Pablo Andrés Santos Fernández
paasantosfe@unal.edu.co

Cuando se ordenó el distanciamiento obligatorio hubo un pico en la demanda de renta y compra de laptops, principalmente porque la mayoría de empresas debían enviar a sus empleados a hacer teletrabajo y muchos de ellos tenían un computador de escritorio pesado que no era fácil de trasladar. Este es uno de esos casos en los que en los últimos meses se ha visto un incremento en el consumo pese a una drástica disminución en la demanda de otros productos y en el índice de confianza del consumidor.

Para una cultura como la nuestra que no está acostumbrada al teletrabajo, por no decir que para el mundo en general, se está experimentando un cambio obligatorio que sin duda replantea muchos modelos actuales de nuestra sociedad. Las plataformas digitales de colaboración que han existido por décadas pero no habían tenido una verdadera acogida cultural, se convierten ahora en el pan de cada día. Pero así mismo, a medida que vamos experimentando intensamente estas formas de comunicación y trabajo virtual, comenzamos también a identificar sus falencias y brechas con relación a la comunicación presencial.

Este ejercicio es doblemente provechoso pues por un lado nos permitirá conocer mejor las herramientas existentes, manejar mejor sus funcionalidades y desarrollar sus buenas prácticas. Por ejemplo, establecer protocolos sobre cuándo silenciar nuestros audios o videos, como hacer grupos de trabajo, encuestas, etc. Esto sin duda nos enseñará a evitar muchas reuniones presenciales innecesarias cuando termine el confinamiento. Pero por otro lado, y sin haberlo planeado, estamos realizando un laboratorio exhaustivo de identificación de requerimientos técnicos claves para desarrollar mejores versiones y productos. Por ejemplo, permitir algo obvio y natural, que varias personas puedan hablar al mismo tiempo.

A través de la historia, muchos de los cambios en nuestros modelos sociales se han basado en tecnologías que no son necesariamente novedosas si no que más bien se han relanzado con nuevas propuestas y en el momento oportuno para volverse disruptivas. Si estamos bajo cuarentena en aislamiento preventivo es probable que podamos comenzar a preferir un laptop, o incluso un computador de escritorio, a un celular. Y en ese orden de ideas prefiramos las aplicaciones en páginas web a las Apps que ofrece la pantalla pequeña del celular. Incluso, por qué no, que prefiramos hablar por un teléfono fijo de escritorio con auricular a usar un dispositivo móvil que carece de toda ergonomía.

Las situaciones coyunturales nos llevan a revalorar los conceptos tecnológicos. El confinamiento por ejemplo, hace que la movilidad pierda valor ante la comodidad de forma paulatina. Los emprendedores y empresarios deben estar atentos a estas alertas para que no pasen desapercibidas y puedan usarlas para generar propuestas de valor.

Las políticas de confinamiento nacionales, aunque bien intencionadas y basadas en experiencias de otros países que empezaron primero la pandemia, han establecido reglas que no favorecen al desarrollo humano y que podrían tener un mejor manejo. Observamos desgarradores casos de enfermos de covid-19 que en su agonía se despiden de sus seres queridos a través de un celular.

Podemos recurrir a sistemas más elementales y proporcionar o diseñar, en caso de que no existan, trajes herméticos que permitan las visitas a enfermos terminales de covid-19. Se ha hablado también de las implicaciones psicológicas que puede tener el confinamiento y que afectan nuestra conducta, rendimiento y peor aún desarrollan enfermedades físicas incluso más severas que el covid-19.

Los seres humanos necesitamos de espacios diferentes a nuestros hogares para liberar y recargar energía. En lugar de suspender las actividades que involucran contacto, se pueden transformar sus modelos. Podríamos ir a sitios públicos, manteniendo un máximo de un tercio de la capacidad de ocupación, con distanciamiento entre grupos familiares y en horarios asignados y distribuidos dentro de las 24 horas. Podría ser incluso un modelo de negocio más atractivo para establecimientos como restaurantes y bares.

El gobierno puede ir a lo básico y estimular otros deportes que no han tenido mucha fuerza en Colombia y obtener una mayor diversidad deportiva. Por ejemplo, podría ser una buena oportunidad para permitir, incentivar y enseñar tenis a los niños colombianos que en su mayoría solo conocen o quieren jugar un deporte de contacto como lo es el fútbol.

Uno de los sectores más golpeados es el llamado economía naranja. La tecnología actual permite crear plataformas donde pueden interactuar diferentes músicos, y dependiendo de su disponibilidad crear videos de forma asincrónica para luego ensamblar una interpretación con dedicatorias pagadas por personas que buscan formas de mandar mensajes personalizados a sus seres queridos. Este tipo de iniciativas que surgen en la coyuntura sin duda se extenderán en el regreso a una vida normal, pero ante la total incertidumbre del futuro comportamiento del covid-19 hay que seguir en la búsqueda de nuevos modelos para aliviar su impacto.

Observamos entonces la proliferación de nuevos modelos de hacer las cosas, que buscan acercarse a lo que es una comunicación más personal pero permitiendo a su vez una mayor productividad.  Estos nuevos modelos permitirían también regresar a una nueva normalidad proporcionando mejoras significativas para una sociedad más tecnológica y eficiente que la que existía antes de la pandemia.