de las áreas autogestionadas que hoy corresponde a un promedio del 60% de las ciudades en América Latina. En ese contexto, la pobreza se convierte en una noción compleja que implica un estado de privación, pero también un modo de vida relacionado con la incapacidad de satisfacer las necesidades individuales y colectivas. Situación que aumentará las desigualdades entre la población y entre las mismas ciudades y seguirá fomentando las relaciones dispares entre las áreas urbanas y las rurales, incrementado el movimiento de personas, bienes, servicios, trabajo, productos, dinero, etc. y por ende fortaleciendo los procesos de urbanización de las zonas rurales y de ruralización de las periferias urbanas; fenómeno que no es nuevo en nuestras ciudades latinoamericanas.

En este sistema de relaciones hay dos situaciones problemáticas: la primera, son los impactos que estos temas tienen en los procesos de diseño, construcción y lectura de la ciudad, la vivienda y el hábitat. Por un lado, se han sumado, al discurso, categorías de pobreza, clase social y raza o etnia que, aunque no son nuevas, porque se han trabajado desde inicios del siglo XX (Escuela de Chicago con Ernest Burgues y su libro La comunidad urbana, 1925), sí permiten explicar la estructuración urbana tanto física como socioeconómica de nuestras ciudades, a partir de ideas bastante discutidas, como segregación residencial y discriminación en los espacios urbanos. Además, como lo plantea el profesor Jesús Rodríguez Zepeda de la Universidad Autónoma Metropolitana en México, “las ciudades no son seguras o inseguras del mismo modo para todas las poblaciones que las habitan”, el diseño y los servicios públicos en las ciudades se han convertido en factores decisivos en la desprotección de grupos urbanos específicos.

La segunda, es la complejidad de los diagnósticos y el manejo de datos, como soporte para la planificación de las ciudades, su diseño y la formulación de políticas públicas. En América Latina, desde el siglo XX, fundamentalmente después de la Segunda Guerra Mundial, se han construido una gran cantidad de diagnósticos que no se han utilizado de la manera más efectiva. Desde las misiones económicas del Banco Mundial con Lauchlin Currie a la cabeza, la CEPAL, el grupo Economía y Humanismo coordinado por el padre Joseph Louis Lebret, hasta los censos, estudios e informes nacionales, etc. han diagnosticado el acelerado crecimiento de la población urbana, la caracterización del problema de la vivienda, los altos niveles de pobreza, bajos niveles de bienestar y calidad de vida, etc. Hoy el indicador es el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM).

En el 2018 la Universidad de Oxford y Naciones Unidas implementaron el estudio del Índice global de pobreza multidimensional con diez indicadores relacionados con educación, salud y nivel de vida; fue realizado en el marco de la política monetaria global con una muestra de 105 países, es decir 5.731 millones de personas equivalentes al 77% población mundial. Algunos de sus resultados fueron: 1,300 millones de personas en el mundo son pobres. Los mayores problemas en su orden son el combustible para cocinar, la vivienda, el saneamiento y la nutrición. La mayoría de las personas pobres viven en la África subsahariana (42%) y el sur de Asia (41%). Y a pesar de que la población del mundo es fundamentalmente urbana, el mayor porcentaje de pobreza seguía estando en las zonas rurales.

Esto habría que revisarlo con cuidado. Si bien en este estudio, América Latina representa sólo el 3% de la población pobre del mundo, es necesario precisar varias cosas: un alto porcentaje de estos países tienen un modelo de ocupación más repartido en el territorio, mientras que América Latina es fundamentalmente urbana con el 81% después de Estados Unidos con el 83%, y por encima del promedio mundial que es del 55%. De la población total de América Latina y el Caribe, que es de 658 millones de personas, el 30% está en situación de pobreza y el 10% en condición de pobreza extrema; esto equivale al 40% de la población total, como lo indica el Informe anual de la CEPAL Panorama Social de América Latina 2018. Estos altos índices de pobreza urbana representan graves problemas de hacinamiento y malas condiciones de habitabilidad. Esta es una realidad que si no se lee localmente, no se superan las generalidades de los diagnósticos mundiales. 

Hábitat, bienestar y calidad de vida

En Colombia es constitucional la vivienda digna y el bienestar, pero están mediados por la concepción de la vivienda como motor de desarrollo económico, que tiene sus orígenes en las propuestas de planeamiento económico nacional de finales de los años 40´; y que ha traído a lo largo de la historia muchos temas problemáticos. Dos de ellos son la vivienda en propiedad y el tratamiento de los asentamientos informales. Llevamos noventa años con el mismo modelo de gestión de vivienda en propiedad; aunque cada vez toma más fuerza la vivienda en arriendo o el modelo cooperativo como alternativa. Sin embargo, este modelo ha traído graves problemas para el acceso a la vivienda como, por ejemplo, la bancarización de la población con los sistemas de ahorro y crédito y la baja calidad de la vivienda con los procesos de mercantilización y especulación que han homogenizado las soluciones además de la transformación morfológica de las periferias urbanas.

Por otro lado, es necesario comprender que la vivienda informal tampoco es un genérico. Existen diversas maneras de informalidad relacionadas con los modelos de poblamiento como la autoconstrucción, la autogestión individual o colectiva, la urbanización pirata, el inquilinato, el pagadiario, etc. Además, los asentamientos informales no son sólo la unidad de habitación; es un problema social, económico, ambiental, por ende, de hábitat. En esa medida deben concebirse como un proceso, que tiene varios componentes: las prácticas socio-culturales; el modelo de asentamiento y su relación con el territorio; el modelo de gestión; los actores y su organización; y finalmente el acceso a la vivienda. Así, la legalización y la titulación, como instrumentos estatales, finalmente han terminado generando más pobreza y mayores problemas a la población.

Finalmente, todo esto recae en repensar la idea de desarrollo, como el marco del problema de la marginalidad. Las nociones de “desarrollo”, “subdesarrollo” y “tercer mundo”, aunque son inventos de la segunda postguerra, explicados desde la pobreza, se han ido transformando en el tiempo desde diferentes ámbitos: el Desarrollo económico; el Desarrollo económico y social; el Desarrollo urbano, Desarrollo sostenible desde un sentido de eficiencia o el Desarrollo humano entendido desde las capacidades del hombre para cubrir sus necesidades. Esta redefinición de la noción de desarrollo, en términos de su implementación en los discursos culturales y políticos como alternativas de representación y práctica, pone en perspectiva apuestas de diferentes procesos como el implementado por el Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento -CINVA- entre 1952 y 1972 en el marco del programa de cooperación técnica de la OEA o de autores como Aníbal Quijano, John Turner, Milton Santos, Arturo Escobar, Hernando de Soto, entre otros, que ubican al desarrollo comunal como el camino que permite valorar la realidad local desde la diversidad cultural como tendencia emergente y fuerza transformadora y las necesidades y las bases productivas como oportunidades económicas y capacidades de producción local. Todo a partir de las tradiciones locales, la organización colectiva de los actores sociales y la autogestión colectiva como mecanismos de decisión y control para fortalecer la identidad y aumentar la calidad de vida. Ejemplo de esto son los Ecobarrios como alternativa para el mejoramiento de los asentamientos informales en ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Lima y Santiago de Chile.

Hoy esa defensa de lo local se ha convertido casi en requisito para articularse con el mundo global.

Con todo esto, queda la pregunta ¿Cómo se está gobernando la marginalidad y la informalidad hoy en América Latina? Porque claramente existen dos líneas de acción paralelas; por un lado, los gobiernos nacionales y locales, con escasas directrices de gobierno y gran cantidad de instrumentos para administrar la compleja situación y, por otro lado, las realidades complejas y las acciones organizadas de las comunidades que demandan otro tipo de mecanismos estatales.

 

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    Realizada por: Ana Patricia Montoya Pino

    *Doctora en Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia - UNAL; Magíster en Historia y Teoría de la Arquitectura y la Ciudad de la misma Universidad; Arquitecta de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín - UPB. Ha sido profesora en las Universidades, UPB, UNAL, Jorge Tadeo Lozano; profesora invitada de la Universidad Autónoma de México (México) y Universidad de Sao Paulo (Brasil). Ha desempeñado cargos administrativos en la Universidad Nacional de Colombia en la Oficina de Relaciones Internacionales. Actualmente, es coordinadora del Centro Editorial y profesora del Instituto de Estudios Urbanos. 

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Ciudad, Congreso, IEU, Internacional, Participación, Territorio, Virtual
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