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La invención del sur

Publicado el Monday, 28 August 2017, en Divulgación académica

En la segunda mitad del siglo XX la acción del estado no ha hecho sino profundizar las desigualdades entre el norte y el sur de Bogotá.

Foto: Bogotá - Google Maps

 

Las diferencias entre el norte y el sur de Bogotá, que hoy son de notoria evidencia, tienen su origen en una compleja construcción social del espacio, en la cual van a actuar la oferta ambiental territorial, la acción del estado, y la jerarquización social que establece la sociedad mayor que domina en la ciudad. Este proceso se inicia en el siglo XVIII y continúa hasta el presente.

El 2 de marzo de 1777, al concluir la misa mayor en la iglesia doctrinera del pueblo de indios de Usaquén, Joseph de Chávez, corregidor y juez ordinario del corregimiento de Bosa, comunicó a los indios habitantes de Usaquén de su traslado a Soacha. Muy a su pesar, los indios solicitaron un plazo para ser efectivo el desalojo de su resguardo, tiempo en el cual esperaban cosechar los cultivos de trigo y turmas. Las autoridades españolas les dieron dos meses, y el traslado se realizó el 20 de mayo de 1777.

A su vez, los vecinos blancos que empezaron a habitar las tierras desocupadas por los indios, solicitaron la constitución de una parroquia, como primer paso para crear un poblado de “españoles”. Una vez delimitada la tierra del pueblo, el resto del resguardo se remató y pasó a engrosar las haciendas que se estaban consolidando al norte de Santafé.

La razón fundamental del traslado de los indios de Usaquén se originaba en las pésimas condiciones de vida, debido a la pobreza de la tierra y la extensión de los humedales, que dificultaban el sostenimiento de esta población. Al contrario, en el corregimiento de Bosa, gracias a la fertilidad de las tierras, los cultivos de pan coger permitían una mayor sostenibilidad de la población indígena, fuerza de trabajo indispensable para el funcionamiento de la ciudad de los blancos.

Esta es una de las razones para comprender que al sur occidente de la capital se fuera incrementando la presencia de la población indígena, que oficiaba de hortelanos y cultivadores en general, definitivos en el abasto de productos de pan coger para la ciudad.

En el norte, caracterizadas por contar con tierras de regular calidad y muchos humedales, que no lo hacían propicio para la agricultura, pero sí para la ganadería, se fue despoblando de gentes y poblando de vacas. De esta manera se inició una definición de un poblamiento diferenciado del sur y del norte: indios al sur y vacas al norte; pan coger al sur y haciendas al norte. Esta diferenciación se deja sentir más tarde en el proceso de urbanización.

Las haciendas del norte, dedicadas a la cría de ganados y caballos, fueron idealizadas por la literatura costumbrista, lo cual fue una de las razones para la construcción social del espacio entre un norte, sin amenazas étnicas, sin indios que contaminaran el paisaje, pero sí con posibilidades de disfrutar de deportes, como los ecuestres que comenzaban a ponerse de moda.

Otra razón histórica en la construcción desvalorizada del sur fue la oferta de materias primas para la construcción en las lomas del sur oriente de la capital. Desde la ermita de Egipto al sur, la riqueza de gredas y la presencia de chircas, arbusto utilizado en la cocción de ladrillos y tejas, así como la oferta de arenas y piedras, dio origen a una urbanización de arrabales de aquellos trabajadores de los chircales.

Por contraste, desde las faldas del cerro tutelar de Monserrate hacia el norte se comenzaron a establecer los primeros parques de la ciudad: el de la Independencia y el Parque Nacional. Más tarde, el hallazgo de los yacimientos de gredas y gravillas, en las vegas del río Tunjuelo, va a dar origen a las explotaciones de estos materiales, definitivos en la construcción de la ciudad moderna, pero dejando un daño ambiental de gran magnitud.

Otro momento que contribuyó a la diferenciación del sur y el norte de la ciudad fue la conformación de Chapinero. Este espacio urbano comenzó a consolidarse alrededor del culto mariano en los años setenta del siglo XIX. El culto a la virgen de Lourdes es visto como una reacción al liberalismo radical que gobernaba la ciudad, y también como un abandono de la ciudad que estaba siendo invadida por los indios, quienes migran a la ciudad como resultado de la disolución de los resguardos y la supresión de los ejidos. Así, se fue consolidando una especie de refugio de algunos miembros de la elite bogotana que consideraban que Santafé estaba desapareciendo.

Posteriormente, cuando se inicia la modernización de los transportes desde finales del siglo XIX, las primeras vías de comunicación modernas que se construyen en la capital privilegiaron el norte. Así, los dos primeros ferrocarriles, el del Norte y el del Nordeste, así como el primer tranvía y luego la primera carretera moderna, la Central del Norte, permitieron que Chapinero contara con una excelente oferta de transporte, mientras que el sur tuvo que esperar hasta mediados del siglo XX para que el transporte moderno conectara la incipiente urbanización que allí surgía con la ciudad.

El primer carreteable construido en el sur fue la carretera construida en 1938 hacia Usme, cuando se construyó la represa de La Regadera. Ya para entonces Chapinero contaba con tren de cercanía, carretera y tranvía, que le permite contar con una valorización del suelo urbano, muy al contrario de lo que sucedía en el sur. Más tarde la “fiebre” de las avenidas se inicia por el norte y tardíamente se proyecta luego al sur. Nada más contrastante que comparar la autopista al Norte con la del Sur.

En la segunda mitad del siglo XX la acción del estado no ha hecho sino profundizar las desigualdades de estos dos espacios. Por ejemplo, cuando en la alcaldía de Virgilio Barco se establecen los grandes parques, en el sur se inauguró el parque de El Tunal; pero, mientras el resto de parques fueron dotados, como El Salitre y La Florida, El de El Tunal tuvo que esperar hasta comienzos del siglo XXI para recibir una dotación adecuada.

Hoy la democracia no solo se consolida con los derechos ciudadanos sino, también, con las igualdades territoriales. La dotación democrática de los espacios urbanos debe ser uno de los propósitos de la gestión pública.

  • Escrito por: Fabio Zambrano, Profesor del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia

    • Etiquetas: AGU
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