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El 21N y el cacerolazo en la revolución del espacio público

Publicado el Friday, 29 November 2019, en Divulgación académica, Destacados

El extraordinario evento del 21N de ver extendida en nuestras ciudades la dinámica poblacional cubriendo sus calles y avenidas, parques y plazas para exponer sus críticas y propuestas políticas, buscando incidir en la definición de lo que debe ser el destino inmediato y estratégico de la nación, constituye un hecho sin precedentes en la historia colombiana.

Movilización del 21N Paro Nacional / Foto de @cutcolombia

 

A continuación presentamos algunos extractos del documento de análisis escrito por Fernando Viviescas M.* 

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“Dilan, no fuiste el primero, pero ojalá seas el último”

 

Cuando el Presidente habló, hacia las 10 pm. del jueves 21 de noviembre (21N), el cacerolazo ya estaba ahí, funcionando y conglomerando a la gente de manera espontánea y organizada, redefiniendo las multitudes contemporáneas del país en lo que queda para los anales como el epílogo de la movilización histórica que instauró en Colombia la relación democrática y moderna de la ciudadanía con el espacio público superando, después de 45 años, al Frente Nacional (FN).

A pesar de lo clamoroso de la gigantesca ocupación de las calles y parques que, a esa hora,  ya se había extendido a varias de las localidades de la capital, el mandatario no lo oyó porque, como lo había hecho durante las semanas previas a la convocatoria ciudadana, se dedicó, apenas mencionando el derecho a la protesta pacífica,  a reiterar las amenazas de represión:

“Se aplicará todo el peso de la ley a los que atenten contra la propiedad, la vida y la honra de los ciudadanos de bien”, insinuando que todo el que participara en las movilizaciones lo hacía para “destruir la extraordinaria sociedad que hemos construido en doscientos años”.

La ciudadanía colombiana, contra la más agresiva y violenta campaña de amedrentamiento de que se tenga noticia desde el Estado, había instituido al espacio público como su lugar y escenario natural de encuentro, de reflexión, de intercambio y de expresión político-cultural.

Más allá de demostrar su incapacidad intelectual para comprender la sociedad y la política contemporáneas lo que hizo el mandatario, en su fugaz aparición en la pantalla, fue repetir lo que han hecho los gobernantes colombianos durante todo el tiempo de nuestra historia después de la Independencia: aplicar un violento silenciamiento a los reclamos y propuesta que hace la ciudadanía en la perspectiva de construir una versión de sociedad decente.

Con lo cual, se quedó sin percibir el acontecimiento que, por primera vez en la nación, se había desarrollado durante todo el día a lo largo y ancho de los centros urbanos: la ciudadanía colombiana, contra la más agresiva y violenta campaña de amedrentamiento de que se tenga noticia desde el Estado, había instituido al espacio público como su lugar y escenario natural de encuentro, de reflexión, de intercambio y de expresión político-cultural.

Una mirada rápida podría engañarse con respecto al enorme significado que tiene para nuestra historia cultural y política, asumiendo que se trata simplemente de la manera como acá se repite lo que viene sucediendo en un número cada vez más creciente de sociedades contemporáneas: de Hong Kong hasta Santiago de Chile y desde Teherán hasta Lima; desde Praga hasta La Paz, pasando por Paris y Barcelona y de Quito a Bagdad.

Contra el terror oficial, la gente copó las avenidas consciente de que lo hacía en ejercicio de un derecho fundamental ciudadano: ocupar el espacio público para exponer de viva voz sus reclamos, propuestas y aspiraciones como sociedad.

Por supuesto que la lectura correcta de la contemporaneidad y la consecuente búsqueda por articular el país con el resto del mundo, como sociedad del siglo XXI, en su crítica de la crisis a la que ha llegado la democracia en el capitalismo neoliberal, que expresa también la movilización que irrumpió en todo el territorio nacional el 21N, es otro de los logros de este fantástico movimiento.

Marchas21N Miguel Angel Guavita 3

El extraordinario evento del 21N de ver extendida en nuestras ciudades la dinámica poblacional cubriendo los rincones y pliegues de sus entramados urbanos: sus calles y avenidas, sus parques y plazas, ocupados en toda su extensión por los hombres y mujeres para exponer sus críticas y propuestas políticas, buscando expresamente incidir activamente en la definición de lo que debe ser el destino inmediato y estratégico de la nación, constituye un hecho sin precedentes en la historia colombiana.

Contra el terror oficial, la gente copó las avenidas consciente de que lo hacía en ejercicio de un derecho fundamental ciudadano: ocupar el espacio público para exponer de viva voz sus reclamos, propuestas y aspiraciones como sociedad.

Con el contundente soporte brindado por las nuevas generaciones, la ciudadanía colombiana dejó claro que ya no nos podrán sacar de nuestras calles y plazas porque como dicen algunas de las consignas, en casi un siglo de represión: “nos quitaron tantas cosas que nos quitaron el miedo”.

Frente a las agresivas amenazas de los gazmoños clanes económicos y políticos dominantes, la población expuso en las calles la verdadera dimensión de la Colombia contemporánea y la potencia con la que se proyecta hacia el futuro, consciente de que las tradicionales formas de grosero sometimiento ya van llegando a su fin por la imaginación, conocimiento y sensibilidad que informan a las  nuevas maneras de interpretar y de formular proyectos y utopías que esos marcos obsoletos ya no pueden contener ni comprender.

¡Todos a las calles! Diversos sectores de la sociedad presentes en las movilizaciones

Claro, salieron los trabajadores, sus centrales y sindicatos a evidenciar que todavía, a sangre y fuego, en Colombia se sigue manteniendo la segunda sociedad más inequitativa del continente lo cual, en su devenir, significa deteriorar permanentemente las condiciones de vida de la gran mayoría de nuestros compatriotas.

Ahora bien, ese universo de creatividad, de sensibilidad, de estética y de conocimiento que desplegó la multitud el 21N nos permite concluir que, cuando decimos que se creó un hito histórico no nos referimos a una actuación meramente simbólica o abstracta.

Pero también las calles y plazas se abrieron para que las mujeres expusieran lo absurdo y vergonzoso de una sociedad en la cual todavía el machismo y el patriarcado permanecen vigentes subtendiendo el arco de la discriminación, el sometimiento y el irrespeto a más de la mitad de la población, desde el interior de las viviendas y hogares hasta los más amplios espacios de representación, de estudio y de trabajo.

Como se apreció en las calles, el campo abierto por esta revolución se ha venido ensanchando y complejizando de tal manera que, incluso en nuestro país, ya se ha abierto a la dinámica de legitimación de la más amplia diversidad de reivindicaciones étnicas y culturales –para nuestros indígenas y poblaciones afrodescendientes- y de género (LGBTI y todas sus derivaciones) cuyos representantes también se hicieron presentes en las movilizaciones, para que nos diéramos cuenta de la enorme brecha que los avances culturales y políticos de la población han abierto, con respecto a los vejestorios ideológicos que pretenden mantener a la fuerzas nuestras castas dominantes.

Marchas21N Miguel Angel Guavita 4

En esa misma dirección se hicieron presentes los avanzados movimientos que tiene en la lucha contra el calentamiento global y la contaminación de nuestro planeta su razón de ser, los cuales viabilizan la búsqueda de los marcos teóricos científicos y políticos que nos permitan fundamentar no solo la formulación de un proyecto social y económico más consciente y respetuoso con la naturaleza sino la reformulación de la utopía existencial sostenible hacia el futuro. 

Y allí irrumpieron los jóvenes reclamándole al gobierno –y al conjunto del status quo- que se habían “metido con la generación que no era”, para hacer sentir que eran absolutamente conscientes de que lo que está en juego es el riesgo de recibir un país (un mundo) agotado e, incluso, sin posibilidades de revertirse. 

Ahora bien, ese universo de creatividad, de sensibilidad, de estética y de conocimiento que desplegó la multitud el 21N nos permite concluir que, cuando decimos que se creó un hito histórico no nos referimos a una actuación meramente simbólica o abstracta.

Las llamas de vandalismo que el ‘cacerolazo’ extinguió

Hacia la caída del atardecer de ese jueves histórico, después de diez horas del más efectivo despliegue de imaginación y creatividad colectivas que haya realizado la población colombiana, para movilizar la más amplia muchedumbres de que tenga conocimiento la Nación de manera simultánea, pacífica y ordenada en todos los rincones del país, la mayoría de los medios, especialmente televisivos, seguían atorados porque no sabían cómo describir semejante suceso.

Habían estado esperando desde tempranas horas la aparición de “los ataques y atropellos a la construcción nacional” que habían anunciado, haciendo eco al clima de terror con el que amenazó la Presidencia, desde semanas antes de la celebración del acontecimiento.

Solo adquirieron ‘fluidez’ en su transmisión cuando ya, de hecho, había finalizado el grueso de las movilizaciones y, como ‘por arte de magia’, aparecieron las acciones vandálicas de los infiltrados, los encapuchados y el lumpen -que juegan contra las marchas pues desprestigian y minan la credibilidad del movimiento- produciendo, además de enfrentamientos violentos con la policía (activando al ESMAD) estúpidos y criminales atentados y atropellos en algunos  sitios de diversas ciudades, particularmente, en el sistema Transmilenio de Bogotá.

Ese cacerolazo tuvo el efecto político-cultural inmediato de restituirle en las pantallas de los noticiarios “oficiales” el espacio, la actualidad y la presencia que los mismos pretendían quitarle a la jornada política que se había sembrado en el espacio público nacional.

A partir de ese giro, el discurso periodístico empezó a transitar por un camino cuya narración resaltaba, ahora en vivo y en directo, los estragos de los infiltrados mediante reportes cada vez más amplios y detallados, de tal manera que las marchas y el sentido pacífico y civilista, creativo y estético que prevaleció para plantear las reivindicaciones se fueron diluyendo y empezaba a desaparecer del espectro informativo.

Es en este momento –y evidentemente como respuesta a la tergiversación que se hacía por los medios de comunicación- cuando se produce el otro hecho histórico  o, si se quiere, la segunda parte de la afirmación ciudadana de todo el día, cuya carga simbólica todavía hoy, una semana después de 21N, sigue sembrado estupor y sorpresa: el cacerolazo, actitud que nunca había tenido expresión en Colombia.

Como pudo verse por algunos informes televisivos (el que yo vi referenciaba apartamentos del sector de Las Aguas) el cacerolazo se origina como reacción totalmente espontánea frente a los televisores familiares y se asoma a la calle llamando por las ventanas. En cuestión de minutos evoluciona hacia una dinámica ciudadana una vez que el ruido encuentra eco en otros apartamentos y viviendas y al generalizarse el concierto sale a la calle, tomándose por segunda vez en el día el espacio público en recorridos pacíficos y creativos, en muchos sectores hasta la media noche.

Marcha21NCacerolazoMonicaDuque Tellez

Ese cacerolazo -que casi inmediatamente no solo se extendió hacia los cuatro puntos cardinales de la capital sino que empezó también a emerger en las demás metrópolis de Colombia- tuvo el efecto político-cultural inmediato de restituirle en las pantallas de los noticiarios “oficiales” el espacio, la actualidad y la presencia que los mismos pretendían quitarle a la jornada política que se había sembrado en el espacio público nacional, porque siempre pregonó en las consignas y discursos, en las canciones y en los estribillos su continuidad del sentido pacífico, recreativo y reivindicativo de las movilizaciones diurnas.

De esta manera, al lograr ubicarse en las pantallas televisivas, por su permanencia en las calles y los parques, durante esta semana ha logrado quitarle espacio a –e hizo posible el deslinde con- las escenas de los desmanes producidos al margen de las movilizaciones.

De esa manera, aunque no pudo evitar el asesinato de Dilan Cruz, ha funcionado también como el principal antídoto contra los intentos de infiltración por parte de los vándalos y los provocadores. Acompañó toda la noche del fin de semana en Medellín y ayer, miércoles 27, incluso, tomó la forma de un “Cacerolazo Sinfónico” en el Parque de los Jipis bogotano.  

Por todas estas razones el cacerolazo ha quedado integrado a la nueva dimensión político-cultural que la ciudadanía colombiana, en la implementación del Paro Nacional, le ha insuflado –hasta redefinirlo- al concepto de espacio público, pues la combinación que logra entre la simplicidad y cotidianidad intrínseca de las herramientas con las cuales produce su esencia sonora (¡ los instrumentos de cocina!) y la sofisticación tecnológica de los implementos digitales con los cuales “materializa” en las redes sociales su ubicuidad espacial y su “infinitud” temporal, hace que la calle y la avenida, el parque y la plaza, el bulevar y la alameda, al acoger a la multitud –la forma contemporánea de ser la humanidad- puedan adquirir vida y dinámica expresiva en cualquier momento y de manera extendida a toda la geografía.

El espacio público como el ámbito de la acción política

De otra parte, en estas páginas hemos tratado de agregar a lo anterior, el razonamiento sobre el significativo y moderno potencial político y cultural que le agrega en la misma perspectiva la instauración contemporánea que se ha logrado consolidar, por parte de la misma ciudadanía, del espacio público como el ámbito espacial y temporal de la acción política –reivindicativa y propositiva- y de la expresión creativa colectiva.

Ese es uno de los primeros y más significativos resultados de la revolución político-cultural que entraña la instauración que ha hecho la ciudadanía del espacio público como su ámbito legítimo: como el entorno irrenunciable de su derecho a ser.

La empatía y la solidaridad con las cuales se ha logrado potenciar la eficacia en la colocación, en el ámbito púbico y en los medios, de los referentes del Paro y en la generación de nuevos nichos de reflexión y de debate político, devienen en gran medida de la profundización de la reflexión conjunta que se ha logrado en las jornadas de intercambio y de interactuación que se han llevado a cabo en  los pliegues de los espacios públicos de nuestros centros urbanos y con la dinámica que establecen y escalan las redes sociales.

Ese es uno de los primeros y más significativos resultados de la revolución político-cultural que entraña la instauración que ha hecho la ciudadanía del espacio público –entendido y reivindicado en toda su complejidad compositiva y de funcionamiento- como su ámbito legítimo: como el entorno irrenunciable de su derecho a ser. Marchas21N GioMora

Aunque, como es apenas lógico pensarlo, esta revolución apenas empieza, en su proceso generador ya había implantado como antecedente definitivamente exitoso la prueba de su valor y potencia político-culturales, demostrada en la práctica cuando, a finales de 2016, enfrentó y venció las argucias de los sectores más reaccionarios de la política colombiana y logró la institucionalización del Acuerdo de Paz.

Con la envergadura teórica y práctica que ha demostrado en la coyuntura del Paro Nacional y en la impactante exposición que logró el 21N ha hecho que, de ahora en adelante, cualquier planteamiento, propuesta o reivindicación que tienda a incidir en el devenir del gobierno y el manejo de la sociedad colombiana, para su legitimación, tendrá que contar con el resultado de su exposición al análisis y escrutinio en el espacio público.

Y se convierte así en el baluarte fundamental del tránsito que cultural y políticamente ha emprendido la sociedad colombiana para superar pacíficamente, pero de manera definitiva, la preeminencia de la barbarie en la definición de su destino histórico e ingresar de manera solvente en el campo de la civilización y la decencia.

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  • *Arquitecto Urbanista; Profesor Emérito de la Universidad Nacional de Colombia; docente en la Maestría de Gobierno Urbano del Instituto de Estudios Urbanos (IEU) de la misma Universidad y catedrático de la Maestría PEGPAU, de la Universidad de Guadalajara, México.

    • Etiquetas: 21N, cacerolazo, Espacio público, manifestación, movilización, Paro Nacional
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