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"Las iniciativas de producción y gestión social del hábitat muestran resiliencia y solidaridad en tiempos de crisis": Pierre Arnold

Publicado el Lunes, 01 Marzo 2021, en Divulgación académica, Destacados

La asociación civil UrbaMonde y la organización We Effect realizaron un estudio global para entender la influencia que tiene la situación de vivienda y las relaciones con el vecindario en la capacidad individual y colectiva para enfrentar crisis como la generada por el Covid-19. Aquí algunas conclusiones. 

 Conjunto Habitacional Los Fundadores en Cali, administrado por la cooperativa Coofundadores

 

El estudio Vivienda socialmente producida y gestionada: una respuesta concreta a la Covid-19 se basa en la hipótesis de que estas iniciativas de autogestión y autoconstrucción a nivel global “permitieron a sus residentes organizar colectivamente autoayuda, defender sus derechos y evitar desalojos forzosos, así como desarrollar otros mecanismos de resiliencia en respuesta a la pérdida y reducción de ingresos relacionados con la pandemia". 

El Instituto de Estudios Urbanos dialogó con el ingeniero civil y urbano y urbanista Pierre Arnold, uno de los miembros fundadores de UrbaMonde France, para analizar cómo la producción y gestión social del hábitat se relaciona con la crisis económica, social y de salud pública que atraviesa el mundo. 

¿Qué es producción y gestión social del hábitat?

Es un concepto latinoamericano que nace del trabajo principalmente de la Coalición Internacional para el Hábitat, creada en 1976 el año de Hábitat I y conformada por organizaciones que trabajaban en asentamientos populares en temas de mejoramiento del hábitat, producción de vivienda nueva y la lucha por el derecho a la ciudad. A partir de esto se empezó a desarrollar una nueva narrativa relacionada con la autoconstrucción y los barrios marginados, que tenían una visión negativa. La producción y gestión del hábitat se refiere a los procesos autogestivos de la producción de la vivienda y del entorno, servicios y equipamientos, por parte de organizaciones de pobladores que no persiguen fines de lucro. No es solamente construir, sino gestionar colectivamente el bien común, el suelo y la vivienda.  

¿Cómo se relaciona o diferencia este concepto de los asentamientos informales y la autoconstrucción, muy comunes en el proceso de urbanización de las ciudades de América Latina? 

Describe el fenómeno que se encuentra en los asentamientos informales pero también se puede utilizar el término producción social del hábitat para procesos formales; lo importante es que pone en el centro a los habitantes como actores de toma de decisión, y a veces de construcción, sobre su entorno habitado. Muchas veces en los asentamientos informales las personas tienen que construir su vivienda con o sin asesoría técnica o financiación pública, se organizan para construir y planear el barrio; esta gestión del espacio es producción social del hábitat. Pero también lo es construir de forma cooperativa viviendas formales en un terreno conseguido por el Estado para tal fin, donde los pobladores se organizan en brigadas de autoconstrucción, con asesoría de arquitectos y con recursos provenientes de un banco.

¿Podría mencionar un caso en el contexto colombiano? 

UrbaMonde no ha trabajado particularmente en Colombia pero ahora nos invitaron a participar en un seminario organizado por la Universidad Nacional de Colombia con la  Universidad suiza ETHZ (Eidgenössische Technische Hochschule Zürich) para la producción de vivienda para los antiguos miembros de las Farc. Se van a hacer unos proyectos pilotos de producción autogestionaria del hábitat para excombatientes en los espacios de paz ubicados en La Guajira. 

Para este evento nos pidieron hablar del modelo de las cooperativas de vivienda por ayuda mutua que surgió en Uruguay a mediados de la década de los años 60. Este modelo involucra cuatro pilares importantes: 1. La autogestión por parte de los habitantes de los recursos públicos y del proyecto. 2. La propiedad colectiva del suelo, es decir, la cooperativa es la dueña del suelo para siempre, de forma que se garantice que no habrá especulación. 3. La ayuda mutua que es el trabajo por parte de las familias en la construcción de la vivienda y los equipamientos; esto reemplaza el ahorro previo que una familia tendría que aportar cuando compra una vivienda en el mercado privado. Las familias de bajos ingresos como no tienen un ahorro equivalente al 15% del valor de la vivienda, lo aportan a través de mano de obra. 4. Asesoría técnica por parte de organizaciones sin ánimo de lucro que acompaña de manera multidisciplinaria en lo arquitectónico, técnico, financiero, social y jurídico. 

En Cali, Medellín y Bogotá existen las organizaciones populares de vivienda, similares en cuanto a la autogestión y la autoconstrucción de las viviendas pero de propiedad individual, es decir, no se preserva como un bien común. Y existe una cooperativa interesante en Cali llamada Coofundadores, que aunque no fue construida por autoconstrucción es propiedad de la cooperativa y no de los habitantes. Lo particular de este caso es que es para personas de clase media alta de la ciudad. 

¿Cómo la producción y gestión social del hábitat contribuye a superar crisis cómo la que vivimos actualmente por el Covid 19? 

Andes de la llegada de la pandemia las personas ya estaban organizadas en estos espacios porque habían estado en un proceso colectivo para el acceso a la vivienda, al suelo, al agua o al financiamiento para la vivienda. En los mecanismos de producción social del hábitat hay una toma de decisión colectiva a través de comités de barrios que hace que haya cierta organización política. En las encuestas que realizamos en el marco del estudio, evidenciamos que hubo identificación rápida de los más vulnerables y acciones inmediatas de solidaridad para quienes perdieron sus ingresos por no salir a trabajar, especialmente quienes viven del trabajo informal. Ha habido solidaridad económica, de cuidado entre vecinos, de ollas populares... El tener un colectivo ha sido un valor agregado para la gestión de la crisis. 

El otro punto importante ha sido la capacidad de resistir a desalojos de las viviendas. Esta situación no ha parado durante la pandemia, al contrario, ha aumentado en varios países a pesar de que las organizaciones internacionales han llamado a que los estados generen declaratorias de prohibición de los desalojos. 

Las personas que viven en espacios socialmente producidos a veces tienen propiedad no especulativa colectiva que los protege y a veces tienen propiedad individual o títulos precarios pero el hecho de estar organizados generalmente permite tener una fuerza de negociación con las autoridades o los bancos. Algunas cooperativas de vivienda tienen unos fondos solidarios, aportaciones que se hicieron al pagar la cuota mensual de la vivienda, que han sido útiles en tiempos de pandemia. Estos ejemplos enseñan que tiene ventajas concretas estar en lugares donde los habitantes tienen voluntad de gestionar colectivamente el hábitat.

¿Producto de la pandemia surgieron más relaciones comunitarias de gestión y colaboración? 

Se ha visto solidaridad emergente ya sea en estos barrios, o en otros que son de propiedad individual, condominial, arrendada o vivienda social pública. Personas que no se conocían antes, se ayudaron entre sí. No necesariamente esto va a durar años, pudo ser fuerte en el confinamiento más estricto pero se puede ir perdiendo con el tiempo. Puede ser que hayan aparecido organizaciones que se crearon después de los confinamientos que siguen vigentes y activas, pero generalmente no dura mucho. Las iniciativas son más duraderas en el tiempo cuando realmente hay empatía entre los vecinos, se conocen de varios años y se dan relaciones fraternas y solidarias. 

¿A qué conclusiones generales llegaron en el Estudio global: vivienda socialmente producida y gestionada en contexto de covid 19? 

En cuanto a pérdidas de ingresos y necesidades de mudarse o de tener un cambio importante en la crisis se vio claramente que en los países de Europa y América del Norte han sido más resilientes porque tienen posibilidad económica, seguros sociales, ayudas a los desempleados que permite que los ciudadanos se queden en casa; las empresas públicas y privadas están mejor organizadas para poder hacer que sus empleados permanezcan en sus viviendas y cuando los habitantes no pudieron salir recibieron algún tipo de ayuda. Esto claramente no se ve en países de Asia, del sureste de África o en países de América Latina; esta posibilidad es escasa y limitada a las grandes ciudades donde hay más posibilidades tecnológicas e ingresos por impuestos. Hay grandes desigualdades y la gestión por parte de los Estados ha sido diversa. 

Una de las conclusiones es una invitación a tomar en consideración la producción social del hábitat y las formas autogestionarias como forma de generar resiliencia y solidaridad en la sociedad. Estos núcleos donde hay esta solidaridad no son solamente una vía más para acceder a la vivienda, son útiles para la sociedad, y si fueran más sería mayor la resiliencia para diversas crisis. Es una invitación a que se estudien más estos casos y se tomen en cuenta en las políticas públicas a nivel local, regional y nacional. 

¿Estos grupos comunitarios organizados trabajan en red? 

Hay redes de habitantes y de organizaciones como las cooperativas que están en Centro América, en Bolivia y Paraguay y tienen federaciones regionales e internacionales. Se comunican, se empoderan, se visitan entre sí. Lo mismo pasa en África y en Asia con la federación de habitantes de asentamientos precarios (Slum Dwellers International); se encuentran en foros, reuniones, aprenden técnicas de liderazgo, ahorro colectivo, construcción de vivienda, salud comunitaria, entre otros. El intercambio es fundamental para el empoderamiento y para darle vida a nuevos proyectos comunitarios. Estas redes también tienen como propósito sensibilizar a los alcaldes, ministros, diputados para que conozcan casos en otros países de lo que se puede hacer, para inspirar a que hagan nuevas iniciativas y se atrevan a innovar. 

Hay trabajos sobre los Comunes como los de la premio nobel Elinor Ostrom que muestran que las personas organizadas pueden ser muy eficientes para gestionar los bienes comunes de los que dependen. La suma de intereses individuales con un propósito mayor que es el interés común, es más eficiente en la gestión de un recurso limitado que el Estado o la empresa privada.

De este estudio podría uno resaltar un tema que se ha venido mencionando mucho durante la pandemia y es el de lo comunitario, lo barrial, ¿Considera que es necesario impulsar la planificación urbana a esta escala? 

La escala barrial es muy importante. Es fundamental tener estructuras representativas de la comunidad sobre las que los gobiernos pueden apoyarse para tener una retroalimentación de esta escala, de la calle, el barrio, la manzana, el asentamiento, para poder tomar decisiones eficientes, desplegar ayuda y tener comunicación directa. Considerar las distintas formas de organización comunitaria es importante para tener ese contacto. La política pública podría basarse mucho más en los grupos locales organizados que tienen un conocimiento y una práctica de su espacio, necesaria para hacer buenas inversiones de los recursos públicos. A final de cuentas los gobernantes están ahí por un periodo limitado, pero quienes viven las consecuencias de lo que se está decidiendo son los habitantes de los barrios. Estar seguros de que cada peso esté bien invertido pasa por descentralizar parte de la toma de decisión a las comunidades. 

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    Entrevista realizada por Paola Medellin Aranguren

    Las opiniones contenidas en este artículo no expresan la posición institucional del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia.

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