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El narcotráfico, ¿padre de la inseguridad?

Publicado el Monday, 01 February 2021, en Divulgación académica, Destacados

Escrito por Juan Carlos Flórez Arcila. Exconcejal de Bogotá. Al prevalecer sobre casi todas las otras actividades ilegales, el narcotráfico tiene la capacidad de crear un clima de intimidación tal, que aplasta violentamente prácticamente todos los intentos de la sociedad de oponerse a su fuerza destructiva y corruptora.

Laboratorio de cocaína en Buenaventura / Foto Policía Nacional

 

Escrito por: 
Juan Carlos Flórez Arcila
Exconcejal de Bogotá

Italia, país de endémicas conmociones parlamentarias, que llevan a frecuentes caídas de gobierno y a alianzas insólitas para asegurar nuevas mayorías, se aprestaba hace unos días a la conformación de una nueva coalición. El socio que garantizaría una precaria, pero al fin y al cabo mayoría, era el partido Unión de Centro, uno de cuyos tradicionales dirigentes, Lorenzo Cesa, estaba en negociaciones con el tambaleante primer ministro Giuseppe Conte, para garantizar la supervivencia de su mandato. Pero todo eso se fue a pique, puesto que una gigantesca operación de la justicia italiana, liderada por el fiscal antimafia de Catanzaro, capital de Calabria, Nicola Gratteri, y dirigida contra la mafia de la Ndrangheta, terminó con la detención de cerca 50 personas y la acusación al político Cesa de colaborar en los negocios de empresarios próximos a los clanes más poderosos dentro de la mafia calabresa. 

¿Y cuál es la principal actividad del mayor grupo mafioso de Europa, que mueve más de 43 mil millones de euros al año? La respuesta del fiscal Gratteri no deja lugar a dudas: “La actividad principal es el tráfico de cocaína. Importan toneladas de Colombia. En Italia sucede a través de los puertos de Gioia Tauro, Livorno o Génova. Pero también en Europa a través de Rotterdam o Amberes”. Y con relación a su país, que ha endurecido al máximo su legislación en la ardua lucha de décadas contra las mafias, el fiscal destaca, no sin cierto desaliento, que: “lo que nos maravilla es que cada vez encontramos más políticos, empresarios y servidores públicos. Esto quiere decir que se está bajando mucho el nivel ético y moral. El abrazo entre la Ndrangheta, la empresa y la política cada vez es mayor”. Y un periodista le contrapregunta a Gratteri, “¿Se puede derrotar a la Ndrangheta?”. A lo que el fiscal antimafia –que vive hace 30 años en un búnker blindado- responde: “No, con el sistema judicial actual, no. Podemos redimensionarla, pero no derrotarla”.

Me he detenido largamente en esta información porque ella nos recuerda no solo las poderosas conexiones globales del negocio de la droga colombiano, sino que nos alerta acerca de algo que ya no debatimos a fondo en nuestro país. El inmenso poder corruptor que tienen los casi que inagotables recursos que genera el narcotráfico, con los cuales este sigue permeando todos los niveles de la sociedad, el estado, el mundo de los negocios, el sistema financiero. A lo que añadiría un elemento adicional, que no es el más deleznable, sino más bien todo lo contrario. El narcotráfico como aglutinador, pegamento, promotor del clima de inseguridad que viven muchas regiones del país, en las que hoy, como en la Calabria italiana, la patria chica de la poderosa Ndrangheta, los mafiosos son dueños de la vida y bienes de muchos colombianos. Al prevalecer sobre casi todas las otras actividades ilegales, el narcotráfico tiene la capacidad de crear un clima de intimidación tal, que aplasta violentamente prácticamente todos los intentos de la sociedad de oponerse a su fuerza destructiva y corruptora. 

Mientras que no se discierna a fondo el papel de las mafias del narcotráfico y de las alianzas que estas establecen con los más diversos sectores, en la generación de la inseguridad ciudadana, no va a hacerse más pacífica la vida para cientos de miles de compatriotas en extensas zonas del territorio nacional. Pensemos tan solo en lo que ocurre en toda la Costa Pacífica, en la que pueblos, ciudades, comunidades campesinas, indígenas, afrocolombianas, jóvenes, líderes sociales se ven sometidos a una brutal intimidación, que con frecuencia termina en asesinatos, masacres frente a las cuales el estado actúa como un simple cronista que registra y lamenta los terribles hechos, pero no va al fondo del problema. Sigue más viva que nunca la alianza de las fuerzas más siniestras de la sociedad alrededor de las ganancias a granel que el narcotráfico trae consigo y que no han dejado de fluir, con independencia de si los gobiernos fumigan o no, de si la DEA extradita pocos o muchos narcos.

La constatación del fiscal italiano sobre la imposibilidad de vencer a la mafia en las condiciones actuales es una seria advertencia para nosotros. Un titular de la televisión pública alemana, Deutsche Welle, de octubre del año pasado anotaba: “Bélgica impotente ante tráfico de cocaína desde América Latina”. Y en el desarrollo de la nota periodística se decía, “explosiones de granadas, tiroteos e incluso raptos de niños. El tráfico de droga en la región de Amberes (norte), proveniente de América Latina, genera una criminalidad cada vez más violenta ante la impotencia de las autoridades belgas”. El gramo de cocaína allá se vende a 50 euros. Y como lo señalaba a los periodistas del medio alemán Kristian Vanderwaeren, administrador general de aduanas de Bélgica, en Amberes, "el dinero del crimen se ha infiltrado en la ciudad, en el kilométrico muelle del puerto se pueden ganar rápidamente 80.000 euros (unos 94.000 dólares) recuperando bolsas [de la droga que llega en contenedores camuflada en otros productos]. Y añadía que "agentes de aduanas ya fueron condenados por haber trabajado con la mafia". Según la ONU, tan solo el 10% de la cocaína que entra a Bélgica es incautada. Y eso en un país de bajos niveles de corrupción y con un respetado sistema judicial. 

A mi juicio, la conclusión más importante de todos esto es que si en su conjunto la comunidad internacional no aborda el problema del tráfico de droga, su consumo, el lavado de activos, el poder corruptor de los mismos y la inseguridad que la ilegalidad del gigantesco negocio genera, no habrá ni seguridad ni paz para los colombianos ni en las zonas de producción de la droga ni en los corredores y puertos a través de la cual esta se saca a los mercados globales. Y de la misma manera, los gobiernos y habitantes de otros países, verán crecer el poder de las mafias y su capacidad de corrupción e intimidación, además de la expansión del terrible problema de salud pública que las drogas ilegales generan a lo largo y ancho del planeta. 

El próximo gobierno de Colombia, que ojalá sea democrático y reformista, debe aliarse con otros estados para promover una conferencia internacional que nos saque de este atolladero y nos permita, en diversos países, liberarnos de la carga de violencia, corrupción, depredación de la naturaleza, destrucción de vidas humanas que acarrean las mafias de la droga y sus aliados.

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    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

    • Etiquetas: Inseguridad, Mafia, Narcotráfico, Seguridad
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