A partir del postulado funcionalista lecorbusiano, donde la ciudad tenía cuatro funciones, a saber: residir, trabajar, recrearse y moverse, y en especial esta última, asociada con el fenómeno de “movilidad urbana”, las ciudades han establecido ciertas configuraciones espaciales para que el urbícola pueda reproducirse socialmente a través del movimiento.
En ese sentido, es importante precisar que la movilidad urbana es un factor clave para el desarrollo de la economía urbana de las ciudades del orbe. Por ende también ocasiona cambios sociales y culturales en las formas del movimiento de los individuos y grupos sociales, de cómo sienten, piensan y actúan al desplazarse en el tejido urbano.
En esa misma línea, la movilidad urbana se desarrolla sobre un sistema de que presenta tres subsistemas: 1) Infraestructura de movilidad urbana motorizada y no motorizada, 2) modos de transporte y 3) centros de regulación y control de tráfico. En algunas ciudades más desarrolladas que en otras, sin embargo, cada una tiene su respectivo sistema de movilidad en función de la consolidación de su tejido urbano.
Las ciudades latinoamericanas presentan casos notables de fragmentación socioespacial, producto de un acostumbrado urbanismo fragmentador que quiebra el tejido urbano, porque señala desigualdades permanentes, entre áreas más o menos desarrolladas urbanísticamente, aunque segregadas socioespacialmente. Sin embargo, este fenómeno es muy natural en las urbes, la diferencia estriba que en algunas ciudades el sistema de movilidad, producto de procesos completos, retroalimentados y cíclicos de planificación urbana es una prioridad y permite recomponer el tejido fragmentado y facilitar y solucionar los inconvenientes que puede presentar la movilidad urbana cotidiana.
En ese contexto, en las periferias de ciudades como Lima surgen diversas prácticas sociales de grupos e individuos, como la movilidad socioespacial cotidiana de sujetos en movimiento que, desde la mirada bourdieusiana, expresan un hábitus ambulante, diferente y diferenciador entre los sujetos que se desplazan, y que, a partir de su recursividad consolidada, crean un campo de movilidad urbana cotidiana, lugar de luchas por lograr el desplazamiento o la ruta más conveniente.
Es en ese escenario que la presente investigación analiza las características del hábitus ambulante de un grupo específico de personas que realizan desplazamientos cotidianos hacia un destino determinado, identificados aquí como vendedores informales de La Paradita (vip) de la zona 2 de Tahuantinsuyo (distrito de Independencia, en el norte de Lima).
Es entonces que formulando un diseño cuali-cuantitativo enfocado en la etnometodología, se establece que su hábitus ambulante subyace en las condiciones socioeconómicas precarias y desiguales de la estructura social en que están inmersos y en el estado semiconsolidado de su entorno urbano inmediato.
Estas circunstancias les imponen la necesidad de desarrollar las estrategias requeridas para realizar el desplazamiento en una ruta determinada. A través de su persistente práctica cotidiana de movilidad socioespacial, los sujetos observados establecen un campo de movilidad urbana cotidiana específico en su búsqueda por alcanzar un espacio urbano que les otorgue reproducción social como urbanitas.
Si el lector desea un mayor alcance sobre el caso de estudio, puede consultar el artículo “El capital de la movilidad urbana cotidiana: Motilidad en la periferia de Lima Metropolitana” publicado en la Revista Arquitectura (Bogotá), ingresando aquí.
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