Lo profesores Carlos Alberto Patiño, director del IEU; Miguel Silva, experto en seguridad y defensa, y Néstor Rosanía abogado y experto en seguridad ciudadana, debatieron sobre la seguridad en los territorio y concluyeron que una de las dificultades radica en el vacío que ha generado no entender la seguridad como un fenómeno que va más allá de los problemas de convivencia.

De acuerdo con el profesor Silva, a la seguridad en los territorios no se le ha dado el reconocimiento y la importancia que merece pues al ser llamada como seguridad ciudadana o humana y no urbana, como debería, se pierden del foco de análisis dinámicas propias de los territorios como la metropolización, la urbanización informal, el crimen transnacional, entre otros.

Dicho de otra manera, explicó el académico, lo multidimensional que implica el concepto de “urbano” permite no solo entender el narcotráfico como un delito que ha permeado al país, sino analizar los fenómenos que se desprenden de él y su impacto en las dinámicas propias de las ciudades.

“El error está en creer que la seguridad o es solo convivencia o es solo un asunto de criminalidad, cuando lo cierto es que se trata de una mezcla de factores importantes, que necesitan dimensiones precisas que van más allá de la tasa de homicidios”, afirmó Silva.

Además, el profesor indicó que parte de reconceptualizar la seguridad pasa por dimensionar el problema público de la seguridad urbana. “Esto incluye conciliar asuntos tan diferentes como el de la convivencia, que es un problema real y público que se debe atender, y el de la extorsión; aunque no se conecten directamente, ambos tienen efectos en términos de la seguridad urbana”.

Por su parte, el profesor y abogado Néstor Rosanía, manifestó que hay una desconexión entre la categorización y diagnóstico de la seguridad urbana y la realidad pragmática con la que los secretarios manejan la seguridad en los territorios.

“Se tendría que empezar a trabajar en una política pública donde empecemos a impulsar que la seguridad se maneje como política de Estado (…) con una agenda real y técnica que nos permita evaluar qué está pasando en las ciudades”, señaló.

Seguridad urbana, subestimada por el Gobierno

Cuando el Informe anual del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la situación de los derechos humanos en Colombia habla de la situación de seguridad en el país “en un contexto de paz”, bajo el título de seguridad ciudadana, solamente menciona la seguridad rural, dejando de lado los fenómenos que tienen como escenario principal la ciudad.

Esto fue considerado por los académicos como una situación problemática en la medida en que delitos como el narcotráfico tienen epicentro en las ciudades: “el cultivo sucede en áreas rurales pero el microtráfico es uno de los que más está inyectando combustible al conflicto urbano. Todos los delitos relacionados con el control territorial están asociados a una perspectiva de que las ciudades son epicentro de esos negocios ilícitos”, dijo silva. 

Al respecto, el profesor Carlos Patiño señaló que los políticos y líderes colombianos no solo han subestimado la seguridad urbana en función del conflicto rural sino que además consideran que la gravedad de los delitos y crímenes urbanos son de menor impacto.

En este sentido, Rosanía afirmó que tras varias investigaciones se han encontrado estructuras armadas en ciudades como Bogotá en las que se identifican áreas de inteligencia, logística y operatividad.

“Se ha visto el tema de la seguridad urbana como algo menor, porque lo que importaba era el conflicto con las Farc, los paramilitares o el ELN. Sin embargo, en las ciudades hay estructuras armadas con división del trabajo, que tienen capacidad operativa en Bogotá y otras ciudades del país”, advirtió.

Control territorial

Según explicó Silva, las ciudades en las últimas décadas han venido creciendo mucho más rápido que la institucionalidad, tanto en su perspectiva física, urbana, como económica y poblacional. Al presentarse esta situación, el Estado pierde el control y las dimensiones que alcanzan las ciudades se hacen incontrolables.

En consecuencia, el control territorial termina siendo una pretensión permanente del Estado por hacer presencia en el territorio urbano; un espacio que se transforma rápidamente y cuyas dinámicas siguen siendo desconocidas por el Estado.

Esto lleva a que los territorios terminen siendo controlados por estructuras locales que no obedecen solamente a dinámicas endógenas de la ciudad, sino que están conectadas con redes que superan las fronteras territoriales. “Por eso el control se torna más difícil, porque los alcaldes terminan enfrentándose a manifestaciones locales pero conectadas con fenómenos globales”, agregó el profesor Silva.

De igual manera, el abogado Rosanía advirtió que seguir analizando el tema de la seguridad urbana como un problema de Bogotá, Medellín o Cali como ciudades autónomas implica observar solo la punta del iceberg. “Hoy las redes están unidas y el crimen transnacional tiene capacidad para afectar a ciudadanos de distintos países”, indicó.

En conclusión, los profesores expertos en seguridad afirmaron que es necesario que el problema de la seguridad en las ciudades trascienda discusión como el aumento de pie de fuerza o la tasa de homicidios, y se comprenda que se trata de un asunto integral en el que deben estar presentes todos los actores para construir una verdadera política pública de seguridad urbana.